SOCIEDAD › CHARLA CON CHICOS SOBRE ERNESTO “CHE” GUEVARA

Para bajar el mito a tierra

Había que pintar banderas para el viaje hacia un encuentro del Movimiento Nacional. “¿Sobre qué dibujamos?”, preguntó uno de los chicos del barrio, que siempre está. “Cada uno haga lo que sienta, lo que le salga”, respondió algún dirigente. El resultado fue esclarecedor: casi todas las telas quedaron estampadas con la cara o la figura de Ernesto “Che” Guevara. Eso encendió la idea entre los más grandes de realizar entre todos los integrantes una charla sobre la vida de este personaje histórico argentino.

El patio de la casa de Claudio, uno de los cumpas –como se dicen ellos– de la organización, fue el lugar elegido para la reunión. Ya de noche en el barrio de El Jagüel, la luz de las dos lamparitas que iluminan el jardín son foco de atención para todos los mosquitos de la zona, mientras los dirigentes de la agrupación y algunos chicos de la zona que participan en las actividades esperan la llegada de los más impuntuales.

Empieza la charla y la consigna es dividirse en grupos y comenzar a plasmar y discutir lo que sabe cada uno del Che, con la idea de sacar un concepto general para enunciar ante el resto. “Más allá de que todos conocían el nombre y la cara, cuando le preguntamos a los que lo pintaron en las banderas qué sabían de Guevara, sólo tenían conceptos sueltos, como que fue aliado de Fidel Castro o que actuó en Cuba –grafica Gustavo Vassallo–. Hay un mito alrededor de su nombre, pero no un conocimiento de fondo, y por eso tuvimos la idea de las charlas.”

Después de la puesta en común, quienes oficiaron de profesores o guías de la charla fueron los dirigentes más grandes. “Arrancamos a contar el viaje en el que Ernesto Guevara se convirtió en el Che, rompió con su destino de doctor de ciudad y se transformó en ese luchador por los que menos tenían”, se entusiasma Gustavo.

Para eso, los chicos de Sercupo utilizaron como material didáctico libros de historia, recortes de prensa y también la película Diarios de motocicleta, que cuenta desde una versión ficcionalizada el viaje del Che por Sudamérica.

La charla va llegando a su fin, ya hay algunos signos de cansancio en las caras de los participantes, y el perro de pelo negro que dio vueltas toda la noche alrededor de la mesa ahora duerme en un rincón alejado. Los que conducen la reunión proponen cortar, pero no de forma definitiva. La consigna es seguir profundizando la semana siguiente y todos aceptan gustosos. Cuando el día cierra, un detalle de lo que pasó le queda grabado a Gustavo, que lo cuenta con un gesto de esperanza: “A la mayoría de los pibes, lo que más les impactó fue cuando en la película el Che le dio la mano desnuda a la enferma de lepra, algo que nadie hacía por miedo al contagio. Esa dignificación les tocó”.

Informe: E.M.R.

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