PSICOLOGíA › A PROPóSITO DE LOS DESPIDOS Y LA UTILIZACIóN DE LOS TéRMINOS “ñOQUI” Y “MILITANTE”

La segregación, una necesidad del neoliberalismo

En el uso que se le está dando a la palabra “ñoqui” en el caso de los despedidos, operó la segregación, advierte la autora. Y señala que de esa manera se creó al enemigo a quien hay que odiar. Un odio que debe ser alimentado para justificar un sistema que necesita del desempleo para bajar los costos laborales.

 Por Estela Maidac *

“Se está creando un mundo para que sólo disfruten los ricos.”
José Saramago


Cuando Lacan nos aconseja a los analistas que tenemos que estar a la altura de la subjetividad de la época interpreto que se trata de comprender sus resortes.

Dichos resortes son estructurales. El neoliberalismo, de la mano de la globalización, caracteriza a esta época y la segregación es una necesidad del sistema ya que se caracteriza por ser un mundo en el que no hay trabajo para todos, a diferencia de lo que fue el comienzo de la era industrial.

Por un lado, la tecnología fue suplantando mano de obra y por otro –y pienso que esto es la novedad del neoliberalismo–, la apuesta al mundo de las finanzas. Este no necesita más que bancos y paraísos fiscales en los cuales depositar masas de dinero que fugan de los países. Cero producción y lejos de pobreza cero.

Con la era industrial empieza la producción en masa y la pérdida de la experiencia de la que habla el filósofo Giorgio Agamben, experiencia que, por ejemplo, poseían los artesanos medievales.

Lacan, para hablar del discurso del amo, toma la dialéctica del amo y el esclavo hegeliana e interpreta que en la antigüedad los esclavos tenían ese saber hacer los objetos de goce para el amo. Nos previene que sus cuatro discursos están dentro del discurso analítico, sin embargo me parece una buena interpretación para hacerla extensiva.

Así como en el discurso universitario el saber es poder, hoy el verdadero amo es el Mercado, encarnado en las multinacionales que eligen sus CEO o contratan consultoras para llevar a cabo lo que llaman la reingeniería, o sea, saber despedir trabajadores.

Con el neoliberalismo, la desigualdad pega un salto inconmensurable, o sea, unos pocos son muy ricos y los demás caen en la pobreza o la marginalidad.

Como proyecto tiende a la desindustrialización de los países emergentes. Las primeras en desaparecer son las pequeñas y medianas empresas; les es imposible competir con la importación de productos a bajísimos precios, fabricados en talleres clandestinos o en países de muy bajos salarios. Cuando comenzó la producción en masa también empezó a gestarse la subjetividad del consumidor.

Quedar fuera del mercado laboral es no poder acceder al consumo o sea, quedar marginado, segregado.

Ya no se trata de que el patrón o dueño se quede con la plusvalía producto del trabajo. Son marginales en sus territorios o inmigrantes buscando un lugar en el mundo y suelen ir a parar a los campos de refugiados.

Hay que encontrar un discurso que vele esto y sea aceptado como algo natural.

En este contexto del mundo al que acabamos de entrar teniendo un gobierno de derecha quiero centrarme en los despidos que se están llevando a cabo. Se los tilda de “ñoquis” o “grasa militante” y desde los funcionarios como desde los medios se lo transmite como que es lo natural que queden fuera de sus puestos de trabajo.

Mucho se escribe sobre que el discurso de los medios es productor de subjetividad.

Para los hablantes no hay natural porque somos seres efecto del lenguaje o mejor de los discursos, dirá Lacan para agregarle complejidad al binarismo lenguaje-palabra y afirmar al discurso como el productor del lazo social.

En la constitución de lo que Freud llamaba el aparato psíquico hay un primer movimiento afirmativo y en el segundo movimiento, lo displacentero, asociado a lo malo, queda expulsado en el afuera. Esa parte negativa expulsada y que es parte del yo se proyecta sobre el otro y así se constituye lo ajeno. Este es el núcleo de la segregación.

Así el yo queda desresponsabilizado de eso oscuro pulsional como su odio, su maldad miserabilidad, etc., terreno del goce.

En su texto sobre el malestar en la cultura o civilización, según traducción, describe la condición humana como egoísta, capaz de explotar al otro y hasta de matarlo para satisfacer los propios intereses y el papel de la cultura o civilización es la encargada de ponerle frenos a lo pulsional.

El superyo como instancia legisladora es paradojal pues es heredera de lo pulsional y la que a mayor prohibición, más impele a gozar.

Esta constitución no se trata de alguna esencia de la condición humana, ya que no hay tal, sino de la estructura que tampoco tiene la fijeza que tiene en el estructuralismo.

A partir de Freud, los hablantessoñantes ya no podían confiar más en los móviles de sus acciones puesto que les había hecho saber que la verdad de éstas es que están en otra escena, el inconsciente.

Inventa un nuevo lazo social, el discurso analítico y su praxis.

Lo paradójico es que dice que pudo hacerlo por su condición de extranjeridad, ser judío en Viena lo dejaba segregado de la masa como quedó evidenciado con el nazismo.

Freud no era un hombre de la masa y nadie que esté dispuesto a hacerse responsable hasta de sus sueños, lo es.

La experiencia analítica permite al sujeto reconocerse efecto del discurso del Otro y hacer del síntoma sufriente, gozoso, un síntoma que le permita hacer lazo con el otro de manera más pacífica y estar advertido que lo pulsional constitutivo lo lleva a proyectar su odio hacia su propio goce en el otro al que transforma en insoportable.

Pienso, aunque mi praxis es la experiencia analítica, que no es la única posibilitadora del anudamiento que permite hacer lazo social.

Pueden serlo también el arte o la política si cumplen esta función de sinthome.

En psicoanálisis trabajamos con la singularidad de cada sujeto. De las marcas que hicieron letra en su cuerpo.

En un artículo publicado en el diario Página/12 en abril de 2010, Jaques A. Miller plantea algo en relación a este tema de la segregación que me parece interesante traer.

Dice que en el odio al Otro hay algo más que agresividad. Apunta a lo real del Otro.

Para él, la fórmula general del racismo moderno es el odio al goce del Otro.

Pero si el estatuto profundo del objeto es haber sido siempre sustraído por el Otro.

El problema es insoluble porque el Otro es Otro dentro de mí mismo. La raíz del racismo es el odio al propio goce. No hay otro más que éste, mi odio en extimidad.

Que se lo puede reconocer como prójimo si no es nuestro vecino, en cambio, cuando el Otro se acerca recaen fantasmas sobre su goce, por ejemplo los franceses respecto de los inmigrantes encuentran un exceso de goce en el dinero o en el mismo trabajo, que los impulsa a una actividad incansable o por el contrario, una excesiva pereza.

Se pasó velozmente del goce por el exceso de trabajo al hecho que les roban el trabajo a los franceses.

En este trabajo quisiera plantear como ejemplo de segregación a los echados de sus trabajos por ser “militantes” o “ñoquis”. Así se los nombra para justificar su expulsión del Estado y cómo esto es repetido sin ningún cuestionamiento.

En cambio, podemos escuchar: “Pobres los sirios que tienen que emigrar o pobres los africanos que mueren por tratar de sobrevivir en Europa”. Estos están lejos, no pueden contaminar con sus males. Se los puede compadecer o decir frases hipócritas.

Por la clínica analítica sabemos del gran trabajo psíquico que hay que llevar adelante para sublimar o hacer otra cosa con el odio, luego de su reconocimiento.

La falta en ser que padecemos los hablantes por ser efecto del significante y no esencias es percibida a través de los afectos. Están los que Lacan llamó pasiones del ser: el amor, el odio y la ignorancia y les dio valor epistémico. Me interesa el caso del amor porque va a ser encuentro de dos carencias, o sea, castración y lo voy a relacionar con lo que dice respecto al discurso capitalista que forcluye el amor y voy a plantear que no hace lo mismo con el odio.

Y descifrando el inconsciente se pueden modificar los afectos. Una joven comentó que ya no se levantaba todas las mañanas de mal humor. De eso no había hablado durante ese tiempo de análisis.

Los significantes de la lengua son los que constituyen el inconsciente pero también circulan por el lenguaje y serán diferentes o producirán diferentes marcas según cada sujeto.

Pero también estos significantes que circulan en el lenguaje pueden coagularse y por ejemplo, al decir “ñoqui” puede tomar esa fijeza propia de lo odiado entre lo simbólico y lo real del goce. Son los despreciables. Se aprovechaban del Estado.

Lejos ya de significar por ejemplo la pasta que se comía los días 29 con el billete bajo el plato.

Una paciente que suele ser muy solidaria con sus seres cercanos y trabaja de voluntaria en un hospital, en relación a los “noquis” afirmó con total seguridad: “Tienen que ir a la calle”.

Al ser interrogada, todas las razones eran que fueron nombrados por el gobierno anterior que fue desastroso.

En la praxis social se habla de subjetividades de la época. El neoliberalismo plantea una subjetividad individualista y utilitarista a ultranza.

Los gobiernos populistas de Latinoamérica intentan poner en circulación un discurso con significantes como solidaridad, emancipación, el otro y tratan de que el neoliberalismo no se implante con toda la crueldad con que se implantó en países europeos y lo vemos implantarse en el nuestro con gobiernos de derecha.

Una situación paradojal de los gobiernos populistas fue fomentar el consumo apuntando al mercado interno como forma de que la economía funcionara sin endeudar a sus países con el mundo financiero. Con esto, en nuestro caso, se logró bajar la tasa de desempleo del 25 al 6 por ciento. Pero también, y esto es lo paradojal, fue engordar “consumidores” que en su voracidad por consumir, cada vez querían más. Consumir les hizo creer que el goce perdido puede ser recuperado. Solo puede serlo en la fijación sintomática.

Ese punto el PRO supo aprovecharlo muy bien. Ofreció: EL CAMBIO y cada uno lo leyó según sus expectativas.

El psicoanalista Alfredo Grande tituló: “El macrismo, etapa superior del kirchnerismo”, un artículo que publicó en la revista Herramienta, poniendo a ambos en la misma línea negando sus diferencias.

Gobernar es un imposible, por lo tanto, no puede no haber errores pero esto no autoriza a hablar de continuidad entre un gobierno populista y uno de derecha.

Cuando se denostaba al “relato” era porque éste apuntaba a gestas emancipatorias que habían llevado a cabo sujetos como San Martín o Bolívar en el siglo XIX o por un grupo de presidentes populistas en Latinoamérica en la época actual que, por ejemplo, tuvieron la osadía de rechazar la propuesta.imposición del ALCA al presidente de los Estados Unidos.

Rescatar dichas gestas era una manera de mostrar y demostrar que según el discurso político que se tenga se pueden lograr agrupamientos en función de solidaridades y beneficios para grandes mayorías. Esto es lo que proponen las democracias, pero dichas propuestas que quedan anuladas cuando lo que triunfa es el Mercado.

Jaques Rancier en una publicación de Le Monde Diplomatic dice: “La democracia se fue descomponiendo en función de dos grandes procesos: la restricción impuesta por la libertad del mercado al poder colectivo del pueblo y por otro, el crecimiento exponencial en el seno mismo de los Estados llamados democráticos de discursos que denunciaban a la democracia como un estado de la sociedad peligroso para el buen gobierno. Que el consenso del que se habla es ley que opera de dos formas: por un lado, como algo de orden fáctico que obliga a los gobiernos a adaptar a sus países a esta evolución económica global y por otro lado como una restricción legal que los gobiernos se hacen dictar como obligación estatutaria emanadas de instituciones que se llaman supra estatales (por ejemplo, la Unión Europea. Agrego por mi parte al juez Griesa que obliga al Estado argentino a hacer un pago injusto en contra de su pueblo). Esto supone la destrucción de servicios públicos y de sistemas de protección social (suspensión de programas sociales como se están llevando a cabo en nuestro país).

Los gobiernos quedan en manos de oligarquías dirigentes ligadas a las oligarquías financieras dirigentes y presentadas por periodistas e intelectuales como ineluctables.

Termina su artículo Rancier planteando que el poder del pueblo se ve cada vez más reducido al momento electoral.

Creo haber justificado por qué puse como título que la segregación es una necesidad del neoliberalismo.

Voy a tomar dos ejemplos de segregación aunque no pertenecen los dos al neoliberalismo sino a situaciones históricas y políticas diferentes y sin embargo utilizan el mismo mecanismo que vengo explicando.

Se trata del uso de un rasgo, marca que deviene significante coagulada que porta la carga del odio transformando en segregado lo odiado.

El primero hecho por la propaganda nazi. Comparaba a los judíos con “cucarachas”. Lo primero que le surge a cualquier mortal ante una cucaracha es exterminarla. Eso fue lo que hacían los nazis: exterminar, pero no cucarachas.

Por primera vez la ciencia, producto de la Modernidad era utilizada a los fines de la segregación.

Equiparo el mecanismo que utilizaba la propaganda nazi con el trabajo que hacen actualmente los medios masivos de comunicación. En este caso, con la forma de dirigirse a los despedidos por parte de un ministro: los “ñoquis”, “militantes” o “grasa militante”.

Se trata de miles de personas arrojados fuera de los de los organismos estatales y en la mayoría de los casos disolviendo programas sociales.

La metodología es de una violencia inconcebible dentro de las reglas de la democracia pero verificando lo que plantea Rancier.

En mi trabajo con los desocupados de los 90 escuché en sus relatos los efectos que les producían la desocupación a cada uno y a sus familias. También escuché cómo se ejercía el sadismo en muchos casos antes del despido en forma de amenzas, denigraciones, etc. Esto pasaba en el ámbito privado. Nunca lo escuché en el ámbito estatal. Luego recibían un telegrama con un preaviso y la justificación de dicha medida.

En los casos actuales, personal de “seguridad” (de quién y para quién) plantados en las puertas de los edificios con listas de nombres les comunican que no van a poder entrar más a sus lugares de trabajo.

También se ha dado el caso que personal de seguridad llora con los despedidos con quienes tenían lazos cotidianos.

Desde las autoridades que ejercen el poder se dice que son “ñoquis” y esto es repetido por los ciudadanos sin el menor cuestionamiento.

Por otro lado el Estado abrió las puertas a los privados para que puedan ellos también despedir trabajadores sin miramientos.

Como mecanismo de negación, recuerda épocas en que mientras había desapariciones, se podía leer en los stiquers pegados en los autos: “Somos derechos y humanos” para mostrarlo al mundo durante el Mundial del 78.

En el uso que se le está dando al ñoqui en el caso de los despedidos operó la segregación. Se creó el enemigo. Hay que alimentar el odio para justificar un sistema que necesita del desempleo para bajar los costos laborales. Además, a las multinacionales si no les conviene un mercado se van a otro país cosa totalmente facilitada por la globalización.

Lo odiado conlleva la carga de lo temido. Hoy cualquiera sabe, aunque lo niegue que puede quedarse sin trabajo. Ser un ñoqui más.

Carl Schmitt, teórico del nazismo, en su texto El concepto de lo político expresó que crear un enemigo al cual atribuirle delitos, era útil al poder. Este autor es mencionado por Eugenio Raúl Zaffaroni, ex juez de la Corte Suprema y actual Juez de la Corte Interamericana, dice: “Al identificarse al enemigo, suele ser el más débil de la cadena, se pide una represión absolutamente descontrolada sobre éste y se ejerce la vigilancia sobre el resto. A través de eso se filtra el poder punitivo autoritario del Estado. Entonces, todo el aparato estatal se vuelve represivo”.

De esto hablan los Protocolos de Seguridad. Me pregunto para quiénes.

Hoy empezamos a alojar pacientes en duelo por la pérdida de un proyecto de vida, atemorizados por lo que pueda pasar. Los despedidos irán a los hospitales que en esta ciudad hace años están siendo desmantelados.

Pienso con tristeza que tenemos que prepararnos para el aumento de casos con ataques de pánico, uno de los flagelos del capitalismo y más aún del neoliberalismo.

* Psicoanalista.

Notas

Revista del Centro Cultural de España en Bs.As., Nº 8, octubre 2011. “Inmunidad contemporánea”, reportaje de Gabriela Pepe.

Le Monde Diplomatic, “El Mundo en Crisis”, Universidad Nacional de San Martín, año XVII.

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Imagen: Leandro Teysseire
 
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