SOCIEDAD › LOS ASISTENTES Y LOS COSTOS

Lista de invitados

 Por Soledad Vallejos

No cuesta lo mismo celebrar una Nochebuena que esperar el Año Nuevo probando manjares y haciendo cuentas regresivas con minimultitudes desconocidas. Matar el tiempo en vísperas del arribo de Papá Noel, tal vez porque algún resabio espiritual le habrá quedado a la noche, tiene un costo económico menor, y en algunos casos hasta notablemente menor. De hecho, las veladas del 31 pueden llegar a cotizar al doble las reservas. ¿Por qué? Porque los invitados se retiran más temprano en la madrugada del 25, posiblemente (en ninguno de los grandes hoteles parece quedarse nadie más allá de las dos de la mañana, por alegre que haya sido la cita); porque, en consecuencia, se programan muchas menos distracciones, anche números vivos, que en la víspera del cambio de año; porque, en suma, Navidad, con el tiempo, parece haberse ido desprendiendo de las expectativas que la impregnaban tan intensamente como al 31.

Y aun con esa casi languidez navideña se festeja, por así decirlo, a sala llena: en el transcurso de esta semana, los grandes hoteles porteños ya habían llegado al tope de reservas, o estaban al borde de hacerlo. ¿Quiénes tienen sus lugares asegurados? O, por preguntarlo mal y pronto, ¿quiénes están dispuestos a pagar cubiertos que arrancan en 150 y pueden trepar, de acuerdo con las fechas y los lugares, hasta los 450 dólares? En su gran mayoría, extranjeros (que no necesariamente pasan las noches en el mismo hotel que eligieron para celebrar), pero también una cantidad nada despreciable de público local. “En el mundo es muy común, porque tienen las posibilidades económicas, que la gente decida pasar las fiestas en distintas capitales. La idea es cambiar la energía recibiendo el año en otros países”, explica Oliveri, que ya tiene lleno asegurado el 31 en los salones de La Mansión del Four Seasons. Allí, en lo que fue ofrecido a su público como “verdadera joya de la Belle Epoque”, se congrega un gran porcentaje de extranjeros, que sí suelen elegir el hotel para quedarse, y algunos locales, “serán una relación de sesenta y cuarenta el 31, mitad y mitad en Nochebuena”. En algunos casos, inclusive, hay reincidentes: “Sí, a algunos les gusta tanto que vuelven otros años”.

El Palacio Duhau, que suele ofrecer tres alternativas con distintas cartas y espacios (los costos y las propuestas varían de acuerdo con el salón, fundamentalmente, y el acceso que tenga cada lugar al jardín), está a un tris de completar su capacidad. “Y la tendencia de reservas indica que se va a llenar también este año”, afirma Ceccotti. El hôtel particulier de avenida Alvear tiene sus habitués, “gente que siempre vuelve con alguien más porque quieren compartir”, un deseo que, asegura, no hace distingos entre argentinos y viajeros. El gerente de marketing agrega que hay “tanto huéspedes del hotel como clientes de la comunidad local”, porque “la gente de Buenos Aires busca mucho este tipo de fiesta, no sólo por la gastronomía y el servicio, sino también por la atmósfera de los jardines” de la barranca, que suelen tener “más rotación en Nochebuena” que el 31.

Aunque lo vea desde la cocina, o tal vez precisamente por eso, la chef Conesa un poco se tienta viendo celebrar a sus comensales. “Yo, si pudiera, también lo haría”, dice: se mezclaría con ese público que varía en cada una de las noches. “El 24 viene mucha gente del barrio (de Recoleta), y es gente un poco más mayor, es poca la gente que viene con niños, pero también por eso tenemos gente que entretiene a los chicos con renos, juguetes”, mientras que un mozo pasa entre las mesas, bandeja y platos en mano, con atuendo de Papá Noel, explica. Y es que en el Caesar también es el 31 cuando se desata la fiesta, y tanto vecinos como extranjeros residentes en el hotel se entregan al “baile, al carnaval carioca, y después a más baile”.

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