SOCIEDAD

La esperanza desde un lugar inesperado

 Por Pedro Lipcovich

En la cuestión de la resistencia a los antibióticos, como en otras cuestiones, la esperanza suele venir desde lugares inesperados. En la Argentina, para dos enfermedades críticas como la tuberculosis y la infección por VIH, la resistencia a los antimicrobianos se mantiene dentro de niveles manejables, según comunican destacados especialistas de estas áreas. La enseñanza es que, con programas que excluyen la automedicación y el uso inadecuado de los antimicrobianos (y con medicamentos que se usan en seres humanos y no en cría industrial de animales), el sistema de salud lograó lo que también deberá ser capaz de lograr para los antibióticos en general.

“Ciertamente, la tuberculosis multirresistente es una amenaza mundial –empieza por advertir Domingo Palmero, jefe de neumonología del Hospital Muñiz y consultor de la OMS en tuberculosis multirresistente–. En América latina, los países más afectados son Perú y Ecuador. En la Argentina, el problema es menor: se diagnostican unos 120 casos nuevos por año, con tendencia decreciente, sobre un total de once mil casos nuevos de tuberculosis; esto se halla por debajo del promedio internacional, que es del dos por ciento. Se registran cinco o seis casos anuales de la tuberculosis extensamente resistente, refractaria a casi todos o todos los medicamentos.”

“Entre 1995 y 2000 se presentó, especialmente en el Hospital Muñiz, un brote de tuberculosis multirresistente, que quedó atrás gracias a medidas de control que incluyeron: diagnóstico rápido, provisión de medicamentos adecuados y aislamiento transitorio de los pacientes. Actualmente, un comité de expertos monitorea el cumplimiento del Programa Nacional de Tuberculosis, que provee los medicamentos. Cuando cualquier médico del país consulta por un caso, en 48 horas se le contesta y en menos de una semana tiene en su provincia los medicamentos para tratar al paciente”, detalló Palmero.

En cuanto al VIH-sida, Pedro Cahn –jefe de infectología del Hospital Fernández y ex presidente de la Sociedad Internacional de Sida– explicó que “la generación de cepas resistentes en VIH se vincula con la falta de adherencia a los tratamientos, que afortunadamente disminuyó en los últimos años: en 1996 se requerían regímenes muy complicados, con gran cantidad de pastillas en el día; hoy las terapias son más sencillas y tolerables, la resistencia se redujo y aparecieron nuevos antirretrovirales para las cepas resistentes. En VIH no hay automedicación y los antirretrovirales no se usan para mejorar la pechuga de los pollos”.

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