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Domingo, 29 de julio de 2007

NOTA DE TAPA

El mayor desafío

Como hará Miguel Peirano para frenar la suba del precio de los alimentos.

 Por Claudio Scaletta

La nueva gestión en el Ministerio de Economía planea profundizar los lineamientos de control de precios. Como ya fue marcado durante el interregno de Felisa Miceli, el látigo de los tributos y restricciones a las exportaciones no se abandonará, pero será empleado en combinación con otros instrumentos.

Un dato fuerte que consideran en el Palacio de Hacienda es que a las tensiones locales se suman algunos antecedentes y proyecciones de los mercados internacionales. Según reseña el último Informe de Inflación del Banco Central –difundido esta semana– las expectativas inflacionarias de la economía global fueron “revisadas al alza”. Las señales del mercado mundial son muy concretas. “La permanencia de elevados precios de las materias primas –sostiene el informe– se estaría reflejando también en la evolución de los precios al consumidor a nivel global, sobresaliendo la tendencia ascendente de los alimentos.” Aunque estas tendencias son de largo plazo, muestran una aceleración en los últimos meses. En particular, en muchos de los principales productos exportados por Argentina. A modo de ejemplo, mientras entre 2001 y 2006 el precio del maíz subió el 38 por ciento, para la primera mitad de 2007 el aumento fue del 36 por ciento, casi lo mismo que en los 5 años anteriores. La soja mostró un comportamiento similar; 25 por ciento en el último lustro y 22 por ciento en el último semestre. Según informó Cash hace dos semanas, los mercados de futuro de los principales mercados mundiales reafirman la continuidad de la tendencia.

El comportamiento de las cotizaciones de los principales productos se replica también en las cadenas agroindustriales de las economías regionales. A la cabeza se encuentran los circuitos de la carne y de la leche, pero también los de frutas, productos hortícolas, yerba, azúcar, y cultivos industriales, entre otros. Pero aquí, como destaca el investigador del CEUR-Conicet Alejandro Rofman, tiene fuerte impacto la situación interna de los circuitos, específicamente en materia de comercialización (ver aparte).

Un punto a tener en cuenta en materia de precios internacionales es que, dado que las commodities cotizan en dólares, parte del aumento registrado puede explicarse por la devaluación real de la divisa estadounidense, no sólo frente al euro. Vale destacar, sin embargo, que este aporte no hace a la tendencia principal, la que es conducida esencialmente por el crecimiento de la economía mundial y por la mayor demanda de insumos para biocombustibles. El citado informe del Banco Central menciona que en los últimos cinco años Asia, excluyendo Japón, registró un crecimiento del PIB del 8 por ciento anual y América latina del 5 por ciento. De acuerdo a la Administración de Información Energética (EIA) y al Departamento de Agricultura (USDA) estadounidenses, la demanda de maíz para etanol crecerá en este país más que la producción mundial. Sin embargo, aunque el impulso surge de la economía real, una devaluación del dólar respecto de la canasta de las principales monedas tiene un efecto nominal que siempre influye sobre las expectativas.

Sobre este contexto se agrega que la economía argentina, más allá de la minería y de la soja, sigue exportando los bienes que consume. La buena noticia de la recomposición de los términos del intercambio y de los mayores ingresos por exportaciones, con su correlato fiscal, presenta la contrapartida de agudizar las presiones inflacionarias internas. El rubro “Alimentos y bebidas”, por ejemplo, explica el 36 por ciento de la canasta del IPC.

La situación suma entonces al menos cuatro componentes, la posibilidad cierta de importación de inflación mundial junto a las características de la estructura exportadora argentina, las secuelas del reacomodamiento de los precios relativos post devaluación y la estructura de comercialización de las cadenas agroindustriales.

El nuevo titular de Economía, Miguel Peirano, adelantó que matizará con “incentivos” hacia los sectores más sensibles. Los alicientes correrán en dos dimensiones: apoyo a la inversión para mejorar la oferta y compensaciones para mantener la escisión entre los precios locales y los internacionales.

En el primer caso el convencimiento es que ya no resulta posible mantener la expansión económica solo con reinversión de utilidades, sino que es necesario incentivar la inversión. Los caminos, como siempre, son dos; la vía fiscal o la financiera. La idea que siempre sobrevoló entre los sectores vinculados a la UIA es la de un Banco de Desarrollo.

En el segundo caso, el camino es mantener las retenciones, pero no solamente. La probabilidad de que el sector agropecuario no capte la totalidad de la bonanza del mercado internacional es alta. Sin embargo, el plan aquí es, si no bajar, al menos no alimentar un aumento de la conflictividad. La idea es persuadir a las cadenas agroindustriales de que deben concentrar sus expectativas de ganancia en las exportaciones y encontrar mecanismos para mantener abastecido el mercado interno a otros precios. Nada nuevo, aunque hay conciencia de que esta política tiene límites. La distorsión en las señales de precios, aseguran, pueden afectar stocks, como de manera paradigmática lo muestra el circuito cárnico. Por eso los incentivos asumirán la forma de compensaciones en determinados puntos de los circuitos, una tarea que, para ser eficiente, demandará aumentar la información que dispone el sector público. No obstante, la idea previa en Economía es que la dirección de los incentivos surja de las negociaciones sectoriales; que sea el sector privado el que proponga en qué punto “compensar”.

En la misma línea, para evitar tensiones con el sector empresario, se intentará reformular los acuerdos de precios sobre rangos nominalmente menos estrictos. La idea es utilizar una suerte de “flotación entre bandas”; que los acuerdos no sean sobre precios fijos sino que permitan algún movimiento y revisiones. Luego, los acuerdos serán testeados en las góndolas y, a partir de allí, se podría aplicar un sistema de premios y castigos aún no explicitado. Cualquiera sea el caso, la insistencia es que “se tratará de entender la realidad de cada sector” sin aplicar recetas estándar.

También se planea estudiar con mayor detenimiento las estructuras de costos de los circuitos productivos. La nueva gestión en Economía cree que en un contexto de mayor demanda, el carácter oligopólico de algunos mercados guarda una estrecha relación con los precios finales. En concreto: muchos de los controles aplicados hasta ahora, como en el caso de frutas y hortalizas, tuvieron mayor efecto sobre los precios recibidos por los productores primarios que sobre los pagados por los consumidores.

Sin embargo, también existe la convicción de que el problema no está sólo del lado de la oferta. Cerca del ministro algunos hablan de un recalentamiento de la demanda agregada, lo que puede ser un augurio de políticas fiscales restrictivas, es decir, de pisar el freno del gasto público –ya que de política monetaria nadie habla– un razonamiento muy próximo al explicado a Cash por el economista del Cedes, Roberto Frenkel.

El “brain storming” entre los jóvenes y entusiastas nuevos funcionarios encuentra un solo límite. La pregunta que todos se hacen es cuál será el grado de autonomía del nuevo ministro. La respuesta nadie la sabe, pero todos coinciden en que “Miguel siempre va a proponer”.

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Imagen: DyN

Precios: Alimentos

• El mayor desafío que enfrenta el flamante ministro de Economía, Miguel
Peirano, es frenar la marcha ascendente de los precios
de los alimentos.

• Peirano ya adelantó que ratificará el esquema de acuerdo de precios con compensaciones a los sectores productores,
como ocurre con carnes, lácteos y harinas.

• Sin embargo, más allá de los polémicos índices del Indec, ese esquema guiado por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, fracasó durante el 2007.

• El tema es cómo disociar
los precios internacionales
de los precios domésticos
en un país como Argentina que “exporta lo que come”.

• Opinan Roberto Frenkel, Javier González Fraga y Alejandro Rofman.

 
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