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Domingo, 27 de abril de 2014

MITOS ECONóMICOS. BATALLA CULTURAL EN LA ECONOMíA

“Doña Rosa”

 Por Andrés Asiain y Lorena Putero

La construcción en el imaginario colectivo de un ser argentino medio, representativo de los intereses de las mayorías, constituye una tarea esencial en la lucha cultural por la construcción de un determinado proyecto de país. Así lo entendió el conservadurismo liberal de los años ochenta, que ya resignado a aceptar la vía democrática para la toma del poder, empezó la larga cruzada mediática por la aceptación popular de los principios del liberalismo. En esa tarea, el programa Tiempo Nuevo, que reunía al periodista Bernardo Neustadt y al intelectual Mariano Grondona, cumplió una tarea esencial, instituyendo a doña Rosa en la representación simbólica del soberano a educar en los principios de la doctrina liberal.

El primer punto de la agenda del establishment en los años ochenta era la privatización de las empresas del Estado, que ni la sangrienta dictadura procesista había podido llevar adelante. Una serie de firmas de propiedad estatal de larga trayectoria, como YPF, Gas del Estado o ENTel., se encontraban en bancarrota como consecuencia del endeudamiento en moneda extranjera a que habían sido sometidas bajo el gobierno militar, y la posterior devaluación de la moneda con retraso de tarifas en que derivó la crisis de la tablita cambiaria (habiéndoseles negado el seguro de cambio que habían recibido las empresas privadas, aun de capital extranjero).

Sin pudor por haber favorecido esa política desde la tribuna mediática (y en el caso de Grondona, de la participación directa de su hijo en el endeudamiento de esas empresas cuando trabajaba en el estudio Klein & Mairal junto al hijo de José Martínez de Hoz), la dupla mediática explicaba a doña Rosa que el déficit de las empresas públicas era generado por la ineficiente gestión estatal. La mala calidad de los servicios que brindaban esas empresas al borde de la quiebra eran la constatación empírica que daba validez al pregón mediático liberal.

El derrumbe económico de finales del gobierno de Alfonsín terminó por generar el contexto para el triunfo cultural del liberalismo, que se manifestaría en el apoyo popular al proceso de privatizaciones encarado por el menemismo (en el que participaría Mariano Grondona hijo como asesor técnico, quien también sería abogado de los capitales extranjeros en sus demandas contra la Argentina en el Ciadi por la pesificación de las tarifas tras la devaluación de 2002).

La venta a bajo precio de las empresas públicas era la condición impuesta por la banca acreedora para refinanciar la deuda externa y realizar inversiones con que estabilizar el dólar y, de esa manera, los precios. Desde el aparato mediático, ese despojo del patrimonio público y los despidos masivos de sus empleados eran vendidos a doña Rosa como el fin de los privilegios de los empleados públicos, verdaderos chivos expiatorios a los que la paranoica doctrina liberal atribuía males tan disímiles como la inflación o el excesivo endeudamiento externo. Pero como el refinanciamiento de la deuda y el arribo de inversiones externas permitieron estabilizar el dólar y, así, los precios, nuevamente la evidencia empírica parecía validar la doctrina liberal.

La crisis de la convertibilidad derivaría en un deterioro de la hegemonía cultural del liberalismo. El exitoso desempeño de la economía bajo el kirchnerismo debilitaría aún más la capacidad del poder mediático de convencer a doña Rosa sobre las ventajas del libre mercado. Sin embargo, hoy se pone nuevamente en escena el debate sobre el rumbo económico. En ese partido cultural por la opinión de doña Rosa, se definirá, en gran medida, el país de la próxima década

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