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Domingo, 23 de agosto de 2015

EL IMPERIO DEL SOL NACIENTE Y POBLACIóN DECLINANTE

Escasez de trabajadores

La gran disminución en el crecimiento económico de Japón durante los últimos dos decenios fue causada principalmente por la disminución de los servicios del trabajo. La población total de Japón se reduciría en casi un 10 por ciento en 2030.

 Por Enrique Aschieri y Demián Dalle *

Las tres más grandes economías del mundo (Estados Unidos, la Unión Europea y Japón) enfrentan formidables escollos políticos para cortar por lo sano y hacer lo único que pueden y deben hacer para salir del marasmo de la crisis: alentar decididamente la demanda. Si bien la solución coyuntural es común para las tres, Japón tiene que lidiar con su declinación demográfica, que es uno de los aspectos estructurales clave que hace al crecimiento. En tanto, Estados Unidos y la Unión Europea, de la mano de políticas migratorias tan selectivas como expulsivas, han logrado sortear en buena medida la retranca poblacional.

Según las proyecciones demográficas de la ONU, para el 2050 la población japonesa económicamente activa –entre 16 y 64 años– verá declinar su magnitud en un 40 por ciento. La población total viene contrayéndose a razón de 0,13 por ciento al año. Conforme la misma fuente, suponiendo que no haya cambios en las tendencias de fertilidad o de inmigración actuales, la población total de Japón se reduciría casi en un 10 por ciento en 2030 (de 127 a 115 millones) y hasta en un 30 por ciento (de los 115 millones de 2030 a 90 millones en 2055). Habría para ese tiempo 40 por ciento de ancianos.

Los datos del Japan Industrial Productivity Database dicen claro a qué lleva ese estado de cosas. La tasa de crecimiento económico promedio anual para el período 1990-2011 fue de 0,94 por ciento, una disminución sustancial desde el 4,53 por ciento anual en el período 1970-1990. Esta gran disminución en el crecimiento económico durante los últimos dos decenios fue causado principalmente por el crecimiento negativo de los servicios del trabajo. La tasa media de crecimiento de los servicios del trabajo fue de 1,17 por ciento anual durante 19701990, y 0,04 por ciento anual durante 19902011. Falta gente.

Todo lleva a pensar que los japoneses no tienen otro recurso a mano que la inmigración –y a gran escala– para revertir lo que constituye un desastre estructural en marcha, en medio de la deflación. No obstante, con una tasa neta de migración cero, es palpable el clima de hostilidad hacia los inmigrantes. Es verdad que el número de extranjeros que viven en Japón se ha duplicado en las últimas dos décadas, constituyendo ahora el 1,7 por ciento de la población total, pero también que por lejos es el más bajo de la OCDE. Llovido sobre mojado, la ONG Global Detention Project, en un reporte reciente, señala que las autoridades migratorias niponas tenían detenidos a 23.133 extranjeros en centros creados casi sin publicidad, a la espera de la deportación por sobrepasar los visados y trabajar ilegalmente. De acuerdo a una investigación de la Deutsche Welle, Ushiku, el centro de detención más grande, tiene celdas sin ventanas y muy poco espacio para las escasas horas que se les permite a los detenidos estar al aire libre. Pasan en esas condiciones entre 6 y 18 meses, sin comparecer ante el tribunal. Las huelgas de hambre y los amotinamientos son frecuentes.

Los prejuicios hacen de la suya y antes que inmigrantes llegaron primero los robots. Al igual que algunos europeos ahora, los japoneses hasta hace unos años jugaban su suerte demográfica a las patas de los robots. El agua les llegó al cuello demográfico cuando, según el informe de 2013 del medio especializado World Robotics, son la segunda economía en el mundo con más robots industriales por cada 10 mil trabajadores (325) pero son la que más stock de robots tiene (311 mil), casi duplicando a su más inmediato perseguidor, los Estados Unidos, con 169 mil. Seguro que los robots jugaron un gran papel en amortiguar la debacle económica en lo que le toca a la declinación poblacional. No obstante, está en la naturaleza de las cosas no poder revertirla. En un sistema económico que capitaliza plusvalía o fenece y en tanto ésta se extrae de los seres humanos, cuando éstos faltan los robots encuentran rápidamente su límite.

Ilusiones desvanecidas, entonces llegó el turno a las mujeres. El actual primer ministro nipón, Shinzo Abe, ocupó por primera vez tal cargo en septiembre de 2006. Duró menos de un año pero le alcanzó para deshacer una política destinada a la igualdad de género, invocando que era mejor para el crecimiento poblacional incentivar a que las mujeres permanecieran en sus casas criando hijos. Todo lo que lograron fue que los hijos por mujer pasaran de 1,26 en 2005 a 1,41 en 2012 y ahí anda estancado. Debe recordarse que debajo de 2,1 la población declina. Claro que se trata de un simple prejuicio, dado que, por ejemplo, mayor participación de la mujer en la fuerza de trabajo –caso escandinavo– no hace mella a la cantidad de hijos. De manera que Shinzo Abe, al retomar el cargo de primer ministro en 2012, enarboló como parte clave de sus “Abenomics” –el paquete de medidas destinado a reactivar la economía japonesa– a las “womenomics”, o sea, la meta de empardar la participación de la mujer con el hombre en la fuerza de trabajo e incorporar así 8 millones de damas que hoy permanecen en sus casas y obtener un aumento del Producto Bruto que algunos cálculos ubican en el 15 por ciento. Para eso necesita coordinar el cese de la asimetría en las remuneraciones con el acortamiento de la jornada laboral y que se deseche el férreo prejuicio varonil que impide el avance de las mujeres en la carrera corporativa. No luce inmediato.

A la comunidad global de los grandes negocios, muy preocupada por la declinación demográfica, Abe buscó tranquilizarla en el discurso que pronunció en el Foro de Davos, subrayando que la “fuerza de trabajo femenina en Japón es el recurso más subutilizado. Japón debe convertirse en un lugar donde las mujeres brillan. En 2020 vamos a hacer que el 30 por ciento de las posiciones de liderazgo sea ocupado por las mujeres”. Flor de objetivo cuando la participación femenina actual en la dirección de las empresas es del 1,8 por ciento, según informa el “Japan Company Handbook”. Por cierto, lo que Shinzo Abe sugirió extramuros sobre apertura migratoria no lo repitió en Japón, en vista del perenne clima cultural refractario a la inmigración. Pero, incluso, la cara hereje de la necesidad hace que hasta esas cosas cambien. Hace unas semanas, el principal diario japonés, Asahi Shimbun, publicó una encuesta propia en la que el 51 por ciento dijo que pensaba que aceptar inmigrantes va a resolver la escasez de mano de obra, mientras que el 48 por ciento dijo lo contrario. En la misma encuesta hecha en 2010, sólo el 26 por ciento dio su apoyo, mientras que el 65 por ciento se opuso. Ante tanta falta de demanda y demandantes, algo de oferta de humanidad no viene mal.

* Economistas.

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