PSICOLOGíA › UNA INTRINCADA BUROCRACIA PARA ELUDIR LA RESPONSABILIDAD

“No había una orden particular”

 Por Alice Platen-Hallermund *

–¿Quién firmaba la orden por, supongamos, el paciente Johann Schmidt de que debía ser llevado a la cámara de gas? –se le preguntó a Viktor Brack, jefe de Oficina II de la Cancillería del Führer, que elaboró el plan de acuerdo con el cual debía practicarse la eutanasia.

–No había una orden particular de ese tipo –contestó Brack–, sino que era una sucesión de exámenes y controles, y obedecía a lo que Hitler había deseado con su orden. El cuestionario Johann Schmidt, que había sido llenado por el médico de su instituto A., se enviaba en tres ejemplares a tres peritos distintos. Esos tres peritos no podían ser médicos que trataran al paciente. Después de su peritaje, ellos devolvían los cuestionarios a la Tiergartenstrasse 4 (sede central del Programa de Eutanasia). Allí se transcribía de los tres cuestionarios a un cuarto cuestionario el peritaje de estos tres médicos; y este cuarto cuestionario contenía ahora el dictamen adicional de los tres peritos distintos. El perito superior decidía entonces si Johann Schmidt debía ser trasladado a un establecimiento de observación o no. Si decidía que debía ser trasladado, se lo comunicaba al Ministerio del Interior. El Ministerio del Interior ordenaba entonces el traslado de Johann Schmidt del instituto A., en el que estaba, a un establecimiento de observación. En ese establecimiento había un médico encargado de observar a este paciente. Si sus observaciones coincidían con el resultado de los dictámenes de esos peritos y del perito superior, lo incluía en una lista que iba a la Tiergartenstrasse 4, o los peritos superiores lo disponían personalmente con él en una visita a su establecimiento sobre la base del examen de los distintos pacientes. Luego el Ministerio del Interior le daba al establecimiento de observación la lista de los enfermos que debían ser trasladados ahora a un establecimiento de eutanasia, y al establecimiento de eutanasia Tiergartenstrasse 4 le entregaba también esa fotocopia, en la que el perito superior había anotado por último su observación, para que el médico de la eutanasia tuviera en la mano todos los documentos sobre el paciente, porque era él en última instancia quien debía decidir sólo si sobre la base de los documentos de observación que tenía a la vista quería darle una muerte piadosa al paciente o no.

El ejemplo muestra cómo el intrincado sistema de peritos mantenía el anonimato del individuo, fuera médico o paciente. En tanto funcionario de una sección administrativa, el médico quedaba despojado de toda responsabilidad personal y era consciente de eso; así se entiende mejor el asombro de los médicos, en los juicios, cuando se les imputó responsabilidad por lo sucedido.

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