PSICOLOGíA › CONSTITUCIóN SUBJETIVA, EFECTOS EN LA CLíNICA PSICOANALíTICA

Estrategias ante lo real

 Por Claudio Di Pinto *

Desde hace muchos años pienso que tanto las estructuras como las diferentes presentaciones clínicas1 pueden ser consideradas como estrategias ante el desamparo.

El término “estrategia” es, en su definición general, el arte o el recurso para dirigir un asunto. Un arte o recurso que podemos pensar como individual, singular, que va a interpretar lo real o imaginado con diferentes elementos, y que determina a su vez un modo de actuar. El término “desamparo”, en su también definición general, significa, desvalido, desprotegido; una de las acepciones del término refiere que estar desamparado es también no estar asistido, el diccionario va a decir “desasistido”, lo cual pone en juego una dimensión de soledad y de no presencia de otro que asista. En esta acepción estar desamparado supone tener que arreglárselas solo.

Desde el psicoanálisis, el desamparo, término utilizado por Freud a lo largo de su obra, remite y se pone en juego en cada ocasión en la que el sujeto se encuentra con la ausencia de un Otro consistente, es decir, en aquellas situaciones donde se ve empujado a tomar la palabra en un sentido fuerte del término, y donde no es asistido por ningún otro que le diga qué decir o hacer. En definitiva, en toda situación donde el sujeto se topa con la castración, o bien con lo real, es donde se pone en juego el no estar asistido.

Como también sabemos por nuestra experiencia clínica, y de vida, el encuentro con ese desamparo, con la castración, es inevitable, por lo tanto es también inevitable que todo sujeto tome una posición ante el mismo, que adopte una estrategia como consecuencia de tener que lidiar con el asunto, de tener que lidiar con esa ausencia de un Otro que lo asista.

Esta estrategia va a ser determinante en cuanto a: lo que serán sus síntomas, en cuanto a la posición inconsciente respecto de su sexo, y de cómo va a responder ante el encuentro con la diferencia sexual. Cómo podemos ver esta estrategia remite a lo que plantea Lacan en La significación del falo”2 respecto del Complejo de castración, donde lo define como un nudo donde convergen estos aspectos, y más específicamente los tres mencionados: una identidad sexual, cómo responde el sujeto a los requerimientos del otro sexo y cómo responderá ante las exigencias de la maternidad y la paternidad.

Se trata de la estrategia ante la castración y la construcción de la misma; en definitiva, lo que podemos pensar como constitución subjetiva. Por lo tanto, pensar las estructuras y las diversas presentaciones clínicas como estrategias ante el desamparo implica considerar que se trata de los recursos singulares que utiliza un sujeto para hacer frente a la falta de un Otro consistente, de los recursos para hacer frente a la castración, o bien que ante determinadas situaciones tendrá que arreglárselas solo.

Esta estrategia, efecto de la constitución subjetiva, habita en el sujeto, determina su cotidianeidad, y se pone de manifiesto de manera más evidente en determinados momentos de la vida. ¿Cuáles son esos momentos? Se trata, además de los ya mencionados, de momentos de pasaje, por ejemplo de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la adultez, el encuentro con el otro sexo, recibirse en alguna profesión, la maternidad, la paternidad o bien situaciones que confrontan al sujeto con una pérdida que puede ser irreparable o no.

Encrucijadas que se presentan en la vida de todo sujeto, actualizan la castración, y lo compelen a tomar la palabra y a fijar una posición. A su vez estas encrucijadas, o bien lo que plantea Lacan respecto del Complejo de castración como nudo, me han llevado a pensar también que más allá de la infinidad de síntomas con que nos podemos encontrar en la clínica, el padecimiento psíquico se manifiesta de manera privilegiada ante tres cuestiones que son: el amor, el sexo y la muerte, ya que es allí donde el sujeto se ve confrontado a lo real. El amor, el sexo y la muerte actualizan la castración, en tanto no hay una respuesta predeterminada que el sujeto pueda dar, y es allí donde se ve compelido a tomar la palabra. De ellas, un sujeto sólo podrá, y no sin consecuencias, tratar de eludir las dos primeras, el amor y el sexo, la tercera, la muerte, es ineludible. Lo que suele llamarse crisis de la mediana edad, o de la adultez, no es más que la confrontación inevitable del sujeto con su propia mortalidad, una de las formas de la castración.

Esta estrategia, o bien la posición ante la castración, le posibilitan a un sujeto transitar por la vida, armar sus vínculos, elegir una profesión, un trabajo, atravesar avatares de diferente condición. Cuando dicha estrategia deja de funcionar, aparece el malestar, la angustia, o bien lo que era “habitual y natural” deja de serlo. Ese suele ser un momento en que se pide una entrevista a un analista.

Sabemos, a partir de escuchar cotidianamente a nuestros pacientes, que el hecho de que una estrategia deje de funcionar y lleve a ese sujeto a una consulta no implica que dicho sujeto esté dispuesto a modificarla. Y sabemos también que si el análisis puede ser pensado como una modificación de la posición ante la castración, o bien de dicha estrategia, esto no es sin confrontarse con dicha castración. No hay posibilidad de tomar otra posición ante la falta, sin previamente confrontarse con ella. Es por eso que el sujeto reclama que la estrategia que dejó de funcionar vuelva a hacerlo.

Este reclamo implícito, esta resistencia, hace del análisis una clínica del obstáculo, ya que el padecimiento psíquico no es provocado por lo que podemos llamar a grandes rasgos “el motivo de consulta”, sino por la posición que un sujeto tiene ante la castración. Y el obstáculo está dado por la dificultad psíquica de modificar dicha posición.

El llamado “motivo de consulta” es el anclaje imaginario de aquello que ha entrado en cuestión o bien que ha vacilado: la posición del sujeto ante la castración, o bien la estrategia que le permitía a ese sujeto transitar sus encuentros con la misma o sus encuentros con lo real.

Por ejemplo: un desengaño amoroso puede llevar a un sujeto a solicitar una consulta, un pedido de análisis, o bien comenzar a tener entrevistas. Pero sabemos como analistas que lo que hace padecer a ese sujeto no es exclusivamente el desengaño amoroso, sino que dicha situación ha hecho vacilar la posición del sujeto ante la castración. Otra forma de plantearlo es que dicho desengaño ha confrontado al sujeto con una diferencia que no puede tramitar psíquicamente, y por lo tanto lo hace padecer. En definitiva, la estrategia que le posibilitaba al sujeto transitar los encuentros con lo real ha dejado de funcionar y por efecto de ello es que se padece psíquicamente, lo que conduce en muchos casos al pedido de consulta. Pedido que conduce a su vez a una paradoja, ya que en la medida en que se despliegue ese tratamiento nos encontramos con el obstáculo inconsciente a modificar aquello que dejó de funcionar, es decir, la estrategia ante la castración.

Los obstáculos con que nos encontramos en la clínica van a ser efecto de la constitución del aparato psíquico. Es la misma constitución la que va a determinar los impasses, las detenciones y por lo tanto los obstáculos clínicos. Por ejemplo, tanto la acción del superyó como la inaccesibilidad narcisista, dos de los obstáculos más importantes que sitúa Freud, van a ser efecto inevitable de la misma constitución psíquica.

Por eso considero de fundamental importancia conceptualizar cómo se constituye el sujeto, que va a tener como punto de partida las marcas que deja su prematuración, las consecuencias que deja y tiene la dependencia del Otro en el origen. Las consecuencias que produce haber sido nombrado por un Otro, siendo a su vez esta la condición para que haya sujeto.

Es desde esa conceptualización que es posible también darle una lógica a nuestras intervenciones en la clínica, ya que las mismas van a ser hechas, lo sepamos o no, en función de cómo pensemos la constitución y funcionamiento del sujeto. También para poder situar en los diferentes momentos constitutivos, diferentes modalidades de tratamiento de la castración, o de la diferencia.

Modalidades que perduran en el aparato psíquico y nos van a permitir darle una lógica a las diferentes presentaciones clínicas o bien a las estructuras.

No será lo mismo en las neurosis de transferencia donde el síntoma va a ser una formación del inconsciente y es por lo tanto interpretable, que en aquellas presentaciones clínicas donde el cuerpo aparece como destino privilegiado de la pulsión y no es por lo tanto interpretable. En el primer caso opera la lógica de la represión, y el síntoma tiene un carácter metafórico donde se produce el retorno de lo reprimido, mientras que en el segundo opera el rechazo y lo que retorna lo hace desde lo real, por ejemplo en el cuerpo. Esto va a implicar diferentes maniobras del analista.

Maniobras que solo pueden ser pensadas a partir de cómo se conceptualiza el aparato psíquico y su funcionamiento, lo que plantea a su vez una relación de solidaridad entre cómo pensamos la constitución del sujeto y las intervenciones en la clínica. Va a ser la concepción que tengamos del inconsciente, de la pulsión, de la transferencia y de todos aquellos conceptos fundamentales lo que va a determinar nuestro modo de intervenir y también hacia donde conducimos un tratamiento.

Esto le da una lógica a nuestras intervenciones que no quedan determinadas por la intuición o la sola ocurrencia del analista y hace también de nuestra experiencia algo transmisible y sujeto a una lógica, condición fundamental para estar dentro del campo de las ciencias.

* Psicoanalista. Integrante del equipo de Adultos del Centro de Salud Mental N°3 “A. Ameghino”. Extracto del libro Estrategias ante lo real. Constitución subjetiva, efectos en la clínica psicoanalítica, de reciente aparición. Letra Viva editorial.

1 Entiendo por presentaciones clínicas a la lógica que podemos darle desde el marco conceptual del psicoanálisis al relato o a la mostración que hace un sujeto de su padecimiento.

2 Lacan, J. “La significación del falo”. Escritos 2. México. Siglo XXI editores. 1975. Pág. 665.

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