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Domingo, 12 de mayo de 2013

Alternativa heterodoxa

 Por Claudio Scaletta

El llamado blanqueo de capitales anunciado esta semana por el Gobierno, con sus tres alternativas financieras, representa una vía heterodoxa para comenzar a resolver uno de los problemas más ruidosos de la coyuntura: la escasez relativa de dólares a un tipo de cambio y tasa de interés interna dados.

Tipo de cambio y tasa de interés son apenas dos variables económicas. A la corriente principal de la economía le encanta hablar de estas variables en forma aislada. Es incluso capaz de subordinar toda la macroeconomía en pos de que estas variables estén “equilibradas”. Desde la actual perspectiva de la política económica, en cambio, lo que importa es que las variables se alineen a los objetivos y no al revés. La frase noventista “estamos mal, pero vamos bien” es el mejor contraejemplo. En la última década del siglo XX, la última de auge del neoliberalismo local, todo se justificaba en función de las variables. “Los fundamentals están bien”, se repetía al son del desplome del empleo y los salarios en la economía real. Visto en retrospectiva, la zanahoria más patética fue la del “grado de inversión”, al que se subordinó el crecimiento y el empleo. Los superávit relativos, esos de los que se decía falsamente que no son ni de izquierda ni de derecha, se publicitaban como más importantes que los indicadores sociales. Para cualquiera que haya vivido los prolegómenos de la última gran depresión argentina, resulta muy triste leer cómo hoy en Europa se ejecutan las mismas falacias con los mismos resultados a la vista.

Desde 2003 la política económica local es otra. Luego del desenlace, con desastre social, de 2001-2002 se optó por priorizar los objetivos. Al tope de la lista no se ubicó al investment grade o a la “confianza de los mercados”, sino al crecimiento. Y no cualquier crecimiento, sino uno con inclusión y sostenido por la demanda. Dicho de otra manera, el bienestar de las mayorías por sobre el equilibrio presunto de las variables. Esto y no otra cosa significa oponerse al mainstream. Lo que no quiere decir, parece obvio, que las variables no importan, sino, de nuevo, que pueden subordinarse a un objetivo.

Quienes desde el propio gobierno sostenían que el dólar negro no importaba, que era una cosa puramente ilegal y marginal de la que la macroeconomía podía desentenderse sin más deberán reconocer su apresuramiento. Lo mismo deberían hacer quienes afirmaban que la única salida era “alinear las variables” y volver a las devaluaciones sin más, al estilo de los viejos ciclos Stop & Go. Existe un concepto explicativo que deleita a los sociólogos y viene al caso, el del “imaginario social”. Si una sociedad, por ejemplo, tiene un emperador o un zar durante milenios o centurias, por más que exista una revolución que socialice los medios de producción, seguirá teniendo a un líder supremo, aunque ahora se llame secretario general del partido. Se trata de “la persistencia del imaginario”. Como repitió el viceministro Axel Kicillof en sus sendas exposiciones públicas de esta semana, Argentina es el país, fuera de los Estados Unidos, con más dólares per cápita en circulación, alrededor de 1300 por habitante. También es el segundo del mundo, detrás de Rusia, en términos de volumen total: hay cerca de 50.000 millones de dólares en el país, de los cuales sólo 7200 millones están a la vista en los bancos. Eso sin contar los 120.000 millones de residentes locales que se estiman en el exterior. Con estos números, más la “persistencia del imaginario”, una pesificación forzada no podía durar para siempre. Si a ello se suman las tasas negativas en pesos, el resultado es explosivo: mucha presión sobre el mercado paralelo.

Hasta aquí el razonamiento fue estrictamente financiero, es decir; por fuera de las variables reales de la economía. Mirando desde el lado real, se destaca el aumento de la escasez relativa de dólares como un fenómeno propio de la estructura productiva local asociado al crecimiento. Es verdad que todavía sin restricción externa, pues el superávit comercial es un dato, pero con tendencia hacia dicha restricción. Luego, escapar de un shock devaluatorio era un objetivo para esquivar el freno de la economía en un contexto mundial desfavorable, lo que además está asociado a una distribución regresiva del ingreso, es decir; a los deseos de daño de la oposición política frente a la proximidad de elecciones. Pero al mismo tiempo, si bien frenar el dólar y mantener tasas negativas aportó al crecimiento y al consumo, significó un incentivo para la dolarización de los excedentes. Todos los caminos conducían a Roma.

Frente a este panorama, las alternativas de política económica no eran muchas. La ortodoxia noventista propuso la receta ya probada: el shock devaluatorio. Incluso se llegó a ponerle número: 40 por ciento. La lógica era que con una brecha del ciento por ciento entre oficial y paralelo, al margen de las causas reales detrás de cada número, la fuerte devaluación era un hecho a sincerar. Otras propuestas incluyeron una devaluación compensada y el manejo de tasas, con desdoblamiento cambiario. La realidad es que para mantener el tipo de cambio se necesitan dólares. En el pasado cuando no se devaluaba, se recurría a endeudamiento. La convertibilidad de los ‘90, por ejemplo, terminó cuando luego de las privatizaciones no fue posible seguir endeudándose. Desde que fue evidente que ya no ingresarían dólares, la pésima administración del “Banco Central independiente” permitió que las reservas internacionales se volatilicen.

El actual equipo económico cambió la lógica de estos razonamientos. Apostó a la “exteriorización voluntaria” de una parte mínima de los 160.000 millones de dólares que poseen los residentes, dentro y fuera del país. Con estos números, el blanqueo de un piso de 5000 millones es altamente probable. Luego apostó a que esos recursos motoricen el circuito energético, actual fuente de défict externo, y a dinamizar el mercado más afectado por las restricciones cambiarias y “la persistencia del imaginario”, el inmobiliario. Se trata de decisiones tomadas desde la realpolitk, pero dentro de la propia matriz ideológica.

El dato positivo, respecto de una semana atrás, es que el Gobierno asumió la necesidad de administrar “todos” los tipos de cambio. En sentido amplio puede preverse que las medidas anunciadas funcionarán, de hecho, como una devaluación compensada con desdoblamiento cambiario

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