SOCIEDAD › LOS QUE GANAN

Blindados, vigiladores y cursos

 Por Alejandra Dandan

El negocio de la seguridad se expande y en esa expansión se instala en los terrenos controlados y regulados tradicionalmente por el Estado. Hoy las agencias de seguridad privada construyen centros de entrenamiento especial dirigidos a policías de las distintas provincias. Contratan instructores entrenados en el extranjero para prácticas de adiestramiento y están dando clases además a ejecutivos, empresarios y a los nuevos comités de crisis creados en los countries. Esto sucede mientras se replican las noticias sobre secuestros y nuevos tipos de delitos. Y también mientras lugares como Vicente López duplicaron el número de vigiladores privados en un año y otros como Olivos cuentan con un ejército de protección paralelo que triplica a la policía.
En el último semestre los comerciantes vinculados a los negocios promovidos por el miedo aumentaron sus ventas hasta en un 60 por ciento. En ese mismo período, el Registro Nacional de Armas duplicó el número de consultas diarias.
Pero el Renar no observó el insólito crecimiento que existe según una de las cámaras de empresas de seguridad privada. Los voceros oficiales del Renar sólo admiten que mantienen el mismo tipo de crecimiento “vegetativo” que se sostiene desde hace cinco años. Los de Caesi, en cambio, dicen lo contrario: “La gente se está armando”, advierte Carlos Reisz, uno de los voceros de la cámara. Reisz advirtió también un cambio en el estereotipo de clientes y ese cambio coincide, ahora sí, con el que ha visto el Renar entre quienes hacen consultas: “Si antes venían los tipos más avezados y entendidos en el tema, o porque hacían tiro deportivo, ahora lo están haciendo otros, como si te dijera, el almacenero de la esquina”, explica una fuente del Renar.
Uno de los síntomas de que la sensación de miedo cunde y se retroalimenta es tal vez el interés demostrado por las automotrices en el blindaje de autos. Hasta ahora, ninguna empresa había hecho demasiadas consultas en el Renar para averiguar por la habilitación y los permisos para prestar ese servicio. Pero durante estas últimas semanas eso cambió. En el registro aseguran que, por primera vez, compañías como Audi están interesadas en el negocio. Y no son las únicas. El blindaje se volvió una práctica cada vez más codiciada en la Argentina. Blindar un auto es caro. Puede costar entre 20 y 30 mil dólares. Hugo Zuckerberg, el director del Instituto Superior de Seguridad Israelí (Issi), indica que hasta el año pasado apenas se blindaba un auto cada dos meses en todo el país. Ahora, dice, en treinta días se blindan al menos ocho.
El negocio está tan arriba que los más viejos en el rubro están sorprendidos. Daniel Riccieri de Safe Moving SA trabaja desde hace tres años haciendo prototipos de blindado para Fiat Iveco: “¿Si aumentó la demanda? –pregunta como quien piensa en algo obvio–: Notablemente aumentó. Estamos hablando de un 60 % más, nada más que desde enero de este año”. Otro de los territorios donde se manifiesta el miedo es en el interior de algunos barrios privados. El Issi dio clases de negociación y defensa de saqueos en Estancias del Pilar, El Carmen, El Venado y en los supermercados Coto antes de los terremotos sociales de diciembre.
Este tipo de demanda alimentada por la psicosis del miedo se expande sobre todo entre los habitantes del primer y segundo cordón del conurbano. Los números de empleados de las agencias de seguridad siguen ese mismo proceso de desarrollo y de crecimiento. Para poner blanco sobre negro, la nueva estructura de Seguridad de la provincia intentará en treinta días poner en marcha la reglamentación de la Ley de Seguridad Privada. En este momento, allí hay unas 780 agencias abiertas, 25% de las cuales,se calcula, no están blanqueadas. En la Ciudad, en tanto, las empresas son 450.
Todo este universo privado corre detrás de nuevos clientes para cubrir zonas donde, dice Reisz, la policía no llega por falta de personal o por el aumento de delitos. Pese a estas hipótesis, las razones reales del nuevo boom comercial no se conocen. Hace unas semanas, el jefe de Delitos Complejos de la Federal, Carlos Sablich, sugería ante este diario la existencia de una especie de psicosis alimentada, entre otros frentes, por algunos medios de comunicación. Hay quienes sostienen también que el boom en la provincia no sólo se debe al miedo y al avance del delito. Que está provocada por una suerte de política de brazos caídos en la policía. Los únicos que tienen las cosas un poco más resueltas son los del gobierno porteño: están convencidos de que así no se puede hacer nada “¿Quieren que acabe con el delito?”, se pregunta ahora Enrique Carelli, subsecretario de seguridad de la Ciudad. “Si quieren que acabe denme empleo: no vamos a lograr nunca el índice cero de delitos porque eso no se corresponde con la realidad actual”. Y además, dice por las dudas, en ningún lugar del mundo las políticas de mano dura dieron resultado por sí solas: “Allí donde bajó el número de delito apareció en el esquema un crecimiento en los niveles de empleo”.

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