PSICOLOGíA › LA IGNORADA RELACIóN DE JACQUES CON SU HERMANO

Lacan, monje benedictino

 Por Jean Allouch *

No hay duda de que un gran afecto ligaba a los dos hermanos, Jacques, el mayor, y su hermano menor, Marc-François, ambos de apellido Lacan. A fin de localizar de entrada el problema que plantea y que tal vez aclara su fraternidad, señalaremos tres rasgos aparentemente menores, del tipo de los que Freud supo subrayar y hasta revelar su importancia.

I. El primero es un gesto de borradura, si no de censura. En 1932, Jacques le destina a Marc-François, su “hermano en religión”, una de las muy numerosas dedicatorias de su tesis de psiquiatría. Sin embargo, en 1975, borra ese dato en la segunda edición de la tesis. ¿Qué alcance otorgarle a esa dedicatoria y luego a su supresión? Jacques y Marc-François son hermanos, por cierto, y no solamente en el sentido del estado civil, sino que lo son “en religión”. Y dado que Marc-François era claramente por su parte un “hermano en religión” (el hermano Marc-François, monje benedictino), ¿qué pasó con Jacques? ¿Habrá sido alguna vez, como él mismo lo señalaba en 1932, hermano en religión de su hermano en religión? ¿Abandonó luego esa posición? ¿Cuándo? Y de ser así, ¿con qué resto(s)?

II. Segundo rasgo: el hecho de que tal vez no sean solamente hermanos, sino que son ocasionalmente “el mismo”, que son uno. Afirmar eso es obviamente un absurdo, pero cuando un dato textual incita a pensar en un absurdo, más absurdo aún sería sacar de la mente dicho absurdo que se impone debido a que es precisamente absurdo (otra lección de Freud). Y un dato textual así existe, está presente en la obra Dios no es un asegurador, firmada por Marc-François Lacan. Se trata de una recopilación de textos que incluye el sermón pronunciado por Marc-François en memoria de su hermano el 10 de septiembre de 1981, en la iglesia Saint-Pierre-du-Gros-Caillou (sermón antes publicado en Littoral en 1994). El orador celebra entonces la memoria de su hermano, Jacques Lacan, llamándolo simplemente “Lacan”, no una sino varias veces. ¿No resulta extraña esa manera de hablar de alguien designándolo con el nombre que uno mismo lleva, esa indistinción o, hablando lógicamente, ese equívoco en la referencia?

Además, el 6 de marzo de 1986, Marc-François Lacan llegará a ocupar el mismo lugar que durante un tiempo ocupó Jacques Lacan para dar su seminario. Fue en la Ecole Normale Supérieure, sala Dussanne, y la conferencia de Marc-François no era menos ambiciosa que la propuesta de Lacan en su época, lo que ya se ve en el hecho de que había elegido como título nada menos que la pregunta “¿Qué es la verdad?”. Si bien esa pregunta atravesó toda la historia de la filosofía, Marc-François hace notar que también fue una pregunta que Pilato le planteara a Jesús poco antes de entregarlo a los judíos: algo de lo que no se oye hablar cuando se siguen cursos de filosofía.

No menos notable parece el hecho de que Marc-François termine su conferencia citando a su hermano, otorgándole así la última palabra, aunque una última palabra pronunciada por su voz. ¿Es entonces la propia voz de Marc-François? ¿No es la de Jacques?

A Marc-François le gustaba citar la Epístola a los judíos (11, 4): “Muerto, aún habla”. Se tomaba muy en serio esa observación, a tal punto que la considera “verificada” cuando, tras el deceso de su hermano, tuvo la oportunidad de oír su voz en un grabador, en especial la frase siguiente, que cita, se apropia e interpreta: “El ser sólo surge de la falla que produce el ente al decirse”. Dicha frase es perfectamente asimilable por y dentro de cierto catolicismo, lo que Marc-François se dedica a demostrar.

Hasta cierto punto, Marc-François habla como Jacques, en el sentido en que se puede decir de alguien que se comporta como... póngase allí todo lo que se quiera, un adjetivo, un sustantivo, no importa. ¿Habla Jacques como Marc-François? La pregunta se plantea aún más apremiante en tanto que los dos hermanos, en su juventud, hicieron un pacto (¿diabólico?) para consagrar sus vidas a la búsqueda de la verdad. Marc-François se atuvo al pacto; en cuanto a Jacques, a quien Marc-François califica de “testigo de la verdad”, sigue siendo una pregunta.

* Fragmento de Prisioneros del gran Otro. La injerencia divina I.

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