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Domingo, 25 de octubre de 2015

PRODUCTIVIDAD, COMPETITIVIDAD Y TASA DE CAMBIO

Confusión ortodoxa

Los asesores económicos de los candidatos de la oposición han señalado la baja productividad de la economía como una de sus fragilidades y proponen una baja de los salarios para incrementarla y poder exportar.

 Por Bruno Susani *

Las campañas electorales deberían ser propicias para debatir sobre las políticas económicas. Sin embargo los contenidos de los debates parecen improvisados y sobre todo incompletos en cuanto a las consecuencias probables de las medidas propuestas. Esta no es una peculiaridad argentina. La ausencia de explicaciones de fondo es el resultado de la presentación desleal que hacen los economistas ortodoxos tanto de la situación económica actual como de los efectos de las medidas económicas que proponen.

Los asesores económicos de los candidatos de la oposición han señalado la baja productividad de la economía como una de sus fragilidades más preocupantes y proponen como remedio una baja de los salarios para incrementarla y poder exportar. Dicho en el rumor del debate esto puede parecer atractivo, pero no lo es. El producto global es una combinación, une función según los economistas académicos, del capital y el trabajo. La productividad es definida por los economistas ortodoxos como la cantidad de bienes producidos multiplicada por sus precios por las unidades de trabajo que contienen multiplicada por el salario o sea que calculan la cantidad de pesos obtenidos por peso gastado en salarios: una simple división. En consecuencia se afirma que la productividad global puede aumentarse disminuyendo el salario vale decir el denominador. La productividad del trabajo sin embargo es mucho más que una simple división ya que depende de la cantidad de capital por unidad de salario y es por eso que los sectores de mayor productividad son la siderurgia, la petroquímica, industrias que se llaman capital intensivas. Cuanto más capital por unidad de salario hay, mayor es la productividad. Pero en algunos casos como los servicios, es cierto, la productividad del trabajo no tiene relación con el capital invertido como por ejemplo en un comercio donde la productividad del vendedor depende de la cantidad de clientes que entran al negocio.

El mismo diagnóstico prevalece en el comercio exterior. Si las exportaciones son exiguas esto quiere decir que los precios a los que se venden los productos son demasiado elevados, los economistas ortodoxos dicen que falta competitividad. Vale decir que el precio de los bienes de los países que venden los mismos productos que la Argentina son menores. Esto puede solucionarse, afirman con una tasa de cambio alta. La solución es entonces la devaluación ya que si el dólar vale más los precios de los productos argentinos expresados en dólares serán más bajos. La competitividad como vemos es para los economistas ortodoxos un pariente cercano de la productividad considerada como una división. Esto paradójicamente no tiene ninguna relación con la teoría de las ventajas comparativas del inglés David Ricardo que explica que se debe abrir la economía al comercio exterior y parece más bien inspirada por el mercantilismo del francés Colbert. Pero para los economistas ortodoxos sería poco elegante explicarles a los empresarios que deben invertir más capital para incrementar la productividad y poder exportar y prefieren solicitar al gobierno que devalúe.

Esta propuesta es poco sensata. Si se considera que la industria manufacturera representa el 20 por ciento del PIB y las exportaciones industriales alrededor del 38 por ciento del total esto indica que es necesario aumentar la exportaciones industriales del 15 por ciento anual para lograr el incremento del 1 por ciento del Producto Interno Bruto. Misión imposible y esto tanto más en el contexto actual en el que la crisis económica en Brasil ha provocado una fuga de capitales que ha inducido una devaluación del real.

Los efectos de una modificación de la tasa de cambio tienen, como se observó en el pasado, un efecto devastador puesto que altera la distribución del ingreso a favor de los sectores que se benefician con ella. Y esta situación provoca una disminución de la demanda interna. No solo porque incrementa el costo de los insumos importados sino porque provoca un aumento general de los precios. Esto disminuye el poder de compra de la mayoría de la población e incide de manera negativa en la demanda a la industria que no exporta y que representa el 80 por ciento del sector industrial. Pero además induce también una baja en la demanda de servicios. La devaluación en consecuencia puede asimilarse a una política deflacionista donde se disminuye el producto global y el empleo.

* Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de París. Autor del libro El Peronismo, de Perón a Kirchner, editorial de la Universidad de Lanús, mayo 2015.

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“Una fuerte devaluación provoca una disminución de la demanda interna”, explica Bruno Susani.
Imagen: Lucía Grossman

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-Los economistas ortodoxos hacen una presentación desleal tanto de la situación económica actual como de los efectos de las medidas económicas que proponen.

-Los efectos de una modificación de la tasa de cambio tienen un efecto devastador puesto que altera la distribución del ingreso en forma regresiva.

-Disminuye el poder de compra de la mayoría de la población e incide de manera negativa en la demanda a la industria que no exporta.

 
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