PSICOLOGíA › NUEVO TEXTO DEL FILOSOFO ALAIN BADIOU

Existencia y valor de lo sin-valor

 Por Alain Badiou *

Llamamos “enciclopedia” al sistema general de saberes predicativos internos a una situación, o sea aquello que todos sabemos sobre la política, los sexos, la cultura o el arte, la técnica, etcétera. Hay ciertas cosas, enunciados, configuraciones, fragmentos discursivos, que no son decidibles, en cuanto a su valor, a partir de la enciclopedia. Tienen un valor incierto, flotante, anónimo: constituyen el margen de la enciclopedia. Es todo lo que está en el régimen ambiguo del tal vez sí, tal vez no. Es aquello de lo que se puede hablar interminablemente, bajo la regla –enciclopédica– de la no-decisión. En este punto, el saber no puede decidir. Como ocurre hoy, por ejemplo, con Dios. Podemos sostener con naturalidad que existe “algo”, o quizás no. En nuestras sociedades, Dios tiene un valor de existencia inasignable, es una vaga espiritualidad. O como ocurre también con la posible existencia de “otra política”. Se habla de ella, pero no vemos aparecer nada. O incluso, con los obreros indocumentados que trabajan aquí, en Francia. ¿Componen ellos este país, Francia? ¿Son ellos de aquí? No, porque no tienen los documentos que certifiquen que son franceses, o legales. La palabra “clandestino” designa la incertidumbre del valor, o el no-valor del valor. Son gente que está aquí, pero no son verdaderamente de aquí. Y son, por consiguiente, expulsables; lo que quiere decir que se encuentran posiblemente expuestos al no-valor del valor (obrero) de su presencia.
Fundamentalmente, aquello que decide en una zona de indecidibilidad enciclopédica es un acontecimiento. De manera más precisa, tenemos una forma implicativa: toda subjetivación real del acontecimiento, que desaparece en su aparecer, implica que aquello indecidible en la situación ha sido decidido. Tal es el caso, por ejemplo, de la ocupación de la iglesia de Saint-Bernard por los “sin papeles”, que proclama públicamente la existencia y el valor de lo sin-valor, y donde se afirma que los que están aquí son de aquí, y que por lo tanto se debe abandonar la expresión “clandestino”.

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La materialidad inaugural de una singularidad universal es el enunciado del acontecimiento. El fija el presente del sujeto-pensamiento, que es la trama de lo universal. De este modo, se borran tanto las circunstancias de un encuentro amoroso –del cual, de una u otra manera, el enunciado “te amo” fija su presente subjetivo– como el encuentro mismo. Por lo que una síntesis disyuntiva indecidible fue decidida, y ligada, en cuanto a la inauguración de su sujeto, a las consecuencias del enunciado del acontecimiento.

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La denegación reactiva del acontecimiento, la máxima “nada tiene lugar más que el lugar” es el único medio de atentar contra una singularidad universal. Ella descalifica las consecuencias y anula el presente del procedimiento. Pero es incapaz de anular la universalidad de la implicación misma. Por ejemplo, si la Revolución Francesa a partir de 1792 es un acontecimiento radical enganchado por la declaración inmanente de que la revolución es una categoría política, entonces es verdad que el ciudadano no está constituido más que por la dialéctica de la Virtud y el Terror. Esta implicación está fuera de alcance, y es universalmente transmisible, por ejemplo, en los escritos de Saint-Just. Evidentemente, si la revolución no es nada, la virtud como disposición subjetiva tampoco existe y sólo queda el terror como hecho insensato, al cual hay que juzgar moralmente. La política desapareció. Pero no la universalidad de la implicación que dispone.

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Como la subjetivación es la de las consecuencias, hay una lógica unívoca de la fidelidad, que constituye una singularidad universal. Debemos remontarnos aquí hasta el enunciado del acontecimiento. Recordemos que él circula en la situación, con el título de entidad indecidible. Hay consenso sobre su existencia y, a la vez, sobre su indecidibilidad. Ontológicamente, es una de las multiplicidades que componen la situación. Lógicamente, es de valor intermediario, no decidido. Lo que pasa en tanto acontecimiento no concierne ni al ser en juego en el acontecimiento ni al sentido de este enunciado, sino únicamente a eso que habrá sido decidido, o decidido verdadero, cuando era indecidible; o que, sin valor significativo, habrá tomado un valor excepcional. Como el clandestino que muestra su existencia en Saint-Bernard.

* Fragmentos de “Ocho tesis sobre lo universal”, conferencia pronunciada en noviembre de 2004 y publicada en la revista Acontecimiento, Buenos Aires, octubre de 2005.

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    Por Alain Badiou *
 

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