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Domingo, 15 de noviembre de 2009

“Lo peor de la crisis no pasó”

Pedro Pérez Páez es uno de los más importantes especialistas de la región en temas financieros y en el análisis de la crisis internacional. También es uno de los principales promotores de la recuperación de la soberanía alimentaria, energética, monetaria y económica de América latina. En esa estrategia considera fundamental avanzar con el Banco del Sur como un instrumento de desarrollo autónomo. Pero también como un mecanismo protectivo porque piensa que la actual crisis tiene su origen en un proceso de insolvencia generalizado que puede terminar afectando a las economías latinoamericanas.

 Por Natalia Aruguete y Walter Isaia

Después de un largo período de postergaciones, el Banco del Sur tomó nuevo impulso con la firma de su acta constitutiva. Se trata de una iniciativa que intenta reemplazar a los organismos multilaterales de crédito y resignificar la actual arquitectura financiera, tendiente a una integración de las finanzas de la región que brinde autonomía monetaria y financiera. Cash entrevistó a Pedro Pérez Páez, actual Representante Plenipotenciario de la Presidencia de la República del Ecuador, ex viceministro de Economía (2005-2006) y ex ministro coordinador de Política Económica (2007-2008). En su paso por Buenos Aires, donde participó del III Encuentro Internacional de Economía Política y Derechos Humanos (CemopFundación Madres de Plaza de Mayo), Pérez apuntó las causas de la crisis financiera internacional, advirtió sobre la imposibilidad de resolver el problema con las recetas actuales y enfatizó la urgencia de crear una nueva arquitectura financiera que promueva la soberanía latinoamericana en términos financieros y de desarrollo.

¿En qué consiste la propuesta del nuevo diseño de la estructura financiera internacional?

–En los últimos 30 años, en América latina hubo un esfuerzo sistemático para desmantelar capacidades productivas y de acción de los Estados, una serie de cortapisas a la política económica. Para recuperar la capacidad de decidir debemos redefinir el concepto de soberanía, que debe ser entendido en términos supranacionales.

¿Cuáles son los principales instrumentos de esa soberanía supranacional?

–Una condición necesaria, aunque no suficiente, es construir la autonomía monetaria y financiera de América latina. Es necesario elaborar una nueva arquitectura financiera porque la vieja se caracterizó por la desregulación, la especulación y la hipertrofia parasitaria de Wall Street. Todo ello llevó a la crisis internacional, con consecuencias gigantescas para los países del Sur.

¿Qué beneficios traería crear una moneda latinoamericana?

–Es uno de los elementos centrales, que está siendo frustrado de manera brutal por la capacidad de Estados Unidos para emitir la cantidad de dinero que les dé la gana, sin ningún problema. Los países centrales tienen una ventaja diferencial –macroeconómica y financiera– respecto del resto del mundo: generar dinero, poder adquisitivo sin consecuencias.

¿Qué impacto tiene ese comportamiento?

–La emisión monetaria es la consecuencia a toda la irresponsabilidad, la corrupción y la inoperancia de las décadas pasadas. De una práctica que aparecía como una receta única e indiscutible para el éxito. Hoy se está poniendo en cuestión, no sólo de la desregulación y de la política neoliberal, sino el funcionamiento del propio sistema capitalista. América latina tiene que actuar con celeridad porque, a diferencia de lo que dicen muchos medios de comunicación respecto de que lo peor de la crisis pasó, la realidad es que está adquiriendo dimensiones más profundas, dinámicas más destructivas y abarcando sectores y regiones más amplios. Muy probablemente vamos a experimentar un nuevo reventón. Y esta vez el grado de vulnerabilidad de América latina es mucho mayor.

¿Cree que los debates que se dan hoy a nivel mundial están atacando las causas de esta crisis?

–Lo importante es que las discusiones sean plurales, con la mente abierta y rompiendo los esquemas de las últimas décadas. En las sedes de debates de economía, el FMI, el BM y las universidades norteamericanas miran hacia el Norte para ver qué es lo válido en términos científicos, pero no entienden lo que está pasando. Hay premios Nobel recientes que sostienen que la crisis de 1930 fue un problema de desempleo voluntario e insisten que lo que pasa hoy en Estados Unidos es una respuesta racional y eficiente a los cambios tecnológicos, una opción por el ocio por parte de la población. Me parece que es un insulto a la inteligencia.

¿Por qué?

–Cómo puede hablarse de que la destrucción masiva de empleos es una respuesta voluntaria, racional, eficiente de los trabajadores, frente a una guerra de clases, una agresión del capital contra las condiciones elementales de sobrevivencia... Porque en la parte formal de la economía, hay pérdidas de empleo, pero en los sectores más vulnerables hay un deterioro de las ya precarias condiciones de sobrevivencia. Por eso, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación contabilizó que, en el futuro inmediato, más de mil millones de personas estarán amenazadas por un problema de hambruna. Por más voluntad de dar una respuesta efectiva a la crisis, se ve que, en casi toda la periferia, hay una generalización de presiones que amplifican los efectos depresivos de la crisis.

¿Como cuáles?

–Recortes en el gasto social, en la inversión fiscal y productiva, aumentos en las tasas de interés, procesos devaluatorios. Elementos que contribuyen a la recesión, la pérdida de empleo y de producción.

Sin embargo, desde varios sectores se ha dicho que en América latina los efectos de la crisis no han sido tan devastadores como en los países centrales.

–Sin duda, América latina ha hecho esfuerzos importantísimos y cuenta con reservas monetarias, a diferencia de crisis anteriores en las que el epicentro era la propia región. Sin embargo, tenemos un proceso acumulativo que se retroalimenta en el centro. Estamos en un proceso de insolvencia generalizada –ésta no es una crisis de liquidez sino de insolvencia– en más bancos y regiones, debido, además, a la pérdida de empleo, la reducción de los salarios y la incertidumbre en temas de estabilidad. Esta circunstancia está ligada, ya no a la autorreferencia especulativa en el mundo financiero, sino cada vez más al sector real de la economía, que por los encadenamientos que tiene genera efectos depresivos multiplicadores que no pueden ser detenidos espontáneamente por el mercado, sino que requieren de una acción política.

¿Usted no ve que se esté revirtiendo esta crisis?

–Esta crisis está causada por un problema de insolvencia. Esto no fue tratado por las políticas económicas y se está generando un proceso de profundización de las causas de la crisis. No se resuelve el problema de la capacidad de pago y esto genera elementos que se vuelven recurrentes: más desempleo, crisis fiscal de los gobiernos federal y estaduales, una dinámica de deuda y deflación que deviene un proceso de mayor incapacidad de pago. Por otro lado, los incentivos para hacer negocios de los bancos de inversión más grandes de los Estados Unidos se están trasladando a los más de 8000 bancos comerciales, que son el corazón de la economía regional de los Estados Unidos, con distorsiones en el manejo financiero, en la regulación e, incluso, en la contabilidad. No sólo no se ataca el problema de insolvencia sino que se lo agrava y se está afectando al sector productivo.

EL BANCO DEL SUR

Una alternativa a la crisis

¿Qué rol cumpliría el Banco del Sur en el contexto que usted describe?

–Deberíamos crear una nueva arquitectura financiera en base a tres pilares. Primero, entrar en un proceso de transformación de la banca de desarrollo y el corazón podría ser el Banco del Sur, con nuevas prioridades, nuevas modalidades de operación y nuevas prácticas bancarias. Es necesario replantearnos el tema del financiamiento del desarrollo desde una perspectiva más sostenible, en la que se reestablezcan las funciones básicas de la monedas nacionales, configurar una moneda regional que nos permita generar recursos de financiamiento, medios de pago adicionales sin costo fiscal, sin que eso signifique mayor dependencia de las exportaciones. La nueva autoridad, en lugar de fomentar el papel exportador de bienes primarios, debe replantear el tema de la soberanía.

¿En qué áreas cree que es importante impulsar tal soberanía a nivel regional?

–La soberanía alimentaria. Que el continente garantice a sus ciudadanos la canasta básica de alimentos, lo que también va a ayudar a la estabilización de los mercados de los productos básicos. La soberanía energética. Somos un continente con una gran dotación de recursos naturales: hidrocarburos, gas, electricidad, potencial hídrico, geotérmico y eólico, más el cobre. Es decir, tenemos las condiciones para establecer una plataforma de energía barata, estable y confiable y, sobre esa base, se pueden redefinir los consumos de manera más accesible. La soberanía en materia de salud. El mundo está en estado de alerta por las pandemias y estamos aceptando el chantaje de una empresa transnacional. América latina –y Argentina es un caso clave– tiene tradición en la invención y el desarrollo de la industria farmacéutica, eso es suficiente para hacer una producción sistemática de medicamentos genéricos en todo el continente y resolver esta crisis.

¿Y los otros dos pilares?

–El segundo es la banca central. Es necesario superar esa banca central neoliberal dogmática cuya única prioridad es la inflación. La crisis está demostrando que el monetarismo no tiene ni pies ni cabeza. Hay un aumento del 150 por ciento en la base monetaria en los Estado Unidos y no se ven los efectos de inflación que los bancos centrales advirtieron. Esta banca sería el corazón de una articulación del continente. Nada impide que los bancos centrales de América latina conecten sus sistemas de pagos y que eso sea una alternativa, y evitar la necesidad de pasar por el sistema privado o la Reserva Federal de los Estados Unidos cuando realizamos transacciones entre nosotros.

¿Y el tercero?

–El esquema monetario. En un sistema de compensaciones y pagos que permitan reemplazar las caídas de nuestros mercados o de las líneas de crédito del exterior de manera segura y barata. Estamos trabajando en el ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina y El Caribe) una propuesta ecuatoriana de un sistema unificado de compensación regional.

LA DOLARIZACION DE ECUADOR

Experimento cruel

¿Qué significa hablar de soberanía monetaria desde un país que tiene su economía dolarizada?

–El caso del Ecuador es paradigmático pero no exclusivo. La erosión de las funciones de la moneda, de las capacidades internas de ejercer la política económica, es algo común en toda América latina. El caso del Ecuador ha sido un experimento cruel hacia los pueblos pero que, al mismo tiempo, les ha permitido ver con claridad la importancia de la moneda, de ganar y de reconstruir espacios de política económica.

¿De qué manera reconstruyeron estos espacios?

–Con diseños que apuntan hacia lo que debe ser el inicio de un proceso de recuperación del destino de nuestros pueblos, de no tener que cumplir las recetas del FMI o la administración de la crisis tal como nos viene impuesta desde el Norte

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Pedro Pérez Páez
Imagen: Arnaldo Pampillon

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“Para recuperar la capacidad de decidir debemos redefinir el concepto de soberanía, que debe ser entendido en términos supranacionales.”

“Una condición necesaria, aunque no suficiente, es construir la autonomía monetaria y financiera de América latina.”

“Los países centrales tienen una ventaja diferencial –macroeconómica y financiera– respecto del resto del mundo: generar dinero, poder adquisitivo sin consecuencias.”

“A diferencia de lo que dicen muchos medios de comunicación respecto de que lo peor de la crisis pasó, la realidad es que está adquiriendo dimensiones más profundas.”

“Estamos en un proceso de insolvencia generalizada –ésta no es una crisis de liquidez sino de insolvencia– en más bancos y regiones.”

 
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