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La obsesión por el sonido

“Por favor, trate de modular mejor”, insistió el presidente del tribunal, Daniel Cisneros, dirigiéndose al primer imputado, Gerardo Carmona. El declarante tenía el micrófono inalámbrico demasiado cerca de su boca y costaba que la audiencia lo comprendiera. La cuestión del sonido ya se convirtió en una obsesión de Cisneros: como en lugar de tomarse actas escritas el juicio se graba, el presidente del tribunal cuida cada detalle.

“Acuérdense de apretar los botones (del micrófono) cada vez que comiencen a hablar.” Abogados y acusados obligaron a que el magistrado, casi en rol docente, repitiera la misma consigna en varias ocasiones. Lo que antes era responsabilidad de la taquígrafa, ahora es trabajo del equipo de sonido que guarda en forma digital lo que se dice en la sala de audiencias. “¿Alguien le puede ayudar a ponérselo?”, solicitó Cisneros. Entonces el técnico del sonido, que permaneció parado durante toda la jornada atento a las demandas de aumento de volumen, entre otros pedidos, volvía a acercarse a quien declaraba para reacomodarle el aparatito.

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