SOCIEDAD › LAS DISTINTAS PROPUESTAS

Manos a la obra

 Por Soledad Vallejos

Hace al menos 15 años que montar muestras y nada más no es opción en museos altamente visibles de Buenos Aires, como el de Arte Decorativo o el Bellas Artes. Pero claro: a los públicos, que pueden ser tan plurales como las ganas de aprehender algo nuevo sin saber bien qué, hay que imaginar qué ofrecerles. No es imposible pero hay que prestar atención. “Las cosas van cambiando, los centros de interés van cambiando, y uno tiene que tener un diapasón para ir detectando eso”, señala Elida Masson. Como responsable del Departamento de Extensión Cultural del Museo Nacional de Arte Decorativo (Avenida del Libertador 1902), Masson no pierde de vista que las entradas a las salas pueden tener mil excusas diferentes, y que además de la cuestión social, eso puede redundar en beneficios cuantitativos para la institución. En el caso particular del lugar que fuera la casa de la familia Errázuriz, por ejemplo, sucede que el acceso a los talleres depende de aranceles que recauda la Asociación de Amigos del Museo, y que luego se aplican a necesidades puntuales. Por eso, explica Masson, “es muy importante para nosotros la fuente de recursos que nos da esa oferta”, que va desde cursos más bien tradicionales, como los de Historia del Arte y Artes decorativas, hasta talleres tan de manos a la obra como el de reciclado de muebles y tapicería, el de técnicas del vidrio o el de restauración de porcelana (y la lista está lejos de ser exhaustiva).

En el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA, Avenida del Libertador 1473), al menos 500 personas pasan cada año por el gran hit de la oferta de cursos: el de Historia General del Arte, que desmenuza etapas en módulos de dos o tres meses y ya se ha convertido en clásico de cada año. El resto de la oferta, que puede ir variando de año en año, y se conforma por una programación “de verano” y otra “anual”, congrega otros 500 interesados en “arte, literatura, música, cine, indumentaria”, explica Sol Abango, de la Asociación Amigos del MNBA, que es responsable directa de coordinar estas actividades.

Como en Arte Decorativo, en Bellas Artes, quienes concurren en mayor número a los cursos y talleres son mujeres, aunque las edades son de lo más variadas y abarcan todas las etapas vitales y de formación. El fuerte en Historia del Arte está en los mayores de 50. De todos modos, “estudiantes, profesionales, jubilados” contestan, al cabo de cada ciclo, una encuesta de la que los organizadores de los cursos toman sugerencias, “a veces temáticas y a veces por franjas horarias, aunque tenemos la limitación de que sólo tenemos un auditorio grande, con capacidad para 300 personas, y otro que usamos para seminarios y actividades más puntuales, que tiene capacidad para 30 personas”. En cualquier caso, el horario central en el museo de Recoleta es claramente el que va entre las siete de la tarde y las nueve de la noche, quizá por coincidir con el fin de la jornada laboral y ubicarse, estratégicamente, antes de la comida.

En Arte Decorativo, evalúa Masson, la oferta de talleres y cursos cuenta con una ventaja: “tenemos un público cautivo”. “Aunque programamos para público en general, como todas las instituciones, tenemos uno cautivo”, cuyos intereses y gustos son más sencillos de monitorear. Por eso saben, por ejemplo, que el curso de tapicería y reciclado de muebles es el éxito más perdurable, a tal punto que llega a tener lista de espera durante meses (“y hay gente que espera hasta tres años”), porque por las características mismas del dictado de clases los grupos tienen que ser reducidos. Masson aventura que tanto ese curso como “todo lo que sea restauración” tienen tan fuerte “gancho en la gente” debido a que “está de moda lo vintage”.

“No hay certeza de qué va a funcionar, en realidad: se va probando”, explica Abengo, de Bellas Artes, donde la demanda que más creció en los últimos años fue la de todo lo relacionado con el arte contemporáneo.

Más que una crisis de público, Masson cree que puede hablarse de “una renovación del concepto de museo” que puede rastrearse también “en los gift shops, o en algún stand donde pueden comprarse cosas relacionadas con el patrimonio”. “El concepto va cambiando y uno se tiene que poner al tono”. Por eso no falta mucho para que en las salas del que fue hotel particulier de los Errázuriz, por ejemplo, estén por aparecer las pantallas táctiles.

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Imagen: Bernardino Avila
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