SOCIEDAD › ALBERTO GRECO, VENDEDOR AMBULANTE EN LA RAMBLA

“En la calle te tenés que comer muchos garrones”

 Por Carlos Rodríguez

Desde Mar del Plata

“Me llamo Alberto Greco, con una sola ‘c’, los que tienen dos son todos garcas.” Plantado en la Rambla, a la altura de Punta Iglesias, el Greco de marras y con una sola “c” es un personaje de las playas locales que no se guarda nada. Nacido en la ciudad de La Plata, llegó por primera vez a Mar del Plata en 1978, de vacaciones y con toda su familia. Tenía 25 años, cinco hijos –años después nació el sexto– y su profesión era la de taxista, en la ciudad de las diagonales. “Tenía un auto que trabajaba yo, y era dueño de la mitad de otro. La verdad es que vivíamos bastante bien, sin apuros económicos. No tenía problemas.” Los “problemas”, según cuenta, comenzaron cuando empezó a hacer amigos en la ciudad y uno de ellos le ofreció “un negocio, que resultó ser una estafa”. Además, años más tarde, tuvo un incidente con un hombre vinculado con la política, y luego de sufrir una amenaza, dice, se vengó pegándole “tres tiros en el culo”. Por eso estuvo preso varios años. “Cuando sos vendedor ambulante, en la calle te tenés que comer muchos garrones. La policía te cobra peaje, los funcionarios te persiguen y tenés que andar poniendo plata para tapar agujeros y poder seguir trabajando. Nosotros vivimos de esto, no tenemos ningún curro escondido, pero te hacen la vida imposible.”

En su negocio callejero vende desde sombrillas hasta mates, reposeras para la playa, sacacorchos y cualquier cosa que haga más placentera la estancia sobre la arena, al filo del mar.

Greco dice estar enojado “con muchos de los que tienen poder y nos quieren sacar de la calle como si no tuviéramos el derecho a trabajar”. Aunque finalmente habla de todo, dice que no quiere “ni recordar” lo que le pasó hace unos años con un ex hombre de la política, pariente del actual diputado provincial Juan Garibotto.

“Siempre teníamos problemas, tuvimos varias discusiones y él acostumbraba mandarte a la barra brava de Alvarado (uno de los clubes de fútbol más populares de la ciudad). Una vez me cansé, lo fui a ver, discutimos, y le pegué tres tiros en el culo. Me condenaron, fui preso, pagué mi deuda, pero nadie condena el accionar de los que nos coimean. Eso está incorporado a la sociedad y a nadie le importa mucho.” Greco dice que “muchas veces” tuvo que comerse “varios garrones”. Uno de los primeros, cuando llegó a la ciudad, fue comprar un bar que estaba en bancarrota y al que se lo vendieron como bueno.

“Me lo presentaron como una ganga. Era una cafetería sobre la avenida Colón, parecía un buen lugar, en buena ubicación. El día que fuimos con mi mujer a ver cómo funcionaba el local, las mesas estaban todas llenas. Gente consumiendo picadas con Gancia o Cinzano. Todo era un éxito total, pero después nos enteramos de que todos los que estaban eran parientes del dueño. Todos pedían y gastaban a lo loco, pero era todo una comedia. Vendí el auto y medio que tenía, compré el negocio, me fundí y empecé a vender en la calle.”

“Tuve épocas buenas, me compré una casa en 1985, después nos vinimos a vivir a un hotel cerca del centro y en la casa se metieron intrusos. Todavía no los pudimos sacar.” Se queja porque el diario La Capital hace campañas contra la venta ambulante “y eso pesa porque el dueño (Florencio Aldrey) es el dueño de Mar del Plata”. Se lamenta, también, porque dos de sus hijos “se hicieron políticos, uno con Duhalde, el otro con Kirchner. A mí me tenía que pasar”.

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Greco vende sombrillas, mates, reposeras para la playa y sacacorchos.
Imagen: Leandro Teysseire
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