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Del delirio a la música

No cabe duda de que el arte tuvo una fuerte influencia en la vida y visión del Führer. Pintor frustrado, tuvo hasta su último suspiro en el bunker debilidad por su ministro de armamentos, el arquitecto Albert Speer, y soñó con él grandiosos planes de reconstrucción de las ciudades alemanas para que reflejaran, como las pirámides egipcias, el poder de sus gobernantes.

En cuanto a la música, el Führer nunca se perdía un festival de Wagner y aseguraba haber visto alguna de sus óperas más de cien veces. De chico tomó lecciones de piano sin mostrar gran talento y, según su cirujano Hasnkarl von Hasselbach, “desentonaba siempre al silbar”, pero más allá de sus aptitudes, era evidente que la música tenía un efecto sedante sobre ese estado de manía persecutoria aguda en el que parecía vivir permanentemente. Su operador de radio Rochus Misch, último sobreviviente del bunker, contó recientemente que después de sostener agrias discusiones con sus comandantes, siempre pedía que le pusieran música. “Se sentaba y se dejaba llevar completamente. El Führer necesitaba distraerse.”

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