SOCIEDAD › EL DRAMATICO RELATO SOBRE OTRA VIOLACION

La historia que nadie escucha

 Por Soledad Vallejos

Desde Comodoro Rivadavia

Piensa seguir pidiendo la interrupción del embarazo de su hija “por ella, porque ella dice ‘yo no lo quiero tener’”, porque “se acuesta y llora y dice por qué a mí, mami”. Matilda es la mujer menuda que se saca los anteojos para limpiarse las lágrimas que la arrasan cuando recuerda cómo se enteró de que durante años su esposo había abusado de su propia hija, hasta dejarla embarazada. María (el nombre es de fantasía) tiene 15 años y el 2 de febrero concurrió con su madre el Hospital Regional de Comodoro Rivadavia. “Porque ella venía descompuesta. Ahora pienso que ella me lo quería decir pero pensaría que yo no se lo iba a creer. Ese día fuimos a la guardia, la atiende una médica clínica. Está descompuesta, le digo. La médica enseguida le dice: ‘¿no estarás embarazada?’. Ella dice ‘no, nunca tuve relaciones’. La revisa la doctora, me llama a mí, que me había quedado esperando afuera, en la sala. Me dice ‘hicimos la ecografía, su hija está embarazada’. Cuando fui al consultorio, a verla, no estaba.” María había aprovechado los instantes de estar sola para escaparse. Así comienza una historia cuyo destino judicial recién empieza a andarse, luego de que las autoridades sanitarias de Comodoro Rivadavia, en lugar de acatar lo indicado por la Defensoría Pública, se dedicaran a interpretar el Código Penal: al pedido de interrupción del embarazo, el Hospital Regional no sólo respondió que al caso no aplicaba el aborto terapéutico, sino que además la adolescente violada recibió la prescripción de ingerir ácido fólico. Matilda, su madre, creía que se trata de un refuerzo para los huesos; recién ayer supo que era un complejo vitamínico para prevenir defectos congénitos. Matilda tampoco sabía que era posible pedir el aborto terapéutico. “Me enteré porque justo estaba el tema de la otra chica”, señala, en referencia a A. G. El paradero del violador, que ya es investigado penalmente, es desconocido desde que Matilda, al escuchar el relato de su hija, lo echó de la casa.

–¿Qué pasó luego de que María escapara del hospital?

–Lo llamo al padre (quien, en realidad, no es el padre biológico de la chica, aunque la reconoció como propia cuando era pequeña), le digo ‘se escapó, me dijeron que está embarazada’, y él me viene a buscar con la camioneta y vamos a buscarla. Ella después me dijo que se había escapado porque no quería enfrentarme a mí, no quería decirme de quién era. Nosotros la buscábamos por la playa. A ver si hace una locura, esa fue mi preocupación. Después ella me contó que corrió, corrió, corrió por el cerro, dijo, y decidió ir a casa una de amiga. Una hora y media después tuve un pálpito de que podía estar ahí ella, y la fuimos a buscar con mi marido. El nomás me decía “¿viste que te decía?”, porque hacía un tiempo había empezado “decile si no tiene novio, decile que se cuide si tiene novio”. Yo ahora calculo que eso fue más o menos hace el mismo tiempo que empezó la nena con la gestación. Cuando llegamos a buscarla, él le dijo “no llore, mi hija, ya va a pasar”. Ella no decía nada. Se subió a la camioneta, no dijo nada. Habrá pasado una semana; referente a eso no se habló nada.

¿Ella no contaba nada de los abusos?

Nada. Lloraba nada más. “¿Por qué llorás tanto?”, le decía yo; si ya está, ya está. Si fue de algún compañerito, algún novio que tenías, ya está. Pero no llores, vas a ver que cuando él sepa que va a ser papá se va a poner contento. El decía “ahora nos vamos a ir de viaje, y vamos a volver, donde comen tres pueden comer cuatro”, porque él es paraguayo y unos días antes, cuando empezamos con lo del hospital, había empezado con que quería que fuéramos todos a Paraguay, menos el más grande (N. de R.: los otros dos hijos de la pareja tienen 5 y 10 años). Ahora pienso que él quería hacer una vida normal así. Pero a la semana la llevo al médico, para que le hagan controles. El 11 de febrero fue. Ahí la nena vio la ecografía y se puso peor. “No lo quiero, mami, no lo quiero tener”, decía, fue un rechazo total. Nos fuimos en colectivo. Ella iba muy pensativa. A mí no me salía una palabra. No lo podía creer, porque ella siempre decía que no quería tener un chico de joven.

Al regresar a la casa, la adolescente pidió a Matilda una charla con ella, su tía y su hermano mayor. Quería decirles algo, pero no se animaba, explicaba. Sus hermanos menores jugaban en el patio. El marido de Matilda estaba en la calle, lavando la Toyota Hilux. Matilda recuerda y se quiebra en llanto.

Dice “papá abusó de mí”, y ahí nos enteramos todos, fue terrible. Y en ese momento dice “desde chiquitita lo hace”. Yo me quería morir. Digo cómo disimulaba tan bien, nunca vi nada en diez años conviviendo. Pero no lo dudo: le creo a la nena. Yo no trabajo, pero él hacía sus cosas cuando salía a hacer los trámites. Aprovechaba. “¿Por qué no hiciste nada?”, le digo, “porque no podía, me quedo dura, me pongo a temblar, no puedo hacer nada”. Ella calcula que esto es desde sus seis, siete años. A mí no me da detalles, dice que no quiere para que no me ponga mal yo; a la forense le voy a contar todo, dice.

¿Y él?

Mi hermana se lleva a los chicos, la nena se va con él. Yo salgo y lo enfrento. El me pregunta “¿qué pasa?”, porque yo di unas vueltas, tenía ganas de agarrar algo y darle, pero pensé y dije “no, lo voy a denunciar”.

¿Tuvo miedo?

No. Me dice qué te pasa. Vos sos el que abusaste de la nena, le digo, ella lo dijo. Por qué hiciste esto, le digo, yo te quería tanto. Y él lo negaba. “Cómo voy a hacer eso. Si hubiese hecho eso, me hubiese cuidado.” Siempre que peleábamos él se ponía colorado, pero esta vez se había quedado pálido, así que menos le creí.

Unos minutos después, Matilda tomó la decisión de echarlo; al día siguiente radicó la denuncia en la Comisaría de la Mujer. El 12 de febrero se realizó la demanda penal. “Yo antes decía que no quería que la nena abortara, pero porque pensaba que era de un noviecito que estaba embarazada. No sabía esto.” María insiste en que no quiere seguir adelante con la gestación; “me hablaba que había buscado cosas en Internet, que no sabía qué hacer, ‘yo, mami, tomé mucho alcohol, fumé’, me dijo.” Sobre el denunciado por la violación y el embarazo de María no pesa, siquiera, una medida judicial de exclusión del hogar.

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