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Domingo, 27 de octubre de 2013

TIPO DE CAMBIO Y RECESIóN

“Devaluación expansiva”

 Por Andrés Asiain y Lorena Putero

El lobby por una devaluación brusca del dólar no cesa en el esfuerzo por presentarse ante la sociedad como una política beneficiosa para todos en lugar de lo que es, un negocio de unos pocos (exportadores y fugadores, básicamente) a costa de los muchos (trabajadores y jubilados que verán disminuido su salario; empresarios, cuentapropistas y profesionales cuyos ingresos dependen del mercado interno). Comenzaron planteando que un mayor valor del dólar generaría un salto exportador que permitiría levantar las restricciones a las importaciones y a la compra de dólares. Sin embargo, los principales sectores exportadores (complejo soja-maíz, mineros, vendedores de tubos y autos) gozan actualmente de una interesante rentabilidad, por lo que su producción exportadora se encuentra limitada por otros motivos (disponibilidad de tierras, yacimientos o acceso a los mercados) que no dependen de la cotización del dólar.

Se planteó que si bien el salto exportador no sería tan relevante, sí lo sería el estímulo a la producción nacional sustituyendo importaciones que se encarecerían gracias a la devaluación. Sin embargo, la producción local ya se encuentra protegida mediante la política de administración de importaciones, por lo que el impacto más probable de la devaluación para los empresarios que venden al mercado interno es el de una pérdida de rentabilidad. El mayor valor del dólar encarecería los insumos y maquinarias importadas que utilizan, a la vez que disminuiría el nivel del consumo interno por la caída del poder de compra de los salarios y jubilaciones inducidos por la aceleración inflacionaria que acompaña a la devaluación. No hace falta ser un empresario muy despierto para saber que mayores costos junto a menores ventas, no es muy buen negocio.

El tercer argumento esbozado por quienes militan por un dólar caro es el de la pérdida de competitividad de productos regionales (aceitunas, manzanas, vinos) o de bienes industriales (editoriales, metal-mecánica, marroquinería) que habían logrado un pequeño desarrollo exportador a comienzos de la década pasada y que ahora se encuentra comprometido por la suba de los costos de producción en dólares. Si bien son sectores poco significativos en términos del balance de dólares de la economía nacional, son importantes en materia de empleo y distribución regional del ingreso. Estos sectores deberían ser beneficiarios de estímulos sectoriales como por ejemplo una excepción a la obligación de liquidar el ciento por ciento de las divisas en el Banco Central, que les incrementaría su rentabilidad exportadora evitando que se conviertan en la punta de lanza de una megadevaluación que beneficia centralmente a quienes no tienen problemas de competitividad.

Por último y a falta de mejores argumentos, apelan a la promesa de que la devaluación generaría masivas inversiones por parte de grupos locales que acumularon miles de millones de dólares en los últimos años, que serían canalizados a desarrollos inmobiliarios locales. Este argumento roza el sincericidio, ya que deja en evidencia que escondidos detrás de las exhortaciones a la competitividad se encuentran quienes quieren forzar una devaluación y crisis similar a la que puso fin al régimen de convertibilidad, para de esa manera valorizar los dólares acumulados y utilizar una parte en la compra de propiedades a precio de remate. El gobierno que implemente ese programa de quiebra y remate de la economía nacional, difícilmente llegue al año de vida

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