Los fondos buitre son el paradigma de la “economía casino”. Su origen está asociado con la compra de paquetes accionarios de compañías privadas en dificultades financieras. La titularización de las deudas soberanas, implementada a través del Plan Brady, abrió nuevas oportunidades de negocios a los autodenominados “fondos de capitales de riesgo”. Las naciones más pobres del mundo (Zambia, Camerún, la República Democrática del Congo, Nicaragua y Etiopía, entre otras) fueron las primeras víctimas de su accionar. En la década del noventa, el fondo de Paul Singer pleiteó exitosamente contra Panamá y Perú. Por su parte, el EM (Kenneth Dart) le dobló el brazo a Brasil.

Angel Tello sostiene en La teoría de las relaciones internacionales desde un punto de vista político-polemológico que “existen al menos diez mil fondos buitre, de los cuales las cuatro quintas partes tienen domicilio en las islas Caimán. Estos fondos especulativos poseen un billón quinientos mil millones de dólares de activos, y la cifra de negocios diaria de sus operaciones sobre los productos derivados globales, se acerca a los seis billones de dólares, o sea, alrededor de la mitad del PBI de los Estados Unidos”.

En la actualidad, la disputa contra la Argentina ocupa la atención mundial. Sin embargo, los buitres continúan haciendo negocios en muchos países. Por ejemplo, la debilidad de la economía española se transformó en una fuente de beneficios para ellos. Hace un par de años, el multimillonario norteamericano Donald Trump lo expresó descarnadamente: “España está enferma y es la hora de aprovecharse”. The Wall Street Journal publicó que cerca de 200 fondos extranjeros destinaron un presupuesto de 40 mil millones de euros para “invertir” en la península ibérica. La BBC estira esas estimaciones a 58 mil millones de euros. Los buitres ya se apoderaron de una larga lista de compañías muy conocidas en España (la empresa inmobiliaria del Catalunya Banc, Fagor, Flex, Pikolin, Scalextric, Blanco, Caramelo, Alfa, Cacaolat, yogures Clesa, entre otros). Por otro lado, el fondo neoyorquino Cerberus Capital Management L.P. obtuvo la gestión exclusiva de los activos financieros e inmobiliarios de la nacionalizada Bankia. Ese grupo especulativo obtuvo “todo ello por un precio irrisorio de 40 a 90 millones de euros. Los beneficios que la filial española de Cerberus podrían alcanzar por las ventas futuras de los activos de Bankia podrían alcanzar los 1850 millones de euros”, señala Javier Martínez en su artículo “El hijo de Aznar, los fondos buitre, el caso Blesa y el negocio de quedarse con lo público”.

Los “caranchos” internos que colaboran y/o trabajan para los fondos buitre están lejos de ser una originalidad argentina. Uno de los principales consejeros de la filial española de Cerberus es José María Aznar junior (hijo del ex presidente español José María Aznar y de la alcaldesa madrileña Ana Botella). Precisamente, la comunidad madrileña transfirió 3000 departamentos municipales al fondo inversor Goldman Sachs-Azora durante 2013. Este año, el ayuntamiento de Madrid se desprendió nuevamente de 1860 viviendas públicas. Los inmuebles habían sido construidos en terrenos municipales, con financiación pública, para alquilarlos a precios accesibles. Esta vez, el beneficiado fue el fondo Blackstone. La decisión de Ana Botella recibió fuertes críticas al tratarse de inmuebles destinados a cumplir una función social. Además, la venta fue realizada a precios muy inferiores del valor de mercado. En ese sentido, el Partido Socialista Obrero Español presentó una denuncia judicial por malversación de fondos públicos y de sustracción de cosas a su utilidad social. La alcaldesa de Madrid contestó que el ingreso del fondo de inversión “sólo cambiaba el casero” ya que las viviendas continuarían alquilándose en las mismas condiciones. Los inquilinos denuncian que los nuevos dueños ya anunciaron fuertes incrementos en los arrendamientos y desalojos compulsivos.

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