PSICOLOGíA › LOS PEQUEÑOS GRUPOS Y LA SUBJETIVIDAD

Del espejismo al nombre propio

En su trabajo “La función del pequeño grupo en la lógica del psicoanálisis”, Massimo Recalcati –psicoanalista y profesor de la Sección Clínica de Milán del Campo Freudiano– evalúa la posibilidad del uso clínico del psicoanálisis en el contexto del grupo. Considera la distinción entre grupo y masa, tal como la formuló Jacques Lacan a partir de Freud. En la masa, se produce el eclipse del sujeto bajo una insignia donde se exalta, por vía de la identificación, el poder ideal de un líder; en la mirada hipnótica del jefe se reencarna la mirada del padre totémico, el “temible padre primordial” al que alude Freud. Esa mirada absoluta produce la ilusión de ser y hacer Uno con el Otro. Y conlleva el peligro de empujar al sujeto en la dirección fanática del sacrificio.
El pequeño grupo, contrariamente a la masa, puede garantizar la existencia de la particular. Su lógica interna no es la del fanatismo por el Uno sino la de la diferencia, del no-todo, del Uno no sin el Otro. Entonces, la posibilidad de un dispositivo grupal va en contra de esa tendencia espontánea del conjunto humano a su masificación.
La dimensión del pequeño grupo parece indicar otro género de identificación posible. La hipótesis –planteada ya por el psicoanalista de la escuela inglesa Wilfred Bion– es la de un “grupo sin jefe”, una identificación horizontal; un grupo que no se cimenta sobre el Ideal del Uno, sino que deja existir lo particular del sujeto promoviendo la heterogeneidad, no asimilable a ninguna fusión identificatoria. El grupo no se sostiene bajo la mirada absoluta del Ideal ni sobre la “semejanza imaginaria” que deriva de la identificación al Ideal, sino a partir de un lazo social reducido al trabajo, al “objetivo común”, en términos de Bion.
Recalcati trabajó en una institución especializada en el tratamiento de pequeños grupos de sujetos anoréxicos-bulímicos. En el Hospital Elizalde trabajamos con pequeños grupos de sujetos con diagnósticos de: fobias, trastornos del lenguaje (no acceden a la lecto-escritura) y pacientes derivados con diagnóstico de vitiligo y alopecía (afecciones dermatológicas).
Ciertamente, la homogeneidad del síntoma es una ilusión: el pequeño grupo se constituye sobre esa ilusión; lo que da contenido al grupo es un lazo imaginario, una reciprocidad identificatoria, un espejismo. La dirección del tratamiento apuesta a deconstruir esa identificación colectiva para producir el nombre propio del sujeto.
Recalcati plantea las diversas monosintomaticidades que caracterizan nuestra época clínica como una respuesta social a la inconsistencia que produce la caída de la función simbólica del Nombre-del-Padre y la emergencia de una nueva adhesividad en la que el gran Otro se reduce al otro con minúscula. La monosintomaticidad le garantiza al sujeto una identidad particular por medio de una identificación universal: más se gana en la certeza identificatoria de masa, más se pierde del sujeto.
En el grupo, el lazo inicial se asienta sobre la ilusión del “nosotros”, semejanza imaginaria que debe ser reducida, ya que el lazo es un lazo de trabajo; un primer espacio que apuesta a la aparición de algo aleatorio, contingente, que apunte a la división subjetiva. En sujetos con fenómenos psicosomáticos, se advierte la segregación respecto del lazo con el Otro. El pequeño grupo monosintomático produce un forzamiento que apunta a reinscribir al sujeto en el campo del Otro.
Por otra parte, en el grupo, el sujeto se encuentra subordinado a una economía del tiempo y de la palabra colectiva: debe ceder, perder algo del goce, para poder ser admitido en el lazo simbólico con el Otro.

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