SOCIEDAD

La línea divisoria

La tensión en la sala de audiencias a la mañana era evidente. En realidad, no en la sala sino detrás de la división vidriada, donde se ubicaron familiares y amigos. Allí se reunirían, inevitablemente, los dos factores emocionales del caso Strajman: los familiares y amigos de la víctima (incluida ésta), por un lado; y los de los imputados, por el otro. No era descabellado imaginar que la lectura de la sentencia pudiese desatar esos ánimos hasta extremos desconocidos. Por lo que en un afán de previsión, el Tribunal decidió zanjar las obvias diferencias: sentó a los allegados a Ariel Strajman a la izquierda; a los de los imputados, a la derecha; y en el medio, como línea divisoria y red opcional de contención de las posibles tortas, al abnegado periodismo. Antes de iniciarse la última sesión previa a la lectura de la sentencia, fueron los padres de Nicolás Barlaro quienes comenzaron a disparar sobre los cronistas.
–Este lugar corresponde al periodismo –repetía el uniformado mientras señalaba la hilera de dos sillas en fondo, justo en medio de las butacas, destinadas a los medios.
–¿Y a mí qué me importa el periodismo? Es la última audiencia y quiero estar cerca de mi hijo –insistía don Barlaro.
Sumando fuerzas a la embestida, la novia de uno de los imputados agregó:
–Sí, ¿por qué tiene que haber periodistas?
Hasta que intervino el secretario del tribunal: “Le voy a pedir que haga silencio. Yo dispuse cómo distribuir las butacas. Cualquier reclamo o sugerencia me la hacen a mí”.

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