PSICOLOGíA › LA CREACION SIEMPRE ES UNA PRACTICA SOCIAL

“Algo diferente de lo que ya existe”

 Por Guillermo Albizurri *

El psicoanalista inglés Donald Winnicott habla de la “apercepción creadora” como aquello que, “más que ninguna otra cosa, hace que el individuo sienta que la vida vale la pena de vivirse”. El la contrapone al “acatamiento”, que “implica un sentimiento de inutilidad en el individuo, y se vincula con la idea de que nada importa y que la vida no es digna de ser vivida”. Esta concepción sugiere una relación, que me parece de particular importancia, entre creatividad y pensamiento crítico. En la interpretación de Winnicott, la creatividad –o “apercepción creadora”– es una forma básica de relacionamiento con el mundo, independiente de los campos específicos de la actividad de los individuos. Es claro también que, para él, la idea de creatividad está estrechamente vinculada con la de salud. Por contraposición, el acatamiento representaría la enfermedad.

Si, como se desprende de las ideas de este autor, la creatividad es una sola y no se trata de una aptitud sino de “una coloración de toda la actitud hacia la realidad exterior”, entonces sería esperable que todos los procesos creativos tengan algo en común. Este elemento común no estaría definido en los contextos que enmarcan los diferentes procesos creativos, sino en los que aporta el sujeto.

La creatividad sólo alcanza su objetivación histórica en la realización del acto creador, es decir, en el ejercicio de la práctica creativa. Y toda práctica creativa es una práctica social. Por esto mismo, me parece claro que, más allá de la definición genérica de “creatividad” por la que se opte, el concepto no puede ser desvinculado de las condiciones sociales (por lo tanto, históricas, económicas, políticas y culturales) del ejercicio concreto de la práctica creativa, sea esta individual, grupal o colectiva.

Un tema que aparece en toda reflexión sistemática sobre la creatividad es el de la relación entre ésta y la generación de hechos nuevos. Cualquier referencia a una práctica creativa conlleva una invocación, tácita o explícita, a la emergencia de algo diferente de lo ya existente. Esta vinculación entre la creatividad y lo nuevo es uno de los pocos componentes masivamente consensuales, presentes en los distintos usos sociales del concepto de “creatividad”. Retomando la conceptualización de Winnicott, podríamos decir que la apercepción creadora se caracteriza por una permanente apertura a lo nuevo, en tanto que el acatamiento comporta la actitud de aferrarse acríticamente a lo viejo.

Pero suele ocurrir que, en el discurso, lo nuevo y lo viejo aparezcan presentados como dos instancias irreconciliables y antagónicas, como si se tratara de dos esencias incompatibles. A partir de allí, una de ellas es sacralizada y la otra satanizada (aunque esta asignación de valores pueda alterarse según los casos).

Las consecuencias que puede tener, en el plano del sentido común, la suposición de que entre lo “nuevo” y lo “viejo” existe un corte cualitativo e irreversible, pueden ser altamente indeseables, en particular, en lo que hace a la concepción e identificación de las prácticas creativas. Sobre todo si, desde nuestros países llamados “periféricos”, asumimos, en forma especular y sin revisión crítica, las imágenes sociocéntricas que nos muestran como la encarnación de lo “viejo”. En la medida en que nos asumamos como representantes del “atraso” –lo viejo– y consideremos que afuera está el “progreso” –lo nuevo–, estaremos inhibiendo nuestra capacidad para diagnosticar adecuada y creativamente nuestros problemas. Lo más probable es que esta actitud nos conduzca a nuevas imitaciones y nuevos desarrollos truncos.

Sin duda, el concepto de creatividad no puede ser separado de la idea de lo “nuevo”, pero no porque la práctica creativa, la creatividad en acto, sea la inflexión que objetiva la ruptura entre dos esencias antagónicas, sino porque supone la idea de transformación. Crear no es hacer surgir algo de la nada, mediante un pase de magia. No hay creación posible a partir de un vacío material, social, cultural e histórico. Lo “nuevo” siempre supone lo “viejo” (aunque sea para constituirse en su negación); en lo “viejo” siempre está presente la posibilidad potencial de lo “nuevo”.

* Docente e investigador en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Texto extractado de un trabajo incluido en Creatividad. Teorías, metodologías, experiencias, de Fidel Moccio.

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