SOCIEDAD › JAIME GONZALEZ, EX MARINO MERCANTE Y VENDEDOR DE CONCHAS

“Me hice aficionado a coleccionar caracoles”

 Por Carlos Rodríguez

Desde Mar del Plata

Jaime González es un eterno agradecido de la vida. Como miembro de la marina mercante sueca viajó por el mundo, conoció 80 países y desde hace unos años, ya veterano, pero siempre muy activo, volvió a la ciudad donde nació, para desarrollar un negocio centrado en una de las grandes pasiones de su existencia: las conchas de caracol. “Soy coleccionista. Tengo más de cuatro mil piezas que he reunido a lo largo de mis viajes por el mundo. También compro y vendo, pero lo hago más como hobbie, por gusto, que por necesidad. En Suecia respetan mucho los derechos de la gente y yo tengo una buena pensión. Es una lástima que en la Argentina, donde hay tanta gente inteligente, acá y andando por el mundo, no se tenga el mismo respeto y el mismo cuidado. Estaríamos mucho mejor.”

Jaime tiene su negocio de venta callejero cerca del Club de Mar Alfonsina: un estante sin vidriera ni local sobre el muro de la Rambla, en una zona donde la playa son rocas sin nada de arena. Muestra libros, pequeños comentarios, anécdotas sobre conchas de caracol capturadas en el Golfo de México, en Brasil, en Sicilia, en Madagascar, en las Filipinas. Se embelesa mientras muestra la concha que cobija a la “perla negra, la madreperla, como se le llama”. Explica con términos bien técnicos que es una perla de ese color, muy preciada, que aparece muy de tanto en tanto. Se entusiasma describiendo –y mostrando– la concha de un caracol de Sicilia, que se separa al medio en dos piezas simétricas.

“Este es el caracol que aparece en la obra del pintor del Renacimiento (Sandro) Botticelli. La obra se llama El nacimiento de Venus, cuya fecha de realización no se conoce a ciencia cierta, pero que podría haber sido pintada entre los años 1482 y 1484.” El trabajo de Botticelli tuvo su inspiración en libros como Las metamorfosis, de Ovidio, y en una pintura anterior del griego Apeles, que se llamaba Nacimiento de Venus. Angelo Poliziano escribió un poema que hablaba de “la diosa que del mar salía”. Botticelli, por eso, “la imaginó saliendo de la concha de un caracol”, confirma Jaime González, que lejos de parecer un comerciante común, se asemeja a un profesor que dicta su cátedra predilecta.

“Yo trabajé mucho tiempo en un buque de pasajeros de la marina mercante sueca. Viajé por todo el mundo y me hice aficionado a estudiar a los caracoles y a coleccionarlos. Cuando una persona viene a comprar o a mirar, yo le cuento todo lo que tiene que ver con cada uno de los ejemplares que tengo.” Afirma que muchos caracoles de las costas del Brasil y del Golfo de México “son también muy apreciados porque forman parte de los catálogos de los mejores restaurantes. Hay caracoles cuyo sabor es delicioso”.

Jaime muestra una foto del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, cuya construcción se inició –todavía está inconclusa– en el año 1882, siguiendo el diseño del arquitecto catalán Antoni Gaudí. Muestra las altas torres –van a ser 18 en total una vez concluido el trabajo– y señala, con buen tino, que sus formas “se parecen mucho a este caracol”, y muestra uno que tiene una forma puntiaguda, similar a un cono, con anillos que se asemejan a la obra de Gaudí. El templo ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y es considerado el máximo exponente de la arquitectura modernista. Jaime González jura que la inspiró el formato de un simple y pegajoso caracol.

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“Tengo más de cuatro mil piezas que junté en mis viajes por el mundo.”
Imagen: Leandro Teysseire
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