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Domingo, 4 de agosto de 2013

EL DéFICIT EXTERNO DE EE.UU.

Desbalances globales

 Por Andrés Asiain y Lorena Putero

La crisis internacional de los últimos años sorprendió a la mayoría de los economistas ortodoxos. Tras la conmoción inicial, comenzaron los intentos por racionalizarla, buscando si había algún mercado desequilibrado en su fantasioso mundo de equilibrios generales. Así se toparon con el balance comercial de los Estados Unidos que, si bien se encontraba en déficit desde el comienzo de los ochenta, fue señalado como el responsable. Pero como la ciencia económica reconoce jerarquías, le echó la culpa del rojo comercial norteamericano a la roja nación china. De acuerdo con la teoría del desbalance global, los chinos producen muy barato y ahorran mucho, financiando a bajas tasas el exceso de consumo de los norteamericanos. Esas deudas de los hogares estadounidenses se acumularon hasta un punto de que se tornaron insustentables, desatando la actual crisis internacional. Para reestablecer un equilibrio global sustentable, los chinos deberían revaluar su moneda, el yuan.

La principal falencia del mito de los desbalances es que el déficit externo de los Estados Unidos no es un problema. El sistema financiero internacional se basa en una moneda nacional –la de Estados Unidos–, por lo que su déficit externo es una de las maneras en que se inyecta liquidez en el sistema monetario mundial. Si para resolver los desbalances se impone una disminución de las compras externas de los Estados Unidos, el resultado va a ser una caída de la demanda global y una escasez de dólares que profundizaría la crisis en lugar de solucionarla. Por eso, mientras se mantenga el dólar como moneda internacional, es preferible sostener el exceso de gasto de los norteamericanos con el ahorro del resto del mundo, a un ajuste que reduzca las importaciones de la potencia acentuando la restricción financiera externa de las demás naciones.

En segundo lugar, la especulación en torno de las hipotecas no tuvo que ver con la demanda china de bonos norteamericanos que, según un estudio del economista Bill Mitchell, alcanzaba sólo el 8 por ciento del total. La Reserva Federal tenía margen para fijar la tasa de interés de sus bonos con relativa autonomía de la demanda proveniente de China, que tampoco tenía demasiadas alternativas, ya que si no compraba los bonos enfrentaba el doble problema de la desvalorización de sus reservas internacionales y la reducción de la demanda de su principal cliente. En realidad, la burbuja de las hipotecas fue fomentada por la propia autoridad monetaria norteamericana para impulsar la construcción de viviendas y relanzar una economía golpeada por el colapso de la anterior aventura especulativa en acciones de empresas puntocom.

Por último, la propuesta norteamericana de equilibrar sus cuentas externas forzando a los chinos a revaluar su moneda es una manera elegante de descargar sobre otra nación los costos del ajuste de su déficit comercial. Sin embargo, en el actual escenario internacional parece poco probable que los Estados Unidos puedan imponer al gobierno chino una determinada política cambiaria

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