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Domingo, 1 de diciembre de 2002

El veranito de Remes

 Por Julio Nudler

Si ahora hay un veranito (que erróneamente algunos creen que ya es un camino firme de salida) es porque entonces se tuvo la entereza de hacer todo lo que se hizo sin la menor especulación personal.” Ese “entonces” se refiere a los meses iniciales del 2002, el incompleto cuatrimestre que duró la gestión de Jorge Remes Lenicov al frente de la economía. Quien así reivindica el “veranito” es Eduardo Lalo Ratti, secretario Legal de aquel primer equipo del presidente Duhalde, un grupo resuelto a defender su cometido frente a tanto detractor. De la argumentación de Ratti se deduce que Roberto Lavagna le debe a Remes el “veranito”, término cuyo implícito pesimismo (ya que esas pausas templadas en medio del invierno suelen desembocar en el retorno del mal tiempo y el frío) es criticado por Roberto Frenkel, quien sustenta una valoración mucho más positiva del fenómeno que se viene viviendo en los últimos meses. También podría decirse, en tren de deudas, que Remes le debe a Lavagna el cargo de representante argentino ante la Unión Europea, que calladamente heredó de su sucesor al mudarse éste de Bruselas a Buenos Aires.
Ratti repasa con triste ironía que, “al día siguiente de haber asumido, Remes y todo su equipo eran responsables del corralito, la deuda pública, el déficit fiscal, el desempleo, el default y todo lo demás, como si Menem, De la Rúa, Machinea, Cavallo y el inefable Liendo no hubiesen existido”. Y dice que, en ese contexto cargado de riesgo, ellos se hicieron cargo “honestamente”, aclarando que no se refiere sólo a la conducta “frente a los ‘negocios’ a que han sido afectos muchos políticos y funcionarios en todos estos años” sino a la “honestidad de decirle a la gente la verdad sobre la situación del país”. Ese comportamiento les valió –según cita con tristeza– acusaciones como las de defender a los banqueros, el robo de los ahorros, la ruptura de los contratos y la sumisión al Fondo Monetario, entre otras. Pero, ante las presiones políticas, Remes se mantuvo fiel a su “juego de la verdad” y finalmente prefirió renunciar. Una historia ejemplar.

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