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Domingo, 2 de noviembre de 2003

EL BAúL DE MANUEL

Baúl I y II

Inspiración
El argentino José Barral Souto (1903-’76) anticipó en 1939 la Programación Lineal. Así lo recordaba: “Inicialmente me propuse allá por el año 1939 aclarar la confusión que originaba frecuentemente la premisa fundamental de los cambios internacionales, al ilustrársela aplicando los Costos Comparados a ejemplos improvisados (Elementos de Economía Política por L. R. Gondra, 1933) llegando a la conclusión de que un enunciado prolijo requería tomar en cuenta, además de las productividades de los individuos o países, limitaciones impuestas por la finitud de la capacidad de producción total y por las necesidades de consumo de bienes ya satisfechos. Al ahondar el estudio del simplicísimo esquema de Ricardo para ilustrar la teoría del comercio internacional, se percibe claramente a un problema económico de estricto arbitraje de bienes; pudiendo, con frecuencia, substituir el término productor por el de vendedor y el de consumidor por el de comprador, sin alterar la esencia del problema de arbitrajes. Del análisis llevado a un esquema más amplio, se desprende el teorema general que enuncio para la división del trabajo en un régimen de producción integrado por unidades productoras –individuos, empresas o países– dentro de supuestos y limitaciones en parte señalados de manera explícita. De acuerdo con dicho teorema en las configuraciones de máxima eficiencia la producción se reparte de tal manera entre los productores de modo que la combinación de bienes que produce uno de ellos coincide a lo sumo en un solo bien, con la combinación de bienes que corresponde producir a cualquier otro productor. Sentado el principio que permite caracterizar a un sistema de producción como por debajo de su máxima eficiencia, resulta posible introducir cambios en el sistema dividiendo el trabajo de otra manera entre las diversas unidades productoras para lograr mayor producción física u obtener mayor eficiencia de los esfuerzos aplicados. De aquí deriva la posibilidad de adoptar diferentes metas prácticas en las que se considere la economía de tiempo trabajado o el incremento de producción, aprovechando en forma exclusiva o parcial a los entes productores o consumidores que participan del sistema. Este aspecto ocupa preponderantemente la segunda parte del trabajo, significando un verdadero anticipo de la teoría y técnica de la Programación Lineal.”

Golpes de suerte
Este Suplemento se preguntaba hace poco dónde estudió Guillermo Calvo. El mismo dio la respuesta en su discurso al recibir el premio de economía Rey Juan Carlos, el 26 de octubre de 2000: “Le debo al país mi educación básica y mi fascinación por la economía. A los 16 años, en un curso del colegio secundario, en el que se cubrían temas económicos, me toca como profesor el doctor Julio Olivera. La claridad y fino humor del profesor Olivera sembraron en mi corazón una indestructible fascinación por la economía. Al poco tiempo conseguí un empleo en la Subgerencia de Investigaciones Económicas del Banco Central. El subgerente era el Dr. Julio H. G. Olivera, hijo de mi profesor del secundario y paladín indiscutible de la profesión de economistas en la Argentina desde entonces hasta el presente. Allí es donde se marca definitivamente mi destino. En lugar de ponerme a llenar planillas y a operar las calculadoras, las órdenes de Olivera fueron: aprenda inglés y lea el libro de Allen Matemática para Economistas. El doctor Olivera, hijo, me invitó a participar de unos seminarios que él dirigía en la Universidad de Buenos Aires. Como por un tiempo se inició un seminario nuevo cada año, llegó un momento en que hubieron tres seminarios funcionando en forma paralela. La competencia entre estos diferentes grupos llegó a ser intensa. Los líderes de los otros dos eran nada menos que Miguel Sidrauski y Rolf Mantel. A los19 años el banco me becó para ir a un programa organizado por el gobierno del Japón. Allí conocí a Michio Morishima, lo que terminó de cimentar mi entusiasmo por la ciencia económica. Pero nunca terminé mi carrera en Buenos Aires. Terminé saliendo al exterior, a una de las universidades más prestigiosas del mundo –Yale– y escribiendo mi tesis doctoral con Tjalling Koopmans. La mejor explicación que puedo ofrecer por esta improbable transición es (1) la guerra fría y (2) un error burocrático. Gracias a la guerra fría la Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU., AID, me ofreció, a través del Instituto Torcuato Di Tella de Buenos Aires, una beca completa y aceptación en Yale. El error burocrático –del que ni la universidad ni yo fuimos conscientes hasta un año después, cuando ya había obtenido el grado de Master de esa univearsidad– fue que Yale creyó que yo había terminado mi Licenciatura cuando, en realidad, ¡sólo había llegado al segundo año de mi carrera!”

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