SOCIEDAD › ABRIRSE PASO EN UN MUNDO DE VARONES

Profesoras en el taller

 Por María Fernanda Rezzano

Claudia Moreno es docente y da nueve materias (“aunque podría dar 43”, dice) en la Escuela Técnica de Morón número 8. Además es egresada de la escuela técnica de electrónica orientada a radares en Merlo. De chica, Claudia desarmaba todo lo que encontraba a su paso para “entender su funcionamiento”. Un día, mientras en su casa decidían a qué colegio iba a ir, descubrió que existía la orientación en electrónica y buscó por todos lados una técnica a la que pudieran ir estudiantes mujeres.

“Había once primeros, en los que éramos sólo dos chicas”, cuenta la docente. Moreno recuerda que si bien no le pasaba en todos lados, la mayoría de los profesores le preguntaban en plena clase por qué no se “iba a lavar los platos o a hacer cosas de chicas”. Claudia escuchó muchas veces en sus inicios que “la técnica no es para mujeres” y recibió “tareas pesadas” que le asignaban para que se arrepintiera “de su elección” por ese ámbito reservado a los varones.

Así que Moreno aceptó el desafío de una sociedad que se resistía a la presencia de las mujeres en la técnica, durmió “menos horas que el resto”, trabajó el doble y se convirtió “en abanderada por 6 años consecutivos” hasta que egresó convertida en técnica electrónica.

Fue entonces cuando comenzó otro “desafío, el de trabajar en las industrias siendo una mujer”, explica. Según la docente, “una de las empresas a las que quise entrar no me tomó porque supuestamente no había baño de mujeres. Otras veces mis compañeros me miraban con recelo por ser una mujer en esos ambientes”. Moreno intuye que, quizás, el agravante era “que era una mujer que hablaba, tenía ideas y opinaba”, apunta. Sin embargo, Moreno “volvería a elegir mil veces” lo que eligió porque se formó “en todos los aspectos para abrirse paso en la vida, algo que una no debería necesitar pero que siendo mujer en entornos machistas necesita desarrollar”.

En la técnica número 25 de Balvanera, Sandra Rodríguez es docente de tornería. Ella recuerda que su deseo por asistir a la técnica surgió al frecuentar la escuela desde chica, junto a su madre, que trabajaba allí como portera. En su pasaje por el colegio, Rodríguez veía todas las maquinarias y el trabajo que llevaba operarlas. En la secundaria técnica, Sandra “trabajaba en los talleres a la par de un hombre, cambiando platos y levantando objetos pesados como cualquiera de los estudiantes”.

Rodríguez siente que “usar el overol es un orgullo” y trata de que sus estudiantes mujeres sepan que tienen las “mismas posibilidades de un hombre para manipular las maquinarias y desenvolverse como técnicas”. Para la docente, no hay que “tratar con mayor delicadeza a las chicas, sólo conocer sus reales limitaciones físicas ligadas al levantamiento de peso y nada más”. De esta forma, desde la docencia se evita la discriminación positiva y se ayuda a las chicas a conocer “sus posibilidades y limitaciones como pasa con cualquier estudiante”.

A Sandra, que transitó el mismo colegio en el cual da clases pero en los 90, no le resultó tan machista el tránsito por la escuela como “el pasaje por algunos ámbitos laborales o de formación profesional posteriores al colegio”, como cuando hizo un curso de plomería. Pero en la mayoría de los espacios, consideró, “un carácter fuerte y decidido ayuda a demostrar que ser mujer no quiere decir que se necesite ayuda o que no seas apta para ese puesto sino solamente eso: que sos una técnica mujer”, concluyó.

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