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Domingo, 26 de noviembre de 2006

DESARROLLO DE LA INDUSTRIA DEL JUGUETE

Con chiche nuevo

El modelo de dólar alto revivió a los fabricantes locales de juguetes. Recuperaron mercado que había sido ganado por la importación.

 Por Diego Rubinzal

Con la Navidad cerca, la industria del juguete se prepara para hacer frente al incremento de la demanda porque durante estos meses las ventas crecen muy fuerte, a tal punto que representan cerca del 50 por ciento de la facturación anual del sector. La costumbre de regalar juguetes a la población infantil es una tradición relativamente reciente en la Argentina y el mundo. Si bien los juguetes son muy antiguos (la historia relata la existencia de muñecas en el año 3000 a.C.), hasta las primeras décadas del siglo XX su presencia era un lujo de los sectores acomodados.

Tal como señala Daniela Pelegrinelli en su trabajo La república de los niños. La función del juguete en las políticas del peronismo (1946-1955), durante la primera presidencia del peronismo los juguetes llegan masivamente a manos de los niños. La distribución realizada aprovechando la logística del Correo, escuelas y sindicatos fue uno de los sellos distintivos de la Fundación Eva Perón. Los acuerdos entre el gobierno y los fabricantes para lanzar líneas de juguetes “económicos” fue otra de las características. Ese impulso oficial permitió un importante crecimiento del sector. Los datos de los censos económicos señalaban que mientras en 1935 había solamente 41 fábricas de juguetes, en 1947 ya existían 259 establecimientos.

El sector siguió creciendo y el Censo Económico de 1964 mostraba que en el país había 308 unidades industriales que empleaban a 1425 personas. En esa década y en los comienzos de la siguiente, la mayoría de los juguetes era de producción nacional. El desarrollo de los juguetes argentinos permitió la producción de artículos reconocidos a nivel mundial. Por ejemplo, el camión Duravit es el único en el mundo que se realiza con caucho vulcanizado.

La dictadura militar en 1976 y su política de apertura comercial fueron el comienzo del retroceso de esa industria. El verdadero punto de inflexión para el sector fue la década del ’90. La sobrevaluación del peso de la convertibilidad generó una avalancha importadora determinando, según la Cámara Argentina de la Industria del Juguete, el retroceso de 240 a 60 empresas en el 2001. La mayoría terminó en importadoras.

Según datos del Centro de Estudios de la Producción (CEP), analizando el período 1993-1997, se observa que los productos importados pasaron del 26 al 74 por ciento del mercado. En 2001 los productos importados ya habían conquistado el 81 por ciento de la plaza local, perdiendo el 35 por ciento de los puestos de trabajo de la industria. Esta realidad explica que la balanza comercial del sector juguetes fuera deficitaria en dicho período, llegando a su punto máximo en 1997, cuando el desequilibrio alcanzó los 106 millones de dólares.

La salida de la convertibilidad brindó una nueva posibilidad a la industria. Un informe del CEP destaca que “el tipo de cambio alto puso un freno a las importaciones, que en 2002 registraron una caída del 70 por ciento respecto de 2001, permitiendo que los fabricantes locales comenzaran a sustituir parte de la oferta importada”. “El 2003 constituyó el verdadero repunte de esta industria que llegó a ganar casi la mitad del mercado. Luego, en los dos años posteriores, empujadas por una mayor demanda interna las ventas del sector empezaron a aumentar pero, a diferencia de la primera mitad de los ’90, con una participación notablemente mayor de productos locales”, agrega el informe.

Este fuerte repunte no impidió que los juguetes extranjeros (fundamentalmente procedentes de China, que representa el 70 por ciento de las importaciones) volvieran a capturar una importante tajada del mercado que habían perdido con la devaluación. El mercado de juguetes alcanzó en 2005 los 300 millones de pesos, de los cuales el 30 por ciento responde a producción nacional. El fuerte son los juguetes sobre ruedas y los juegos didácticos. En ambos casos, la fortaleza de los juguetes nacionales no solamente reside en su calidad sino también en razones exógenas que juegan a favor. En el caso de los rodados, el costo del flete que, en términos relativos, es bastante alto resulta un freno para las importaciones de ese tipo de juguetes. En cambio, los juegos didácticos nacionales se suelen imponer por cuestiones idiomáticas y culturales.

El CEP estima que existen 90 fabricantes que ocupan aproximadamente 1500 trabajadores. El 90 por ciento están localizados en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, y son fundamentalmente pymes. Una encuesta realizada este año por el CEP a los fabricantes nacionales permite observar un importante grado de optimismo. En efecto, cuando haya terminado el 2006 los empresarios calculan que su volumen de producción se habrá incrementado un 19 por ciento respecto del año pasado. Estos números explican por qué los industriales del sector caminan con cara de juguetería.

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En Navidad, la venta de juguetes representa el 50 por ciento de la facturación anual.
Imagen: Gustavo Mujica

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La dictadura militar en 1976 y su política de apertura comercial fueron el comienzo del retroceso de esa industria.

El verdadero punto de inflexión para el sector fue la década del ’90.

La sobrevaluación del peso en la convertibilidad generó una avalancha importadora: bajaron de 240 a 60 las empresas nacionales en el 2001.

Los productos importados conquistaron el 81 por ciento de la plaza local, perdiendo el 35 por ciento de los puestos de trabajo de la industria.

El mercado de juguetes alcanzó en 2005 los 300 millones de pesos, de los cuales el 30 por ciento responde a producción nacional.

 
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