SOCIEDAD › CRóNICA EN EL BARRIO DE MORENO

Sin agua, sin chapa

 Por Soledad Vallejos

“Es pino esto. Prende al toque y saca chispa. Por eso hay que vigilarlo”, explica Lourdes cuando termina la tarde. La luz natural huye de La Victoria, uno de los barrios del sur de Moreno devastados por el temporal la semana pasada. A diferencia de lo que sucede en el centro de Moreno, o en calles del barrio Rififí que concentran comercios a lo largo de dos o tres cuadras, la energía eléctrica es un bien tan escaso como el agua, como las chapas de zinc para techar. Por eso la noche huele a humo: aquí, en La Porteña, en Cascallares, en Las Piñas, lo único que corta la oscuridad son las fogatas alimentadas con ramas caídas durante el temporal. Vecinas y vecinos se turnan para armar grupos y vigilar que el fuego no se desmadre, que las chispas no salten a las casas, que los restos del tendido eléctrico no terminen aún más dañados. De todos modos, el regreso de la electricidad parece lejano: Edenor, contaron todos los entrevistados a este diario, les comunicó que no reestablecerá la red en sus barrios porque hace unos días una cuadrilla fue robada.

“Por estar sin luz la sala se abrirá a las 8.00 y se cerrará a las 17, hasta que tengamos luz nuevamente”, reza una cartulina manuscrita en la puerta de la salita. A una cuadra, allá donde la calle Guido Spano se convierte en un camino de tierra, Vanina toma mate con su marido Claudio y algunas vecinas cerca del árbol que hace una semana partió al medio la casita de madera. “Hoy fui a la Municipalidad a pedir ayuda. A pedir que nos ayudaran a sacar lo que queda del árbol. A pedir chapas. Porque viernes y sábado estuvieron repartiendo agua, chapas de cartón, pero no nos sirve.” Claudio va hacia la zona del árbol, revuelve, toma una “chapa de cartón” y regresa: es cartón negro, prensado, acanalado. Porque eso no resistiría ni una garúa intensa, Vanina está preocupada. “No tengo tele, radio, nada, decime: ¿va a llover mañana? Me dijeron que viene otro tornado.”

La escasez de chapas auténticas, metálicas, resistentes al agua, es un eje de conflicto en el barrio. María, una de las vecinas en la ronda de mates, cuenta que “hubo listas, nadie sabe quién anotaba, dónde, cuándo. Pero los gendarmes vinieron el sábado y repartieron a gente que no necesitaba”. “Allá”, dice, y señala a campo traviesa más allá de la canchita de fútbol donde algunos chicos exprimen los últimos minutos de luz. “Allá hay alguien que pidió chapas y no las necesita, porque tiene casa rica, con losa, y ahora vende las chapas a 100 pesos. La conocemos todos.” Por eso, aunque hoy mismo no les sirvan, Vanina y Claudio guardan celosamente las “chapas de cartón”. “Para algo van a servir”, se esperanza ella; él asiente. Claudio no pudo volver a trabajar desde el tornado: tiene miedo de dejar sola a su familia, de dejar la casa y “que pase algo”.

Viernes y sábado, ratifican los vecinos, camiones de la Municipalidad repartieron agua: “un pack de seis” litros o si no un botellón de cinco. Pero no alcanza. Patricia, que en estos días logró techar nuevamente “todas las piezas”, que se colgó de un poste de luz aunque fuera peligroso “porque no podíamos más seguir así, están los chicos”, saca la cuenta. Todos esos litros de agua se van en una jornada: “Leche de sachet no se consigue porque no hay electricidad y no podés guardarla. Entonces tenés que usar en polvo. Lleva agua. El mate cocido lleva agua. Lavar algo, necesitás agua. Lavarte un poco así, agua. Todo agua”.

Lo difícil de las noches es la incertidumbre. Las velas, que llegaron a venderse a veinte pesos el paquete de cuatro, duran poco y traen riesgos. Hace sólo tres días, en plena noche se incendió una casilla por un accidente con velas. Pero además se suman los fantasmas de los saqueos y las irrupciones en las casas. Desde la noche del jueves pasado, en que un grupo intentó saquear un supermercado en el centro de Moreno, las historias de robos se multiplican. “La gente anda robando. A un vecino le quisieron entrar. Y no es cuento: yo lo escuché”, cuenta María. Más tarde, frente al descampado que Vanina refiere como “lo que era la quinta de Rosas”, su vecina señala hacia el lado del río y cuenta que cuando está oscuro “de allá corren tiros”. “A otro vecino hubo gente que se le metió en la casa por las chapas.”

Mariana y Lourdes, su madre, todavía no terminaron de embolsar la ropa porque “dicen que hoy llueve”. Su casa sigue teniendo el cielo por todo techo: la Municipalidad no les dio chapas, “y hoy cuando fuimos con otros vecinos a hablar nos dijeron que ya no nos van a dar nada porque nos quejamos de que nos dieron chapas de cartón”, explica Lourdes. Entretanto, el mercado se impone: “Ya te cobran 400 para techarte y 50 para (colgarse de) la luz, y 20 para cargar la batería del teléfono”.

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