PSICOLOGíA › EL ARTE, LA POLITICA Y LA ETICA

“El arte nunca es inocente”

El caso de Leni Riefenstahl, quien dirigió películas por encargo del gobierno nacionalsocialista alemán, plantea el difícil problema de la relación entre el arte y la ética.

 Por ENRIQUE CARPINTERO *

Leni Riefenstahl es famosa por haber dirigido dos películas: El triunfo de la voluntad, realizada por encargo de Adolf Hitler, y Olympia, sobre los Juegos Olímpicos de Berlín en 1931. La estética de ambas películas, puesta al servicio de estimular el odio y la superioridad de la raza aria, plantea cuestiones acerca de lo bello y lo siniestro en una obra artística. ¿Qué es lo más repugnante respecto de ellas? ¿La sumisión del arte cinematográfico a los mandatos de la ideología totalitaria y el genocidio nazi o la reivindicación de las indiscutibles cualidades artísticas del cine de Riefensthal en nombre de la autonomía de la belleza? Fórmula preferida de los críticos esteticistas y que la propia Riefenstahl esgrimió para defenderse de quienes la atacaban por su compromiso con el Tercer Reich.

El triunfo de la voluntad –título de evocaciones nietzschianas– es un documental, que dura 127 minutos, sobre la reunión del partido nazi en la ciudad de Nuremberg en 1934. El guión fue especialmente preparado por Hitler, con el asesoramiento de Goebbels. Leni Riefenstahl utilizó impresionantes medios técnicos, que el partido nazi puso a su alcance. Sus imágenes reflejan el cine del expresionismo alemán y también el montaje del gran realizador ruso Sergei Eisenstein. El objetivo de este documental era acompañar las manifestaciones de masas organizadas por el partido nazi. Su magnificencia estética corresponde a la magnificencia de los actos nazis. De esta forma, lo que se destaca es el predominio de la imagen sobre el discurso racional; una imagen que embellece las grandes representaciones escénicas de masas preparadas para estimular el odio. Seguía así las indicaciones de Hitler en Mein Kampf: “En su gran mayoría el pueblo se encuentra en una disposición de ánimo y un espíritu a tal punto femeninos, que sus opiniones y sus actos son determinados mucho más por la impresión producida en sus sentidos que por la pura reflexión”.

La película comienza con Hitler descendiendo de los cielos desde una avión y luego, en una larga escena, aclamado por el pueblo que lo saluda como a un dios. Continúa mostrando los grandes desfiles de noche iluminados con antorchas; las escenas bucólicas a la mañana, con banderas nazis flameando en los balcones de las casas; los jóvenes soldados divirtiéndose en los campamentos; los campesinos felices levantando sus cosechas. Todos sonrientes, jóvenes y rubios. Detrás, la figura siempre presente de Hitler y el orden militar. La escena más impactante es una reunión con 100.000 trabajadores organizados militarmente bajo la atenta mirada del Hitler y respondiendo a la voz del amo. Toda la sociedad debe estar militarizada. Toda la sociedad debe responder al partido nazi. Esta imposición del poder es través del cuerpo. Todos deben entregar su cuerpo al líder que es dueño de la vida y de la muerte. Todos, inclusive Leni Riefensthal y su estética.

En una obra artística podemos encontrar la sublimación de las pulsiones sexuales, el desplazamiento de la agresión y fantasías de muerte como condición de lo siniestro que aparece en todo proceso creativo. Sigmund Freud afirma que lo siniestro es aquello espantoso que afecta a las cosas familiares y conocidas desde tiempo atrás. En la obra artística se subliman fantasías eróticas, se despliegan fantasías de muerte y se hace posible desplazar la agresión del sujeto. Pero también lo siniestro es límite para la aparición de lo maravilloso de un objeto estético; si se hace presente, la condición de lo bello se rompe y nos encontramos nuevamente con el horror.

Después de la caída del nazismo, Leni Riefenstahl no formuló crítica alguna de lo que había realizado. Y negó que fuese un film de propaganda al reivindicar su calidad estética desde una separación entre forma y contenido: “Yo no era comunista, no era nazi: era una artista. No era nada, no tenía partido”. Sin embargo, no puede omitir la fascinación que le producía Hitler: “Si Hitler hubiera sido un poco sexy, naturalmente habríamos sido amantes. Si hubiera sido un poco sexy, Eva Braun no habría existido”.

¿Puede haber un arte que no represente las tensiones e imaginarios de un colectivo social? ¿Es posible un arte angelical que esté por fuera de un determinado momento social e histórico?

En toda obra artística se manifiesta la pasión de la mirada del autor donde, en lo bello, en lo maravilloso, encontramos la potencia de ser. Pero entendiendo el ser en términos de Baruj Spinoza, para quien es antes que nada un verbo, una expresión de actividad o de potencia. Actividad y potencia de existir, de afectar y ser afectado por los cuerpos, en un colectivo social que Spinoza denomina multitudo. En este sentido, el ser no debe pensarse como una cosa, como una realidad estática o pasiva, sino como energía infinita que se expresa en infinitos modos de ser. Estos infinitos modos aparecen en la obra artística, donde vamos a encontrar el triunfo de las pasiones alegres –el amor, la solidaridad, lo maravilloso-, que desarrollan nuestra potencia de ser enfrentando a las pasiones tristes –el odio, la envidia, lo siniestro– que la limitan. Ambas pasiones se encuentran en el sujeto; por ello las pasiones tristes son condición y límite de la obra de arte. Son condición y límite de nuestra potencia de ser.

Y el resultado no es producto de una característica angelical, innata de un sujeto creativo, sino la peculiar posibilidad de expresar su deseo en el interior de un colectivo social. Es que, si la subjetividad se construye en la intersubjetividad, una obra artística, como expresión particular de la subjetividad de quien la produce, no puede estar por fuera de las tensiones e imaginarios del colectivo social. No me refiero al compromiso del artista con una perspectiva política o ideológica, sino a que el arte sólo es posible en la libertad que expresa el deseo. Y este deseo no está por fuera de las características en que el sujeto se inserta en el colectivo social. El arte, como toda producción humana, nunca es inocente. Por ello Spinoza decía que nuestra potencia de ser sólo era posible en una multitudo unida por las pasiones alegres.

En una escena de El triunfo de la voluntad, uno de sus seguidores dice que “Hitler es el partido, es Alemania, y el partido y Alemania son Hitler”. Por ello promete que se mantendrá en el poder para “jamás abandonarlo” y “el partido será la eterna élite política de Alemania”. El es el dueño y amo absoluto de todos. Si el poder entra por el cuerpo, Hitler se lo apropia y exige que se le entregue no sólo la vida sino la muerte. Cuando habla en sus discursos dice “mis trabajadores”, “mis soldados”. El es el dueño y todos festejan ser sus esclavos. Así les promete “un imperio por mil años”, pero también “llevarlos, si es necesario a la destrucción”. Sigmund Freud escribió que la relación de la masa con el líder es producto de una identificación de cada uno de los participantes con el jefe, que reproduce la relación infantil con el padre. El líder representa el yo ideal con el cual el sujeto de la masa se identifica. La sumatoria de esos yo ideales darían una identificación colectiva que unificaría a la masa con el líder. Hitler se propone como el protopadre. El padre originario. El padre de todos los padres. El amo absoluto.

Hitler se apropiaba de lo más pulsional de cada uno de los integrantes de la masa al servicio de la dominación, el sometimiento y la destrucción. Para ello ofrecía la fantasía omnipotente de conquistar el mundo que se manifestaba en la impunidad de asesinar, robar, mentir y creerse la raza superior. La película está al servicio de esta propuesta. De esta manera, la estética de sus imágenes es una representación de lo siniestro de las pasiones tristes.

En el cine de Leni Riefenstahl encontramos el paradigma de la locura presentificado en una obra. Esta locura expresa a un colectivo socialunido en las pasiones tristes que limitan nuestra potencia de ser. Es imposible encontrar belleza en una obra cuya estética está al servicio de las pasiones tristes que limitan nuestra potencia de ser. La presencia del horror, de lo siniestro, lo impide.

* Psicoanalista. Director de la revista Topía. Extractado del trabajo “El cine en el corazón de las tinieblas”, que puede leerse en www.topia.com.ar

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Foto de juventud de Leni Riefenstahl (1902-2003).
 
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