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Domingo, 29 de agosto de 2010

EL DEBATE EN EL G-20 SOBRE LAS POLíTICAS DE SALIDA DE LA CRISIS

Límites a la política

Los países integrantes del G-20 mantienen notorios desacuerdos. El último documento incorporó recomendaciones ortodoxas y heterodoxas. Desde una visión marxista se cuestiona la efectividad de estas últimas.

 Por Diego Rubinzal

Los países integrantes del G-20 mantienen notorios desacuerdos. Los redactores de la declaración final de la última cumbre, celebrada en Toronto, tuvieron que realizar un precario equilibrio entre dos posturas.

De un lado, el bloque encabezado por Alemania, Francia, Inglaterra, Japón y Canadá postuló la necesidad de recortar gastos sociales, salarios, subsidios al desempleo y de flexibilizar el mercado de trabajo. Esos gobiernos defendieron la idea de que resulta necesario restaurar el equilibrio presupuestario, aunque se preocuparon en aclarar que ese objetivo debe lograrse sin renunciar al crecimiento económico. Por el otro, Estados Unidos, Argentina, Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y Turquía señalaron que sería un error contraer el gasto público porque eso socavaría la recuperación económica mundial. En contraposición con la postura adoptada por los gobiernos europeos, ese “bloque” sostuvo que las políticas de ajuste solamente lograrán profundizar el ambiente recesivo.

Ante esas dos concepciones, el documento final incorporó recomendaciones ortodoxas (controlar deudas públicas, asegurar la sustentabilidad fiscal) y heterodoxas (crear empleo, sostener el crecimiento).

Esa solución de compromiso no impidió que continúe la polémica acerca del nivel de equilibrio/desequilibrio que deberían tener las finanzas públicas en la actual coyuntura. Como se sabe, los economistas enrolados en el keynesianismo sostienen que los “rojos” fiscales ayudan a la superación de la crisis, debido a que la economía capitalista tendencialmente genera una demanda insuficiente. En ese contexto, el gobierno debe estimular un crecimiento de esa demanda apelando a las herramientas fiscales. Rolando Astarita y José Tapia proponen otra mirada en el trabajo Los Galbraith, la visión keynesiana de las crisis y la realidad económica del siglo XXI.

Desde una óptica marxista, Astarita y Tapia plantean que “la visión de la economía estándar, neoclásica, de los economistas generalmente ligados a las instituciones financieras internacionales y a los gobiernos más conservadores, es mucho más realista que la de los economistas keynesianos”. Esos investigadores afirman que las recomendaciones de los economistas conservadores siguen una lógica sistémica indiscutible, ya que “la caída de los salarios, el aumento de la explotación vía incrementos de los ritmos de trabajo y el aumento de la ‘disciplina laboral’ en los centros de trabajo son componentes clave para la recuperación de las ganancias empresariales y del crecimiento económico”. Astarita y Tapia sostienen que, en el capitalismo, las crisis siempre se superan mediante un incremento de la explotación de los trabajadores, que es justamente lo que posibilita un incremento de la rentabilidad del capital a corto plazo. Así, las inversiones se transforman en una herramienta clave para traccionar la recuperación económica e incrementar la demanda total. En ese sentido, los autores afirman que “...oportunidades de inversión significa empresas con buenas perspectivas de producir ganancia. Como las ganancias empresariales son la diferencia entre ventas totales y costos, y un componente importante de los costos son los costos salariales, para que aumente la inversión es clave que aumente la rentabilidad, por ejemplo, mediante la reducción de los salarios... decir simplemente que se puede salir de la crisis porque el subsidio de desempleo o los aumentos de salarios aumentan la demanda agregada y de esa forma estimulan la economía es ignorar el mecanismo básico del capitalismo, que es la explotación del trabajo asalariado. Las empresas obtienen mayor rentabilidad cuanto menores son los salarios y éstos son tanto menores cuanto más presione la necesidad sobre los asalariados, forzándolos a aceptar cualquier trabajo y cualquier ingreso. Si los salarios son muy bajos las ganancias serán muy altas y la economía no sólo recibirá un estímulo sino que se acelerará sobremanera, por la afluencia de inversiones de capital, atraídas por esa alta rentabilidad”. Astarita y Tapia concluyen entonces que las crisis capitalistas siempre se “solucionan” mediante el aumento de la explotación, la desvalorización de los capitales improductivos y la concentración del capital

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