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Domingo, 28 de octubre de 2012

INDUSTRIA, PUJA POR EL EXCEDENTE, EL ESTADO Y LA BURGUESíA, SEGúN FERNANDO PORTA

“Discutir el tipo de crecimiento”

Un cambio en la matriz productiva, luego de tantos años de crecimiento industrial, requiere de un Estado fuerte ejerciendo el rol principal en el proceso de acumulación. Qué se consiguió hasta ahora y lo que viene.

 Por Arturo H. Trinelli *

La expansión de la industria desde el 2003 ha sido una de las características centrales de la política económica. El recobrado protagonismo renueva debates que años atrás parecían diluirse por el estancamiento y la desindustrialización, pero que hoy resultan claves para mantener la competitividad de la economía. Cash entrevistó al experto en la cuestión del desarrollo industrial Fernando Porta, quien destacó lo logrado hasta aquí y analizó los desafíos en materia industrial, donde el papel del Estado asoma como fundamental y estratégico.

¿Qué balance hace del crecimiento industrial de estos años?

–Ha habido efectivamente un fuerte crecimiento de la actividad y de la capacidad productiva industrial instalada, así como también una indudable recuperación de algunas fracciones empresariales que habían quedado muy agredidas como consecuencia de la apertura económica de los noventa. Esa recuperación no es un dato menor, porque no es que todo eso estaba disponible o latente cuando el Producto había caído 25 puntos. Por lo tanto, el esfuerzo social de recuperación de esas capacidades productivas ha sido un dato notable de este período. Que el crecimiento industrial haya sido superior al de muchos otros sectores también ha posibilitado lo que podríamos llamar un “cambio de estrato” de empresas, de pequeñas a medianas, o de medianas a grandes. Y ha permitido, en términos de Producto, cierta diversificación de la canasta exportadora.

¿Cambió también la matriz productiva?

–De todas maneras, lo que no ha habido es un cambio significativo dentro de la matriz productiva industrial, aunque es cierto que esto implica tendencias a largo plazo. Pero mi impresión es que en términos de recomposiciones sectoriales, de tipo de agentes productivos predominantes o de prácticas empresariales, no hay grandes cambios. Es importante discutir la composición del crecimiento, donde se exponen los límites de la matriz productiva. En suma, se trata de un proceso complejo en donde tenemos estas dos tendencias en simultáneo.

¿Pueden las pymes ser agentes destacados en la acumulación de capital?

–Depende mucho de las matrices socioproductivas de los países. No creo en un capitalismo industrial basado exclusivamente en pymes, aunque éstas tengan su importancia, sobre todo en términos de empleo. Hacer una dicotomía tan marcada entre crecimiento vía pymes o crecimiento vía grandes en general tiende a aludir cuál es el contexto de políticas económicas que en determinada coyuntura facilitan más el desempeño de unas u otras actividades productivas. Imagino que, en ese contexto, los procesos de concentración son propios de la propia dinámica de acumulación de capital.

¿Hay algún caso donde ese proceso de concentración se haya revertido?

–Aun en aquellos donde se ha hablado de un componente importante de pymes, como el caso italiano, también ha habido grandes procesos de concentración de empresas. Me parece que lo que caracteriza a la economía argentina es que tiene menos sinergias y vinculaciones de complementación y coordinación entre el segmento pymes y de grandes empresas que en otros casos que suelen destacarse como de crecimiento industrial fuerte, como el asiático. Eso tiene que ver no solo con un problema de relacionamiento entre grandes y pequeñas, sino también con un problema de desafiliación del aparato industrial. Creo que ahí sí hay trabajo por hacer, facilitando el proceso de creación de redes empresariales en donde la distribución de rentas sea potable para el crecimiento y supervivencia de todos.

Dentro de esa matriz productiva, ¿es un problema la extranjerización?

–Sí. Pero también es difícil pensar, en la actual coyuntura, en un proceso donde no participen empresas extranjeras. Podría ser deseable o no, pero ocurre. El problema es el déficit de regulación que se observa sobre ese sector. Ha habido una escasa negociación alrededor de los incentivos para que esos capitales vinieran. El dilema es que el capital extranjero es un actor de peso dentro de nuestra estructura industrial, pero tiende a ser marginal en la estructura de acumulación de la corporación a la que pertenece. Entonces, desde el punto de vista de cuáles son las capacidades productivas que se alojan en esa filial, o cuál es el juego global del grupo o el tipo de funciones que se le asignan, en general desempeñan prácticas productivas relativamente pobres. Contribuye a la tasa global de ganancia de la corporación, pero lo hace desde este lugar productivo de baja calidad.

No vienen a hacer desarrollo tecnológico.

–Exacto. Esto obliga a incorporar a la agenda industrial una estrategia tendiente a revertir gradualmente esta situación, tratando de maximizar la calidad de los emprendimientos productivos.

¿Qué posibilidades hay de recrear una burguesía nacional como complemento del Estado en la mejora de los niveles de inversión?

–No sé cómo se genera, o si es una tarea factible en marcos de democracia como la que tenemos nosotros. En los casos asiáticos se construyeron desde el Estado, pero con mecanismos forzosos. Sí me parece que el Estado debería tener un rol principal en orientar ese proceso de acumulación. En la Argentina la tarea del desarrollo necesita de un Estado fuerte, con capacidad de intervención, de regulación, orientando el proceso de asignación de recursos inteligentemente, porque estamos hablando de una tarea compleja y sofisticada, que requiere de una movilidad social significativa. Y en ese proceso es que se irán conformando las burguesías nacionales.

Cuando el Estado avanza se empieza a hablar del “mal clima de negocios” o la “inseguridad jurídica”.

–En nuestro país hay muchos actores con capacidad de disputar el excedente. Eso es lo que hace que el conflicto distributivo adquiera una intensidad que no se replica necesariamente en otros países latinoamericanos. Para ciertas visiones de derecha, en la Argentina se plantea siempre el problema de la baja institucionalidad frente a otras naciones. Yo ahí hago una lectura diferente: hay sociedades de alta conflictividad a lo largo de su proceso de desarrollo, y sociedades donde el conflicto ha sido, en cierto sentido, saldado. Generalmente eso significa congelar una pauta distributiva favorable de algún modo a la estrategia de acumulación del capital. Ese es el caso chileno o uruguayo, donde parecería que el sistema político y las instituciones canalizan mejor el conflicto, se encuentran más y hay más “consenso”. Me parece que esa es una visión muy ingenua. El conflicto es menor porque ha sido saldado a favor de alguno, y las instituciones expresan eso.

¿Y qué pasa en Argentina?

–El nuestro es un sistema político mucho más complejo, entre otras cosas porque tenemos actores sociales o económicos constituidos políticamente, con mayor poder para disputar el excedente. Del lado de los trabajadores y del lado del empresariado también, con capacidad de chantaje reteniendo divisas, manipulando precios, evadiendo impuestos. Diría que ese conflicto distributivo requiere dos cosas: de un Estado con capacidad de administrarlo y encauzarlo, sin que esto signifique un Estado estable a favor del capital; y también de una matriz productiva que genere mejores condiciones para financiar ese conflicto distributivo. Cuando hago hincapié en la matriz productiva, lo digo porque creo que la nuestra, además de ser heterogénea, desequilibrada, es en promedio de baja productividad. Eso en cierto sentido puede redundar en bajo excedente, en un marco de actores que tienen una capacidad muy fuerte para disputárselo.

¿Esa discusión sobre la importancia del Estado está relativamente saldada?

–No. Es una tarea en la que hay que insistir. Creo que uno de los grandes méritos de los gobiernos kirchneristas fue ir generando mecanismos para ampliar los márgenes de maniobra de la política económica, y por lo tanto dotar al Estado de mejores y mayores capacidades de intervención. Ahí creo que hay tres o cuatro hitos clave en esa dirección: la estrategia de desendeudamiento; la reestatización de los fondos de pensión; la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central; y la intervención en los mercados energéticos. Se trata de cuatro medidas estructurales que permiten ampliar y mejorar esa capacidad de intervención, lo que resulta clave

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“El Estado debería tener un rol principal en orientar ese proceso de acumulación”, afirma Porta.
Imagen: Daniel Jayo

Entrevista

Desarrollo

-“Desde 2003 ha habido un fuerte crecimiento de la actividad y de la capacidad productiva industrial instalada.”

-“Lo que no ha habido es un cambio significativo dentro de la matriz productiva industrial, aunque es cierto que esto implica tendencias a largo plazo.”

-“No creo en un capitalismo industrial basado exclusivamente en pymes, aunque éstas tengan su importancia, sobre todo en términos de empleo.”

 
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