PSICOLOGíA

Cuando cede lo trivial

 Por Luis Guerrero Martínez

¿En qué medida es posible reflexionar sobre la muerte? Para algunos filósofos, ésta es una de las preguntas más radicales que el ser humano puede hacerse, pues lo conduce al problema ontológico de la realidad. Para otros, en cambio, es una pregunta sin sentido, ya que pretender reflexionar sobre la muerte ha conducido a los seres humanos a lucubraciones carentes de fundamento.

En su Tractatus Logico-Philosophicus, Wittgenstein afirma: “La muerte no es un ningún acontecimiento de la vida. La muerte no se vive”. Para entender en todo su sentido esta lacónica afirmación, debe tomarse en cuenta el prólogo del mismo Tractatus, donde Wittgenstein explica que el propósito de la obra es trazar un límite al pensamiento para poder eliminar los pseudoproblemas que la filosofía ha acumulado a lo largo de su historia; ese límite al pensamiento sólo puede ser trazado desde el lenguaje y desde los hechos que constituyen la totalidad del mundo. De ahí que lo que acontece con la muerte es impensable, en el sentido de que no podemos o, más bien, no estamos en la condición epistemológica de reflexionar sobre la muerte, pues habría que hacerlo desde la muerte misma.

En relación con esta imposibilidad, Soren Kierkagaard, siguiendo a Epicuro, afirmó: “Cuando estoy yo, ella (la muerte) no está; y cuando está ella (la muerte), ya no estoy yo” (Migajas filosóficas).

Esta objeción a considerar la muerte como problema filosófico se contrapone a la relevancia que ha tenido este problema para la filosofía contemporánea, especialmente para la fenomenología y el existencialismo, como puede constatarse en Heidegger, Jaspers, Sartre, Levinas y Trías, entre otros. Ninguno de estos autores pretende ir más allá del límite o conocer lo que está más allá de la muerte; sin embargo, este acontecimiento es para ellos punto clave para entender un rasgo antropológico fundamental y una forma de acceso al ser. En El ser y el tiempo, Heidegger explica así la posibilidad de reflexionar sobre la muerte: “El tránsito al ‘ya no ser ahí’ saca al ‘ser ahí’ justamente de la posibilidad de experimentar este tránsito y de comprenderlo como experimentado. Semejante cosa puede estarle ciertamente rehusada al ‘ser ahí’ del caso por lo que se refiere a él mismo: tanto más incisiva es, empero, la muerte de los otros. El ‘ser ahí’ puede conseguir una experiencia de la muerte sobre todo dado que es esencialmente ‘ser con’ los otros”.

Entre los filósofos del siglo XX que han abordado el tema de la muerte, Karl Jaspers ocupa un lugar privilegiado por la forma como articula este tema con el resto de su filosofía. Para él la muerte es una realidad en cuanto horizonte vital, ya que nos sabemos mortales. La muerte de una persona cercana o la proximidad de nuestra propia muerte por vejez, enfermedad o accidente, puede constituirse en una situación límite que nos ayuda a contrastar la realidad de nuestra vida con el hecho de su fragilidad. Para este pensador alemán, las situaciones límite son una alarma, una luz roja, una señal que nos ayuda a saber que hay algo que nos concierne directamente a nosotros y que nos cuestiona el sentido de nuestra vida. Las situaciones límite provocan en nosotros un proceso autorreflexivo, en donde se re-conoce que es la propia existencia la que se encuentra en juego. Surgen entonces las preguntas más fundamentales que podemos plantearnos y, gracias a ellas, nos enfrentamos a la fragilidad de nuestro ser temporal. Heidegger, Jaspers y Sartre coinciden en afirmar, cada uno a su modo, la importancia de la muerte como reveladora de la propia existencia. Ante la muerte como situación límite o experiencia fenomenológica fundamental, se percibe el carácter temporal del ser humano; a su paso, lo trivial cede y surge el problema del sentido de la existencia y de la realidad.

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