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Un encuentro con el acusado

Los dos jóvenes se encontraron con el acusado poco antes de iniciarse la causa judicial, en 2000. El sacerdote Luis Casalá, quien en ese entonces era la máxima jerarquía de la Congregación de Hermanos Marianistas en el país, los contactó con Fernando Picciochi. “En el 2000 fui al colegio a contar lo que me había pasado con Picciochi. Me recibieron las máximas autoridades. El padre Casalá, el padre Alfonso Gil (falleció el año pasado) y el rector, que era un laico, Gustavo Magdalena. Se sorprendieron con lo que les conté y también con mi intención de llevar el tema a la Justicia. Después, por gestión de Casalá, Eduardo y yo nos encontramos con Picciochi en el estudio jurídico de un abogado amigo suyo. Este señor Picciochi recordaba los abusos contra mí pero no contra Eduardo. Dijo que yo había sido un caso paradigmático, habló de una suerte de enamoramiento, hacía hincapié en que me admiraba. Le mencionamos los abusos hacia los otros compañeros y dijo que no los recordaba. Dijo que no era un abusador porque ahora era homosexual y que nosotros no teníamos derecho a arruinarle la vida”, contó Quattromo. Cuando fue indagado, Picciochi negó los hechos y los acusó de fabular o querer obtener dinero.

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