SOCIEDAD

Los antecedentes

 Por Mariana Carbajal

A los dos días de ocurrido el abuso sexual que sufrió Marcos por parte de un cura de la diócesis de Quilmes, un tío del chico, que es diácono, le comentó el hecho al presbítero Daniel Roberto Sanz en la capilla Rosa Mística, de Quilmes, según él mismo reconoció ante el fiscal Pablo Pérez Marcote, titular de la UFI 8, que llevó la investigación de la causa penal que se abrió tras la denuncia del hecho. Sin embargo, de acuerdo con el testimonio de la madre de Marcos, Beatriz Varela, Sanz “omitió” en su declaración un dato muy importante: al diácono le aseguró “que hubo dos casos (como el que sufrió Marcos) en San Cayetano (la parroquia donde oficiaba Pardo) y uno en Carupé (otra iglesia de la diócesis)”. Otro religioso que habría protegido al cura Rubén Pardo en la Justicia es el padre Isidoro Psenda. La madre de Marcos lo fue a ver en su momento, a poco de ocurrir el hecho, y según su declaración, Psenda le dijo que “antes de que Pardo sea ordenado como cura, tanto él como otros sacerdotes habían hablado con el obispo (Jorge) Novak (antecesor de Stockler) para que no fuera ordenado”. En sus averiguaciones, la madre de Marcos constató que previo a ingresar a la diócesis de Quilmes, entre 1989 y 1992, Pardo perteneció a la Asociación Ministros de los Enfermos, Religiosos Camilos, con sede en Avalos 278, de Capital Federal. Al ser consultada por la UFI 8 de Quilmes, la entidad confirmó el dato a través de un escrito y respondió que los compañeros de esa época de Pardo refieren que el sacerdote denunciado “no tenía condiciones para la convivencia religiosa”, sin más detalles. De esa Asociación, Pardo fue expulsado.

Pardo se había formado en el seminario de Berazategui, dirigido en ese momento por el padre Marcelo Daniel Colombo, quien estuvo por muchos años al frente de la Catedral de Quilmes y el año pasado fue nombrado obispo de Orán, en la provincia de Salta. El 3 de septiembre de 2003, Colombo fue citado a declarar en la causa penal y afirmó que en marzo de aquel año –es decir, siete meses después de producido el abuso denunciado– había ido a ver a Pardo por orden del obispado y que el cura “le admitió al declarante haber tenido ese encuentro con el hijo de la señora...”, según consta en el expediente al que accedió Página/12. El fiscal le preguntó qué había dicho exactamente Pardo, y Colombo respondió: “Nos tocamos”. Colombo aclaró que ante “el pudor” que sintió por la conversación “no quiso seguir preguntándole sobre el tema”. No fue lo único que reveló Colombo: dijo que en sus años de seminarista Pardo tenía “conductas raras” y “una forma irreverente e insolente”. “Había siempre comentarios de la insolencia y violencia verbal de Pardo y sobre sus modales”, agregó.

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