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Domingo, 4 de octubre de 2015

TIPO DE CAMBIO Y CAíDA DE LOS COMMODITIES

Falsos efectos

La devaluación en un contexto internacional desfavorable para los productos de exportación del país no mejorará el comportamiento de las exportaciones. En cambio, implicará una fuerte transferencia a grupos concentrados.

 Por Juan Cruz Lucero e Ignacio Vila *

Durante muchos años la ortodoxia económica ha repetido la idea de que las devaluaciones generan dos efectos inmediatos en la economía: la caída de las importaciones y el aumento de las exportaciones. Es decir, los precios de los productos nacionales se vuelven relativamente más baratos para el resto del mundo y los bienes importados se vuelven relativamente más caros el país que devaluó.

Para el mainstream económico, el tipo de cambio es casi la única herramienta para la regulación del comercio exterior y para medir la competitividad. Sin embargo, como todo modelo simplista, esta situación está lejos de verse reflejada en la realidad. En este sentido, el efecto que realmente producen las devaluaciones es una transferencia de ingresos de los sectores con salarios fijos en pesos hacia los sectores exportadores y hacia los grandes tomadores de préstamos. Esto es, una pérdida del poder adquisitivo de la clase trabajadora y una retracción del producto nacional.

La caída en el nivel de las exportaciones argentinas sería causada, para esta corriente económica, por el atraso cambiario, y encontraría su pronta solución con una fuerte devaluación.

Sin embargo, la caída de las exportaciones argentinas es un fenómeno multicausal. Uno de los factores de mayor influencia es el derrumbe de los precios de los commodities agrícolas, explicados por los coletazos de la crisis, el descenso del consumo mundial y el proceso de apreciación del dólar norteamericano. Es importante decir, que los precios no sólo refieren a la cotización de la soja o del maíz, sino que alcanza a otros productos como leche, cereales, carne, aceites y azúcar. Según la FAO, la caída de estos precios es la mayor desde el año 2008.

Al mismo tiempo, las exportaciones nacionales sufrieron la situación recesiva de Brasil, a donde se dirigen más del 60 por ciento de las exportaciones de manufacturas industriales. Es de destacar que el complejo más comprometido en ese sentido es el automotor y autopartista, hacia donde se dirige casi la totalidad de lo producido por las empresas y terminales radicadas en nuestro país.

Además, la caída de los precios internacionales de otros productos como el cobre o el petróleo afectó a otros socios comerciales de importancia para nuestro frente externo como son Chile, Venezuela, Rusia y los países del Medio Oriente.

Ante esta situación de debilitamiento de la balanza comercial y de empeoramiento de los términos del intercambio, la sugerencia de la ortodoxia es devaluar la moneda para compensar esta caída. De esta manera, se exportaría más y se importaría menos, por lo que la balanza recuperaría su estado previo. Cabría hacerse la pregunta de cómo van a hacer las empresas argentinas para vender más en el exterior, si el mundo cada vez compra menos.

El caso Brasil

Entre agosto de 2014 y agosto de 2015 el real se devaluó en un 54% con respecto al dólar. Según la ortodoxia, esto debería haber generado un aumento en sus exportaciones. Sin embargo, durante dicho período las exportaciones no sólo no aumentaron sino que cayeron en un 16,6 por ciento. La devaluación, por tanto, no generó una mejora en la balanza comercial, más allá de haberse tornado relativamente más baratos. Incluso, el consumo interno se debilitó por la caída del poder de compra de los trabajadores, aumentó sus niveles de inflación debido al impacto en la producción nacional de los insumos importados, entró en recesión y, en consecuencia, está cayendo su nivel de inversión ya que nadie quiere invertir en etapas recesivas, lo que retroalimenta el ciclo negativo.

Las tensiones en el sector externo de nuestro país no se corregirán con una devaluación, como lo ha demostrado la experiencia histórica. Una devaluación no aumentará significativamente las exportaciones e incluso pueden caer, como también se reflejó a nivel local luego de la devaluación en enero de 2014. Lo que sin dudas generaría una devaluación es una transferencia de ingresos de los sectores trabajadores de ingresos fijos en pesos hacia los sectores exportadores y un proceso inflacionario.

Dada la concentración de los grandes exportadores en un puñado de empresas, se trata de una transferencia de los salarios de millones de trabajadores a no más de 500 empresas. La permanente demanda de ciertos economistas en los medios de comunicación sobre la necesidad de devaluar genera, al menos, la sospecha de que sus afirmaciones están orientadas a defender ciertos intereses. Sobre todo, cuando tienden a desconocer los efectos negativos que este accionar ha generado en Argentina en varias oportunidades.

La clave, entonces, estará en ahorrar divisas importando menos productos a través de la sustitución de importaciones y, paralelamente, aumentando la competitividad industrial mediante innovaciones tecnológicas. A su vez, es importante destacar el rol de la logística interna que supone altos costos y que, de continuar avanzando con la recuperación del tejido ferroviario, sería un salto cualitativo para todos los productores nacionales. Sin dudas, los préstamos y las inversiones extranjeras pueden traer un alivio externo, pero serán sólo soluciones temporales si no logramos modificar nuestra estructura productiva.

* Centro de Economía Política Argentina (CEPA).

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Imagen: Rafael Yohai
 
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