SOCIEDAD › AUMENTO DE TASAS A BEBIDAS AZUCARADAS

Mayor precio, menos consumo

 Por Pedro Lipcovich

Un grupo de destacados médicos de Estados Unidos solicitó que se apliquen impuestos a las bebidas azucaradas –gaseosas y “jugos”– a fin de reducir su consumo; los ingresos así obtenidos irían a financiar programas contra las enfermedades causadas por el consumo excesivo de esas bebidas. Los peticionantes acompañan su propuesta con una reseña de las investigaciones sobre los efectos del alto consumo de estas bebidas, que “incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes”, y ha venido a constituir “el mayor factor individual en la actual epidemia de obesidad”. Una causa es que “a diferencia de los alimentos sólidos, ligados a la sensación de hambre, la gente puede consumir bebidas azucaradas sin tener hambre, para satisfacer la sed o por razones sociales”.

El documento –publicado en The New England Journal of Medicine, una de las revistas científicas más importantes del mundo– señala que “el consumo de bebidas endulzadas se ha incrementado en todo el mundo: en México, por ejemplo, entre 1999 y 2006 se duplicó, en todos los grupos etarios”. Un estudio entre alumnos de escuelas secundarias de Estados Unidos, a lo largo de dos años, mostró que “el riesgo de transformarse en obeso se incrementó en 60 por ciento por cada vaso adicional de bebidas endulzadas consumido por día”. Agregan que “los efectos adversos de una elevada ingesta de carbohidratos refinados (presentes en estas bebidas) incluyen la elevación de los niveles de triglicéridos en la sangre, el aumento de la presión arterial y la disminución del ‘colesterol bueno’”, así como signos precursores de la diabetes.

Estos profesionales –entre ellos, Kelly Brownell, Thomas Farley y otros– señalan, “a partir de varias investigaciones, la vía por la cual estas bebidas pueden afectar la adiposidad”. Observan que “a diferencia de los alimentos sólidos, característicamente ligados a la sensación de hambre, la gente puede consumir bebidas azucaradas en ausencia de hambre, para satisfacer la sed o por razones sociales”. Además, “especialmente en los chicos, el consumo habitual de bebidas azucaradas en vez de agua puede hacer que encuentren menos atractivos o sabrosos los alimentos con menos sabor dulce, como vegetales, legumbres o frutas, con el resultado de que su dieta se torna más pobre”.

Observan también que “muchas personas no advierten la relación entre el consumo de estas bebidas y sus consecuencias para la salud” y que “sus decisiones son distorsionadas por las extensivas campañas de marketing que promueven estos consumos”.

Acerca de su propuesta de implantar tasas, “la experiencia con los impuestos al tabaco y al alcohol indica que pueden tener un efecto importante en la reducción del consumo”. Además, “los ingresos generados por un impuesto a las bebidas endulzadas serían considerables y podrían ser usados para sostener programas nutricionales para los niños o de planes de prevención de la obesidad”.

En cuanto a la posible objeción de que se trataría de un impuesto regresivo, contestan que “los pobres son los más afectados por enfermedades vinculadas con dietas no saludables, y el hábito de su consumo tiende a establecerse en la adolescencia. Asignar los recursos a programas que promuevan la adecuada nutrición de los jóvenes ayudaría a estos sectores”. Los firmantes concluyen recordando que “el gobierno federal, diversos estados y ciudades y algunos países, como México, ya vienen considerando la posibilidad de establecer estas tasas”. En rigor, cuarenta estados norteamericanos ya tienen tasas a estas bebidas, pero no destinadas a disminuir el consumo ni a financiar programas contra sus efectos perniciosos.

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