SOCIEDAD › DANIEL MOSCA, EXPERTO EN CATASTROFES

“Se sienten en peligro constante”

Daniel Mosca es uno de los especialistas de casos de catástrofes. Coordina el equipo de Efectores Humanos del SAME y el Servicio de Estrés Traumático del Hospital Alvear. Desde allí viene trabajando con una nueva hipótesis que aparece como emergente de la crisis: la incidencia social de lo que define como microtraumas cotidianos. Esa categoría incluye distintos tipos de traumas como robos o secuestros, pero sobre todo aquellos más imperceptibles como “el bombardeo de información” o de imágenes. Para los especialistas, la suma de todas estas situaciones provocan efectos en la trama social y no sólo en quienes han resultado víctimas. Mosca describe algunos síntomas y advierte sobre los peligros.
–En realidad cualquier situación traumática puede despertar a largo o mediano plazo distintos tipos de sintomatologías. Todas las situaciones de violencia, donde está en juego la inseguridad, un robo, una toma de rehenes, un asalto o un cajero generan sintomatologías que se pueden advertir en un período corto, muy breve, de horas, o a los meses, o con lo años.
–¿Este tipo de efectos traumáticos sólo se dan entre las víctimas directas?
–Los testigos directos pueden desarrollar cuadros postraumáticos, típicos de todo testigo de un hecho, pero además el bombardeo constante de información o la sensación que despierta en todos vivir situaciones extremas generan cuadros que no tienen que ver con lo postraumático pero que se manifiesta como apatía, desgano o desinterés. El paciente deja de tener ganas de hacer las cosas que venía haciendo sin darse cuenta.
–Quienes han atravesado situaciones de violencia como un secuestro hablan del miedo como efecto o de distintos tipos de fobias. ¿Son normales estos estados?
–Entre los primeros síntomas que se advierten aparece el miedo, la ansiedad, un estado hiperalerta, falta de sueño, falta de concentración, todos son fenómenos del tipo postraumáticos. En segunda instancia se da lo que nosotros llamamos “evitativo”, es una conducta que tiende a evitar volver al lugar del hecho traumático. Si fue asaltado en un banco, evitará volver al lugar, por ejemplo; pero también se da una tercera alternativa postraumática, que son conductas reexperienciales, es decir repiten la experiencia del trauma como en una película. Ver una foto del hecho o un video que revive lo que pasó como si fuera una película que devuelve a la persona todo el tiempo al lugar del hecho. Y la persona piensa que ese estado de alteración es una situación borde o de locura.
–Las personas contactadas por Página/12 no han hecho tratamientos después del secuestro. ¿Esto suele ser habitual?
–Justamente lo que intentamos hacer desde el SAME y desde el Alvear es terminar con esa suerte de folklore que siempre existe sobre estos temas: porque ahí está el error. ¿Qué significa eso? Que una persona no se hace atender porque cree que es normal que después de un hecho traumático le ocurra tener miedo o estar mal, por ejemplo. Pero esto es normal en el corto tiempo, pero después no lo es, y es peligroso.
–El secuestro, distinto a otro tipo de práctica del delito, parece dejar al sujeto sin control sobre sí y a merced de otro absolutamente omnipotente. ¿Esto se advierte también en la sintomatología?
–No. Los efectos sintomatológicos de un secuestro son iguales a los de cualquier otro trauma. Lo que define el síntoma no es el tipo de accidente o de hecho, sino la frecuencia, la intensidad o la duración del estímulo al que la víctima estuvo sometida. Un secuestro, el caso del accidente de LAPA o la voladura de la AMIA son todas situaciones traumáticas, en ese sentido son iguales, se caracterizan justamente porque uno no está manejando la situación, la situación se le escapa de las manos y ya no tienen control sobre el cuerpo propio.
–Después de una situación traumática como las que viven los secuestrados, el otro, cualquier otro, se vuelve sospechoso o una amenaza constante para el sujeto. ¿Cómo incide esto, a nivel social?
–Después de una situación de violencia, con todo esto que pasa, uno se siente en peligro constante. Quien tuvo agresión directa le va a pasar más, pero nos está pasando a todos, las caras hostiles y lánguidas que hay en Buenos Aires no estaban hace cinco años. Estos síntomas no se manifiestan como sintomatologías postraumáticas habituales pero lo son: la apatía, el desgano o el desinterés hacen que la gente de a poco vaya dejando las plazas, las visitas a los amigos, el country. Esto es sobre lo que nosotros estamos alertando que está pasando hoy y lo que llamamos como producto de los microtraumas cotidianos. Por eso estamos diciendo que hay que rearmar los lazos sociales cuando esos lazos deberían ser las garantías mínimas de lo social.

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