SOCIEDAD › UN RESTAURANTE TRADICIONAL

Receta de la nona

 Por Carlos Rodríguez

Desde Villa Gesell

“Durante 30 años Tita Merello vino a comer con nosotros. Fuimos amigos, nos contaba todo. Era una mujer que sufrió mucho por no haber podido concretar el sueño de su vida, que fue el de estar al lado de Luis Sandrini, que fue el hombre del que estuvo enamorada hasta el día de su muerte. Ella nos contó que lo había dejado porque él la había engañado con una vedette de la época, una chica muy linda, como ella misma reconocía. Es más, hasta decía medio en broma medio en serio que si ella hubiera sido un hombre, también hubiera engañado para tener un romance con esa chica. Pero bueno, ella reconocía todo, pero nunca lo pudo perdonar.” Luis Gussoni, y su esposa Alicia Demateis, consideran que, de algún modo, “el espíritu de Tita sigue presente” en algún rincón del restaurante Arturito, uno de los más populares de Villa Gesell desde hace más de cuarenta años. Las fotos de Tita, con Luis y Alicia, están presentes en distintos lugares del local de avenida 3 y paseo 126.

El comienzo de la historia de Arturito se remonta a fines del siglo XIX, en la Toscana italiana, en el pueblito de Pontremoli, donde el “nono” Andrés Gussoni y la “nona” Emilia Marafetti tenían una trattoria cuyo éxito se basaba en las viejas recetas familiares. Desde 1969, en Villa Gesell, Luis Gussoni, el nieto de Andrés y Emilia, y su mujer Alicia, vienen siguiendo la tradición familiar de realizar en forma artesanal las pastas y las comidas a base de pescados y mariscos. “Los fideos los amasamos nosotros y los cortamos con cuchillo, como se hacía antes. Y los ravioles están rellenos de verdura y sesos, siguiendo la receta de la nona.” Para completar el cuadro familiar, el nombre del restaurante fue elegido en homenaje a Arturo Gussoni, el papá de Luis, que entre sus records menciona el de su longevo contrato matrimonial: “Con Alicia llevamos 47 años de casados. No es fácil, y mucho más por el hecho de que trabajamos juntos todos los días”.

Luis dice que no es fácil haber mantenido el negocio en un país como la Argentina. “Nosotros vivimos el Rodrigazo, sufrimos a López Rega y a la guerra de las Malvinas resuelta por el capricho de un borracho (en alusión al ex dictador Leopoldo Galtieri) y después vino el 2001. No es poco, hay que mantenerse después de tantos hechos negativos.” Luis conversa con Página/12, pero en ningún momento descuida la atención de sus clientes. Los acompaña hasta la puerta, los saluda.

“Yo creo que estar al frente de un restaurante es como tener invitados en tu casa todos los días. Hay que atenderlos bien, ofrecerles la mejor comida y de ese modo es fácil hacer amigos, como lo fue Tita Merello, como lo son tantos artistas y gente de todo el país que sigue viniendo cada año.” Luis tiene un recuerdo especial para Emilio Petcoff, maestro de periodistas, que durante largos años pasó los veranos en la costa, escribiendo notas de color que no pueden quedar afuera de ninguna antología de la crónica periodística. “Emilio también fue un gran amigo, una persona muy culta que en dos palabras te describía una situación, te la embellecía.”

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