SOCIEDAD › OPINION

Cuando el abuso se hace canción

 Por Mariana Carbajal

Con espanto me enteré hace pocas semanas que los coordinadores de una empresa de turismo estudiantil que lleva grupos de egresados a Bariloche les enseñan a los estudiantes canciones que incitan a la violación de sus compañeras. Los chicos y las chicas las aprenden velozmente y las cantan enardecidos, como suele ocurrir en ese tipo de viajes. Algunos dirán... “pero es sólo una canción”. A mí me horrorizó igual. O justamente por esa razón. Porque la canción banaliza la gravedad de un hecho como es una violación, y a la vez transmite la idea de que no importa si la chica quiere o no tener relaciones: lo que prima es el deseo del varón y si le dicen que no, tiene la posibilidad de actuar por la fuerza imponiéndose sobre el cuerpo de la amiga. La letra dice así: “Para venir a Bariloche hay que enfiestarse bien / Y comprar Tulipán para coger / Y si las chicas y si las chicas dicen no / No me importa, existe la masturbación / Y si los chicos y si los chicos dicen no / No me importa, existe el consolador / Y si las chicas y si las chicas dicen no / No me importa, existe la violación / Y si los chicos y si los chicos dicen no / No me importa, existe el coordinador / Y si todos y si todos dicen no / No me importa, porque estoy en Bariló”.

Hay letras de tango, de reggaetón y de otros géneros musicales, de todos los tiempos y actuales, que legitiman la violencia hacia las mujeres, la justifican, y lo hacen seguramente con más poesía que esta porquería que se canta en Bariloche. Siempre son repudiables estas expresiones (“¿artísticas?”), porque contribuyen a fomentar una cultura que discrimina a las mujeres, que las ubica en el lugar de posesiones de los hombres, al punto de que hay muchos que creen que pueden apropiarse de los cuerpos y de las vidas de mujeres, como ocurre, lamentablemente con tanta frecuencia en nuestra sociedad. Pero es tal vez más preocupante que en una canción preparada para que estudiantes la canten en un contexto de alegría –como es un viaje de egresados– se celebre la violación como una conducta positiva, una alternativa a tener en cuenta cuando una chica no accede a una propuesta para tener relaciones sexuales.

La violencia sexual es una de las formas de la violencia de género, cuya expresión más extrema es el femicidio. Cada 30 horas una mujer es asesinada en la Argentina por el hecho de ser mujer. El machismo mata. El nombre de Melina Romero se sumó este año a la larga lista de femicidios de 2014: fue asesinada después de resistirse a ser violada por un grupo de conocidos, según contó una testigo clave del hecho por el cual están detenidos cuatro varones, entre ellos dos adolescentes de dieciséis y dieciocho años. Y las coberturas mediáticas hicieron bastante por justificar la forma en que terminó sus días esta adolescente, que había ido a una disco a festejar su cumple número diecisiete. Desde el seno de nuestras familias, desde las aulas escolares y los medios de comunicación debemos combatir esa cultura machista y patriarcal, que considera que hay chicas que “nacieron para putas”. “Puta”, “violada”: así le gritaron más de una vez, para humillarla, a una de las adolescentes de Lomas de Zamora que denunció que fue abusada en una fiesta de cumpleaños.

Debemos transmitir la idea fuertemente de que se debe respetar el consentimiento en una relación sexual, que cuando una joven “dice sí es sí” y que cuando dice que “no es no”. Es fundamental que los hechos que se denuncian no queden impunes y que se implemente un plan nacional para prevenir, sancionar y erradicar la violencia de género que abarque a todas las provincias, con presupuesto apropiado, como marca la Ley 26.486, sancionada en 2009.

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