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Domingo, 21 de diciembre de 2003

Enfoque. “Primo manggiare e doppo filosafare”

Por José Luis Di Lorenzo *

La necesidad de explicitar un plan económico expresada por el establishment esconde la idea central de los ‘90: lo político debe estar subordinado a lo económico. La estrategia es simple, la sola presentación de un plan de mediano-largo plazo que necesariamente debe incluir opciones de política de precios e ingresos le permitiría a la derecha liberal obtener un flanco de crítica a la administración del presidente Néstor Kirchner juzgando lo que haría en el futuro y no el actual set de políticas.
Esta posición no es nueva. Durante le convertibilidad, la lógica de lo político se subordinó por completo a la lógica financiera: la acumulación de dinero sin pasar por la producción. La política dejó de existir como espacio social autónomo, con su propia lógica. Mediante el corsé de la convertibilidad, el Estado se comprometió a mantener la paridad 1 a 1. Las privatizaciones y el endeudamiento público permitieron la reproducción de la lógica económica: sin los dólares de la venta de los activos del Estado y de la deuda pública no se habrían podido mantener los déficits persistentes en la cuenta corriente. Pero eso tenía un límite, porque en la globalización financiera no todos los países tienen igual posibilidad de mantener déficit externos y déficit fiscales persistentes sin provocar una estampida contra su moneda o su deuda pública. Este privilegio, por el momento lo guarda Estados Unidos, y la Argentina a pesar de ser el mejor alumno subdesarrollado del régimen financiero, ni remotamente puede alcanzarlo. Aquí, los tenedores de deuda argentina y de activos en pesos convertibles fueron más impacientes a la hora de evaluar los fundamentos reales de la capacidad de pago del país. El mejor profesor, el FMI, no tardó mucho en reconocer su error y cerrar el grifo del endeudamiento.
A partir de allí, el colapso definitivo de la convertibilidad puso en jaque la reproducción tanto del orden económico, como del político y de la población misma. A excepción de los grupos que exportan commodities y/o sustituyen importaciones, el poder económico se encontró con la imposibilidad de acumular dólares; tras la crisis financiera, la imposibilidad de devolver los depósitos cuestionó la base ideológica del orden político y económico liberal: la propiedad privada. En fin, la devaluación impidió la reproducción de la población que es la fuerza de trabajo sobre la que se sustenta el orden económico y la fuerza de poder sobre la que se sustenta el orden político.
Con la asunción de Kirchner a la presidencia ha comenzado a transitarse un camino de recomposición de la autonomía de lo político, reconstituyendo su legitimidad, su soberanía y las formas fiscales. Esta recomposición se realiza velozmente en el plano de la legitimidad, mediante la depuración de la Corte Suprema de Justicia, la decapitación de la cúpula militar, la posibilidad de juicio (territorial o no) de los militares responsables de la violación a los derechos humanos, el ataque frontal a algunos bastiones emblemáticos de la corrupción como el PAMI, o una mayor elasticidad en la política exterior. El mantenimiento de las retenciones a las exportaciones y el plan antievasión son las bases sobre las que se sustenta la capacidad fiscal. La firmeza que se observó en la reconstitución del orden político contrasta con la parsimonia en materia de reactivación de la economía, donde los nuevos vientos no parecen soplar con tanta intensidad.
Esto se relaciona con que tanto el Gobierno como el establishment están interesados en mantener el status quo, aunque por diferentes razones. Por un lado, el Gobierno enfrenta la renegociación de la deuda de una amplitud y complejidad inédita, no sólo en la historia nacional, sino mundial. Introducir reformas de importancia al marco de la política económica que frenó la debacle, y que ha mostrado eficacia en la alineación de expectativas llevaría supuestamente a complicar la renegociación de la deuda. Por su parte el establishment financiero es consciente que dada la amplitud de la crisis, todo cambio de política que busque consolidar larecuperación de la economía se debe hacer necesariamente sobre el sector ampliamente privilegiado en los ‘90, ellos mismos. Pero hasta ahora nunca se salió de una crisis deflacionista de cuatro años a partir de transferencias al sector financiero y suba de tarifas. Como resultado, la economía continúa en el impasse. Pero con esta política de “distintas velocidades”, el Gobierno corre el riesgo de que una economía anémica debilite la reforma política y termine por quitarle la base de sustento a una serie de impulsos cuya dirección es compartida por la mayoría de la población.
No debemos olvidar que los planes sociales están lejos de atenuar la fuerte redistribución regresiva de ingresos resultante de 11 años de convertibilidad y de dos años de colapso. En ambos casos, la tolerancia puede ser bastante maleable, pues, como decía un filósofo italiano, la propia condición humana establece prioridades: “primo manggiare e doppo filosafare”.

* Presidente del Instituto para el Modelo Argentino.

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