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Domingo, 3 de marzo de 2002

SURGE UNA DOCTRINA PARA AISLAR LAS CRISIS

El nuevo aislacionismo

En la época de Bill Clinton se daba por sentado que una crisis en un país de la economía globalizada repercutía en todos. Ahora, Paul O’Neill lo pensó mejor.

Por Claudio Uriarte

De la declaración de Paul O’Neill el jueves 21 en el sentido de que “Argentina entró en problemas sola y debe salir sola” a la autosatisfecha constatación por Alan Greenspan el miércoles 27 de que la crisis argentina “no se ha contagiado a ninguna parte” emerge nada menos que un nuevo cuerpo de doctrina estadounidense radicalmente distinta a los años y problemas de Bill Clinton: el aislacionismo económico. Podría denominárselo como “globalización en un solo país”. Porque tanto el secretario del Tesoro norteamericano de George Bush como el también republicano titular de la Reserva Federal –que insiste contra toda evidencia que “la recuperación norteamericana empezará en abril”– integran un nuevo consenso de Washington –que desde luego se extiende al Fondo Monetario Internacional– de acuerdo con el cual las crisis nacionales pueden y deben ser aisladas y la ayuda no fluirá a menos que la nación en crisis revista una fenomenal importancia estratégica –como Turquía, un miembro clave de la OTAN–.
La teoría y praxis de este nuevo modelo pueden deducirse de unas declaraciones recientes al New York Times de John Taylor, segundo de Paul O’Neill. Según Taylor, las crisis de ahora –en contraste con las de la época de Clinton– tienen muchas menos posibilidades de desbordar sus fronteras nacionales, debido a una mejora de las técnicas de investigación sobre la confiabilidad crediticia de las economías emergentes. Por lo tanto, no tiene sentido salir al rescate de la Argentina. “No se puede seguir teniendo enormes paquetes de rescate, de tamaño elefantiásico”, ilustró. Taylor también dice que, en lugar de intervenir en una crisis, Estados Unidos y otros aliados deben trabajar en la mejora del flujo de información entre los tomadores de crédito y los prestamistas internacionales. “Lo que hemos estado tratando de hacer es encontrar un modo de aclarar cómo funcionan esos mercados”, sostiene. De ese modo, los prestamistas privados se sentirán más tranquilos prestando, y el dinero fluirá a tasas de interés más bajas.
Desde luego, esta posición de “Fortaleza América” caería en pedazos si el país en crisis tuviera fuertes vínculos comerciales con la Fortaleza, como es el caso de México y como no es el caso de la Argentina, y lo que explica por qué Estados Unidos impulsó un tratado de libre comercio y salió al rescate de México pero no impulsará un tratado de libre comercio ni saldrá al rescate de la Argentina. Pero la fortaleza, dentro de los límites estadounidenses, es perfecta y completa, y no sólo en términos materiales sino ideológicos y académicos: si Larry Summers, el secretario del Tesoro de Clinton, estudió en su momento con Stanley Fischer, número 2 del FMI de 1994 a 2001, Taylor compartió ocho años en la Universidad de Stanford con Anne Krueger, actual reemplazante de Fischer y que parece competir con O’Neill en calidad de enemigo número uno de la Argentina. La recesión norteamericana sólo puede reforzar este aislacionismo.
Por supuesto, el aislamiento de la crisis argentina puede ser una quimera o el efecto de una demora: Brasil, para empezar, está muy preocupado, y nadie cree que las insistentes exhortaciones de Fernando Henrique Cardoso y Celso Lafer a que haya un salvamento internacional para este país nazcan del desinteresado interés por el prójimo, como nadie cree que en que ellos crean que la crisis argentina haya sido efectivamente aislada. Pero si no es así, faltará tiempo para que la novedad llegue a EE.UU., y para entonces será tarde.

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Paul O’Neill, secretario del Tesoro norteamericano.
 
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