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Domingo, 13 de julio de 2008

OPINION

Además de las retenciones

 Por Enrique Martinez*

En un tema que tiene en vilo a los argentinos desde hace cuatro meses, la conducción del INTI se ha involucrado, tratando de poner en perspectiva el conflicto entre los intereses generales y los intereses de los diversos actores que tienen que ver con la producción agropecuaria. En nuestros documentos, por lo tanto, hemos señalado la tremenda incidencia distorsiva que tiene la presencia del capital financiero como arrendatario, así como los cuasi monopolios en la provisión de semillas o herbicidas o fertilizantes, o la enorme concentración en la exportación de granos.

Creemos haber destacado que hay un largo camino a recorrer, además de discutir los niveles de retenciones, para poder decir que la estructura de producción y comercialización de granos tiene facetas de mínima equidad e igualdad de oportunidades entre los actores actuales o futuros. La cuestión, sin embargo, no se agota allí. Aunque se ordenara ese espacio, ¿estaremos conformes con vincularnos con el mundo como proveedores de materias primas agropecuarias? Desde el INTI, al menos, la respuesta es no. Rotundamente no.

Cambiarían algunas cosas si los productores agropecuarios auténticos pudieran tener adecuada rentabilidad en cualquier región y en cualquier rubro, pero no las suficientes. A esa condición debe agregarse una industria de transformación de las materias primas del campo que tampoco se limite a incorporar el muy modesto valor agregado por la producción de aceite en bruto o por moler el trigo para hacer harina.

Un país lechero líder no se queda en la leche en polvo o en el queso standard. Hace quesos especiales, concentra las proteínas contenidas en el suero de queso, extrae de allí lactoferrite.

Un país con ganado vacuno, que sea líder, no exporta sólo cueros semiterminados y cortes especiales. También produce ácidos grasos, globulinas y otros productos de la sangre, aminoácidos de los huesos, marroquinería de primera.

Un país avícola líder no sólo exporta pollos enteros o sus cortes. Produce biogás con todos los residuos de cama de pollos; aprovecha las vísceras y las plumas para hacer concentrados proteínicos con los cuales alimenta peces, que aumentan la oferta de carnes.

Y más y más. Y todo eso lo hace cerca de donde produce la soja, el maíz o el trigo. No lo hace mirando hacia el océano, con una actitud extractiva, que pone el centro técnico de la cadena de valor en la disponibilidad de tierra, más allá –mucho más allá– de la disponibilidad de inteligencia.

De esa manera se construye tejido agroindustrial y tejido social. Se convierten la desocupación y la pobreza en hechos del pasado. Se rompe con la dependencia de los monopolios exportadores. Todo eso. Pero además, se construye un vínculo integral entre la tierra y la industria, en el cual incursiones como las del capital financiero sembrador de soja, con su actitud puramente especulativa, pierden sentido primero y relevancia después.

Hay algunos ejemplos aislados en el país de esta asociación virtuosa. Algunas industrias lecheras de Rafaela; alguna industria de chacinados cerca de Rosario. Pero es bien poco y aun en esos casos hay todavía margen para aumentar la integración de la cadena. Queremos ayudar a instalar esta mirada productiva, sin la cual difícilmente podamos tener una sociedad equilibrada. Para ello, más que discursos, creemos en la acción. Damos peso central a la industrialización integral en la zona de producción, a la valorización de los subproductos o los desechos, al medio ambiente y a la ocupación. No damos prioridad a los estudios de mercado. Metodológicamente, estamos convencidos de que una industria eficiente que agregue valor a los frutos de nuestra tierra es inexorablemente fuerte en el mercado. Por lo tanto, esto lo podremos ver después, con calma.

No puede ser apenas un sueño que nuestro futuro deje de depender de la cotización de los granos en Chicago, que a su vez depende de la especulación financiera de gente que nunca conoceremos y que nunca verá siquiera una planta de soja. No puede ser que nos conformemos con tan poco como alcanzar un nivel de retenciones que permita a 100.000 productores seguir construyendo departamentos con sus ganancias, que difícilmente alguien ocupará en su totalidad, mientras a miles de kilómetros de aquí crecen los pollos o los cerdos criados con nuestro maíz y nuestra harina de soja; se producen los equipos de biogás y el biogás que no tendremos; se obtienen los derivados proteínicos y farmacéuticos que nuestros técnicos saben obtener, pero nunca podrán fabricar, porque el señor Cargill los dejó sin la materia prima, o el señor Monsanto los tiene atados con sus patentes.

* Presidente INTI.
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Imagen: Leandro Teysseire
 
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