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Domingo, 7 de febrero de 2010

LA EVOLUCION DE LA INDUSTRIA

Según el cristal

 Por Paula Español *

Para aquellos que creemos que el desarrollo industrial es una condición sine qua non para el desarrollo integral de un país, la lectura que se realiza de los hechos es clave.

Una recurrente crítica al proceso iniciado en 2003 es que a partir del nuevo régimen macroeconómico no se ha generado una transformación en la estructura productiva en la Argentina. Los argumentos más frecuentemente esgrimidos destacan dos hechos estilizados: la canasta exportadora argentina continúa liderada por productos relacionados con los recursos naturales, y las manufacturas de origen industrial (MOI) evidencian un saldo comercial deficitario, dato que se verifica para la mayoría de los sectores industriales y, en particular, el de maquinaria y equipo.

Para dar cuenta de la validez de dicha crítica, resulta ilustrativo analizar brevemente la experiencia de otras economías del mundo. Tomemos el caso estrella de los procesos de desarrollo económico de la segunda mitad del siglo XX: Corea, un país que en 1960 exportaba algas y pelucas, hoy vende automóviles y productos electrónicos, disputándole el mercado a Europa, Estados Unidos y Japón. A esta economía le tomó cuarenta años –junto con la aplicación de un conjunto de políticas de protección y promoción industrial– que su principal producto de exportación sean los semiconductores y no los textiles. De la misma manera, tuvieron que pasar tres décadas para que la balanza comercial del sector de maquinaria y equipo dejara de ser deficitaria.

Primera moraleja: no se puede pedir a una economía que con sus políticas penalizó durante 25 años al sector industrial que sea capaz de experimentar un cambio en su estructura productiva y comercial en un lapso de 5 o 6 años. Como decía el profesor Jorge Schvarzer en un artículo publicado en este diario: “Ningún paciente critica a su médico porque una semana después de tener un infarto no puede correr por Palermo”.

Por otra parte, se debe tener en cuenta que la Argentina es un país con abundantes recursos naturales. Este tipo de economías suele tener un sistemático déficit de la cuenta comercial de MOI, aun en el caso de países desarrollados y con un PIB per cápita que supera los U$S 35.000 (PPP). En efecto, durante los últimos 45 años, el déficit comercial de bienes industriales ha oscilado entre el 2 y el 4 por ciento del PIB en Canadá, y entre el 5 y el 8 por ciento del PIB en Noruega y Australia. Si desagregamos dicho déficit, observamos que el mismo se verifica en una amplia mayoría de los sectores productivos. En particular, todos estos países tienen importantes e históricos déficit en el comercio de maquinaria y equipo, cuyos valores han ido creciendo del 2 al 5 por ciento del PIB en las últimas décadas.

Segunda moraleja: en un país con importante dotación de recursos naturales, no se puede medir el desempeño de la industria tan sólo por el hecho de tener déficit en el intercambio de bienes industriales. Ello es incluso esperable para un país con tales características estructurales. No obstante, esto no excluye de ninguna manera la necesidad de una industria pujante y con fuerte inserción exportadora para sostener un real proceso de desarrollo económico.

Volviendo a los datos de la economía argentina, se observa que, entre 2003 y el desencadenamiento de la crisis internacional a finales de 2008, la industria no sólo creció a una tasa anual promedio cercana al 10 por ciento sino que, por primera vez desde la etapa que se inicia con el golpe militar de 1976, es generadora neta de empleo –con tasas de crecimiento de entre el 6 y el 10 por ciento anual–. Para el mismo período, las exportaciones MOI acumularon un crecimiento del 173 por ciento frente a un 138 por ciento de las MOA. El sector de bienes de capital, con un crecimiento acumulado de 217 por ciento, acompañó con creces este dinamismo. Dicho sector abarca las ramas de maquinaria agrícola, instrumental médico y de precisión, y maquinaria y aparatos eléctricos, entre otras. En este marco, la inversión total alcanzó un 23 por ciento del PIB en 2008, con el valor de inversión específica en maquinaria y equipo más elevado desde la Segunda Guerra Mundial -hecho que alimentó el déficit comercial del sector de bienes de capital.

Desde ya, esto no significa negar la existencia de importantes desafíos para alcanzar un aparato productivo capaz de recomponer la densidad de su tejido industrial, generar mayor valor agregado, incrementar los gastos en actividades de innovación y ganar en competitividad. Esto requiere, sin dudas, la aplicación de políticas industriales sostenidas y selectivas. Sin embargo, para avanzar en este camino es fundamental no sólo identificar los verdaderos problemas para enfrentarlos mejor, sino también detectar los aciertos para potenciarlos.

* Doctora en economía y vicepresidenta de AEDA.

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