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Domingo, 6 de abril de 2003

VISITA DEL CREADOR DEL "CONSENSO DE WASHINGTON"

Segundas partes son peores

Por Naum Minsburg
Economista
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La llegada al país de John Williamson, autor del denominado "Consenso de Washington", pone en discusión los efectos negativos para América latina de las políticas diseñadas por los organismos financieros. Fue en 1989, convocado por el establishment norteamericano, el FMI, el Banco Mundial y el BID, cuando se realizaron múltiples reuniones para presentar un nuevo plan que permitiera encarar la década del '90 como la de la "esperanza". Se estableció un programa de 10 puntos básicos de cumplimiento imprescindible para obtener el beneplácito de los organismos financieros.
Dichos lineamientos consistían en: disminución del gasto público; liberalización de la tasa de interés y del sistema financiero; grandes facilidades para la inversión extranjera; amplia apertura comercial; enérgica política de privatizaciones de empresas estatales y cumplimiento estricto del pago de la deuda externa. La Argentina ha sido uno de los países de la región que ha cumplido más veloz con los lineamientos del "Consenso". Fue "la mejor alumna". Y así estamos. Vaciados económica y financieramente.
La situación de América latina también ha sido negativa en la década del '90. Algunos datos de la Cepal resultan elocuentes. En 1990 la deuda externa regional era de 450.000 millones de dólares y en el 2000, pese a los cuantiosos pagos realizados por servicios, llegaba a más de 750.000 millones. El aumento del PBI global ha sido insignificante, mientras que el desempleo urbano ha ido en constante aumento. Lo más grave es que la población por debajo de la línea de pobreza supera el 65 por ciento del total. Ante esos sucesivos "fracasos" (o ha sido una política deliberadamente impuesta para el empobrecimiento y vaciamiento de nuestros países) ahora se plantea la necesidad de formular un "Consenso II" sin comprender que se necesita una política diferente.
¿Cuáles serían las directrices del nuevo Consenso?: 1) Políticas para combatir la corrupción; 2) mercados laborales más "flexibles"; 3) realización de acuerdos con la Organización Mundial de Comercio; 4) prudente apertura al mercado de capitales; 5) regímenes de cambio flexibles; 6) bancos centrales independientes y autónomos; 7) establecimiento de metas y objetivos de inflación; 7) redes de seguridad social; 8) reducción de la pobreza. No tiene sentido seguir enumerando frases retóricas que ignoran las necesidades objetivas de los países de la región, atrapados en el círculo vicioso de la deuda externa que crece sin cesar, generando un grado de pobreza sumamente alarmante y una degradación socio-económica desconocida.
Resulta imprescindible que Latinoamérica elabore sus propios lineamientos, sus propios planes de desarrollo que tengan como basamento un Estado eficiente, que conduzca un sendero de crecimiento económico y erradique la pobreza.

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