SOCIEDAD › TECNOLOGIA OMNIPRESENTE, SEGUN SHILA VILKER

Vigilante, pero nada personal

 Por Soledad Vallejos

La investigadora Shila Vilker sostiene que no hay rincón, espacio o práctica a salvo. “Las tecnologías de vigilancia se han vuelto un fenómeno global cuya potestad no la concentra sólo el Estado. Esto lo vuelve un fenómeno más dramático, porque aparece una privatización y multiplicación del ejercicio del control. Lo dice también David Lyon: la vigilancia electrónica despliega un control que se da a todo nivel, y por eso afecta a toda la vida y sus dimensiones.” ¿Todas? “Todas.”

–¿Y qué pasa con esto en un contexto democrático?

–Es que, a su vez, la vigilancia como fenómeno global se ha vuelto totalizante o totalitaria, pero precisamente en el marco de los procesos democráticos. Por eso se observa un proceder pragmático y casi sin discurso que acompañe las medidas más regresivas. Muchas veces, sin que sea enunciado, esas medidas afectan los derechos individuales básicos.

–Inclusive en relación con quienes, supuestamente, no son los controlados, sino aquellos a quienes el control pretendería resguardar.

–Sí. Como instancia disuasiva, aparece en cierto sentido emparentada con la cárcel. Sin embargo, la dureza punitiva sólo afecta a las clases más desposeídas. La vigilancia electrónica se vive casi sin peso y como un suave control informal que nos afecta a todos. Por eso mismo hay que decir que se trata de controles mucho más sutiles y refinados, porque la vigilancia en la incertidumbre funciona en desconocimiento del momento en que se es mirado. Y eso sí es más amplio: no afecta sólo a las clases más bajas. El espacio público se ha vuelto panóptico general.

–¿Esa aplicación vigilante podría limitarse al uso de las cámaras, estén en espacios públicos o privados?

–No, no se pueden pensar estas nuevas tecnologías del control sin contemplar en el mismo registro los bancos de ADN para control de violadores, por ejemplo. En ambos casos, estamos ante el mismo caso: se despliega un mundo de tecnologías para enfrentar un mundo amenazante. Así, la tecnología promete soluciones y resulta tranquilizadora, pero las propias tecnologías introducen la ética del otro como mi posible enemigo.

–Pero a la vez opera una impersonalización cada vez mayor de ese control.

–En las cámaras de vigilancia se aceita la idea de que ya no existe la figura del semejante, como dice (el sociólogo autor de Pensar sin Estado) Ignacio Leucovich. En el mismo sentido, habría que pensar si las cámaras de vigilancia no están en consonancia con otros nuevos dispositivos de control como son el “estar visible o invisible” en los chats, y otros mecanismos que se usan como pruebas de trabajo en el marco del repliegue del mundo del trabajo al hogar. Nuevamente, surge allí la matriz visual de nuestra sociedad. Mientras se diluyen las fronteras tradicionales entre lo público y lo privado, el riesgo de la vigilancia se da al nivel de lo íntimo. Y desde ya, por otro lado ha desplegado un mercado fenomenal.

–Lo visual nunca se pierde como articulador.

–Para nada. Habría que pensar si las cámaras de vigilancia, como fenómenos centralmente ópticos, no están en relación con el despliegue de un mundo centrado en la imagen. Probablemente, nuestra sociedad del espectáculo no pueda trazar entre los hombres sino relaciones donde impere, en primer lugar, la visibilización. Después de todo, no hay más que imagen. O mejor, un orden centrado en la imagen.

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