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Sábado, 24 de diciembre de 2005

PERDIDA DE RIQUEZAS Y MOVILIZACION DE RECURSOS

Trabajadores desaprovechados

Debido a las malas políticas económicas de la década pasada, se perdieron casi tres años completos de la riqueza que es capaz de producir el conjunto de la sociedad argentina.

 Por  Por Ricardo Aronskind* y Julia Cajal Grossi**

“El trabajo anual de cada nación es el fondo que en principio la provee de todas las cosas necesarias y convenientes para la vida, y que anualmente consume el país. Dicho fondo se integra siempre, o con el producto inmediato del trabajo, o con lo que mediante dicho producto se compra de otra naciones.”

Así introduce su obra más famosa, La riqueza de las naciones, el autor a quien con más frecuencia se le ha imputado la paternidad de la economía moderna, Adam Smith. Desde esta tempranísima certeza de la economía clásica, se desprende el papel que desempeña el trabajo en la producción material de la vida tanto individual como social. Y, en este sentido, la capacidad de movilización del trabajo humano se torna uno de los núcleos fundamentales de la prosperidad de las naciones.

Sin duda, esta relectura de la obra de Smith merece alguna atención, si se la encara desde una Argentina que hace ya más de una década exhibe indicadores de desempleo y subempleo extraordinariamente elevados, tanto en el marco de las comparaciones internacionales –e incluso latinoamericanas– como en relación con la propia historia nacional.

Desde una perspectiva que oscila entre lo estrictamente económico y lo meramente intuitivo, cada trabajador que no ingresa a la producción se constituye inmediatamente en una fuente de riqueza inutilizada, es un potencial de progreso que la organización económica vigente no es capaz de aprovechar.

Este trabajo intenta medir aquella potencialidad productiva desperdiciada por la persistencia de los fenómenos de desempleo y subempleo. Es decir, la brecha existente entre lo que el país realmente ha producido en los últimos 14 años y lo que hubiera producido de haberse mantenido la desocupación en los niveles de la década del ’80, previa a las “reformas estructurales”, supuestamente portadoras de progreso económico y desarrollo social.

La estimación de la riqueza no generada por efecto del desempleo, ubicado por encima de los valores históricos, requirió establecer algunas simplificaciones. En primer lugar, que los desempleados y subempleados reproducen una estructura ocupacional equivalente a aquella que describen los incluidos en el mercado de trabajo. En segundo lugar, que las mediciones disponibles para los aglomerados urbanos reflejan –por lo menos– la situación prevaleciente en el resto de la población. Y por último, que los subempleados –sobre los que existen polémicas metodológicas sobre su definición– pueden ser considerados equivalentes a un desocupado en una proporción de 2 a 1. Para todos los cálculos utilizamos exclusivamente cifras provenientes de fuentes oficiales.

Finalmente, en el ejercicio sólo se calcula lo perdido anualmente, pero no se “acumula” la pérdida de producto. En otros términos: de la riqueza producida anualmente, siempre una porción se transforma en inversión productiva, y por lo tanto en incremento del producto. Nosotros preferimos no incorporar ese elemento dinámico, que hubiera amplificada aún más el resultado obtenido. Nuestro cálculo sólo computa, en base al producto histórico de cada año, la pérdida provocada por el desempleo “extra” computado en ese período.

Los resultados obtenidos indican que la Argentina ha perdido en los últimos 14 años el equivalente al 298,4 por ciento del Valor Agregado generado en el año 2004, en virtud del desaprovechamiento de los trabajadores disponibles, que pasaban entonces a engrosar las multitudinarias filas del desempleo. Se perdieron, debido a las malas políticas económicas, casi tres años completos de la riqueza que es capaz de producir el conjunto de la sociedad argentina.

Para un país que ha tenido un retroceso espectacular y sistemático en las condiciones de vida de la población en los últimos treinta años, la necesidad de generar riqueza y para ello movilizar toda la capacidad disponible se presenta como un impulso vital. Parece un contrasentido que un país subdesarrollado pueda darse el “lujo” de aceptar el desempleo como un “hecho de la naturaleza”.

En los análisis económicos abocados al tema, se estila señalar que se necesitarán “tantos años, con el PBI creciendo a x tasa” para ir generando los puestos de trabajos necesarios para absorber el desempleo, es decir, que la tasa alcance valores socialmente tolerables. El enfoque se complementa estableciendo que todo nuevo ocupado es una fuente de riqueza social, que aporta al crecimiento del PBI. Y que el solo hecho de ofrecer puestos de trabajo productivos a los desempleados y subempleados sería una importante fuente de crecimiento económico. En todo caso, el trabajo es el que genera la riqueza, tal como nos fue enseñado por los padres fundadores del pensamiento económico.

*Investigador docente, coordinador de la Carrera de Economía Política de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

**Becaria de Investigación y Docencia del Area de Economía Política de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

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Imagen: Daniel Jayo

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“Cada trabajador que no ingresa a la producción se constituye inmediatamente en una fuente de riqueza inutilizada.”

“Se intenta medir aquella potencialidad productiva desperdiciada por la persistencia de los fenómenos de desempleo y subempleo.”

“La brecha entre lo que el país realmente ha producido en los últimos 14 años y lo que hubiera producido de haberse mantenido la desocupación en los niveles de la década del ’80.”

“Los resultados obtenidos indican que la Argentina ha perdido en los últimos 14 años el equivalente al 298,4 por ciento del Valor Agregado generado en el año 2004.”

 
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